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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 18 de julio de 2019

Cada uno de su barrio / por Antolín Castro


Dos del mismo barrio que nos dejaron en 2016, El Pana y Víctor Barrio

Uno dejó su vida en España, el otro en Francia, y hubo un tercero que lo hizo en México, El Pana. Como si entre ellos quisieran rociar de verdad y de lucha los tres países más destacados en la tauromaquia mundial en la actualidad. Provenían y eran del mismo barrio los tres.

Iván Fandiño

Cada uno de su barrio

18 Julio 2019
Del mismo modo que en las ciudades hay barrios, también los hay en el toreo.

Cada torero pertenece a un barrio y cada barrio es diferente. Hay barrios con todo tipo de placeres, de ventajas, de oportunidades, de glamur, donde se acumula dinero, fama y también admiración popular. Pero también hay barrios donde habitan los que luchan, los que sufren, los que se ganan el pan con sudor, con mucho sudor y esfuerzo.

No lo va a cambiar nadie. Ni siquiera habrá muchos que rompan lanzas en favor de los barrios más humildes, pero resulta que yo soy de esa condición. Dar valor a la lucha y el esfuerzo me gratifica mucho más que adorar a los ‘becerros de oro’. Me estimula saber que en el mundo del toro hay toreros que saben lo difícil que es esta profesión, que para ellos de cómoda y bonita solo tiene su vocación y la satisfacción de saberse toreros. Y en muchísimos casos con mejores condiciones y más amplias que otros para ser considerados lo que son: Artistas, valientes y… luchadores por el sueño de sentirse toreros. Nada más, no hace falta que sus cuentas corrientes estén llenas de ceros a la derecha.

Hoy hay razones para lanzarles este homenaje. Hace muy pocas fechas se cumplieron tres años que nos dejó Víctor Barrio. No me pregunten de qué barrio era, su apellido era toda una declaración de intenciones. Todos le debemos algo. Le debemos haber sido torero y dar su vida por la causa, no se le puede pedir nada más al segoviano. A fin de cuentas era uno de los nuestros, de esos de quienes valoramos lo que son, no por lo que tienen.

El mes pasado, solo hace un mes, otro del mismo barrio, Iván Fandiño, nos reveló que si era eso, el morir en el ruedo, el tributo máximo a pagar por su carrera plagada de lucha y esfuerzo, pues eso entregaría, la vida. El de Orduña supo muy bien de qué barrio provenía y en qué barrio vivía.

Uno dejó su vida en España, el otro en Francia, y hubo un tercero que lo hizo en México, El Pana. Como si entre ellos quisieran rociar de verdad y de lucha los tres países más destacados en la tauromaquia mundial en la actualidad. Provenían y eran del mismo barrio los tres.

No es casualidad. Hace unos días otro compañero de ellos, de esos cuya carrera es una pleno de pelea por demostrar quien eres, Rafaelillo, vivo de milagro, nos mostró de nuevo la dureza de la profesión para quienes nacen o viven en esos barrios. Las oportunidades hay que pelearlas, los contratos a dentelladas, pero la verdad la ofrecen a borbotones, como su sangre, para certificar que esa es la fiesta verdadera, esa en la que la muerte puede visitarte cuando menos te lo esperas.

Lo cierto es que son los citados los verdaderos héroes de esta profesión, tan bella y tan noble. Sin ventajas, sin atajos, sin vivir de las rentas, sin pisar los escenarios allanados, alfombrados como en las galas del cine, para que ni se ensucien las zapatillas. Ellos son el toreo y su grandeza. Ellos son nuestros héroes para recordar, para admirar, para que sepamos que hacer el paseíllo es un sueño, pero también una apuesta muy arriesgada.

Se nos fue esa terna de colegas del barrio, pero por suerte tenemos a Rafaelillo para recuperarse y seguirnos mostrando que el sueño es mucho más fuerte que los miedos. Las raíces en nuestro barrio son muy fuertes. Esos son mis toreros y en el barrio donde viven, ese es mi barrio.

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