Nunca antes, ni siquiera cuando el premio individual más prestigioso era un partido de ping pong entre Cristiano y Messi, estuvo tan meridianamente claro que un futbolista era merecedor del galardón. Nunca. Porque, además, los cambios que se han producido en los requisitos para ganarlo benefician claramente a Karim, cuestión ésta que también desconocen los aluniceros. Por ejemplo, hasta ahora se medía el rendimiento del futbolista a lo largo del año natural, de enero a diciembre, pero ahora no, ahora se evalúa la temporada. Otro criterio a tener en cuenta es el de los logros del equipo del futbolista nominado, y los del Real Madrid no parecen ser menores con una Copa de Europa y una Liga. El tercer elemento a tener en cuenta es la influencia del jugador en cuestión a la hora de ayudar a su equipo, y no creo que haya nadie medianamente sensato que ponga en duda que Benzema ha sido fundamental a la hora de que su equipo lo gane casi todo. Y el cuarto factor es el comportamiento del jugador sobre el campo, su educación, el fair play y, en eso, Karim también es un ejemplo a seguir. De haber alguien que pudiera competirle el Balón de Oro al capitán del Real Madrid, ése no sería un jugador del Barcelona recién llegado desde el Bayern sino otro futbolista del Real Madrid, como por ejemplo Courtois o, ya puestos, Vinícius. Pero, ¿Lewandowski? ¿En serio? ¿Por haberle marcado tres goles al Victoria Pilzen, el segundo clasificado de la Liga checa?
A mí personalmente no me molesta debatir, es más me gusta. Me gusta hablar de fútbol o polemizar pero no hasta el ridículo. No se puede discutir sobre todo. Y los aluniceros lo hacen. Ellos también saben que no hay nada que hacer, que Benzema va a ganar el Balón de Oro y que probablemente el de Plata y el de Bronce sean también para futbolistas del vigente campeón de Europa, Liga española y Supercopas. Lo que me indigna no es el debate sano sino el otro, el perverso, el mentiroso, el que trata de embarrar el terreno de juego. No se puede decir, como ha hecho Xavi, que el estilo del Barça es uno concreto e irrenunciable para, a renglón inmediatamente seguido, afirmar sin que le asome el rojo vergüenza a la cara, que jugar directo también es ADN culé. El Balón de Oro de Benzema no corre peligro, lo que corre peligro es la verdad, lo que está en serio riesgo es el fair play, lo que murió hace tiempo es el espíritu del Barón de Coubertin. Al César lo que es del César y a Benzema lo que es suyo, lo que le pertenece. Y el alunicero, a la habitación de pensar.
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