La situación no es nueva. Desde hace años el número de licitadores por un lugar en el palenque es inferior a los ofertados. El coso de Algemesí está formado por 29 puestos, llamados cadafals, que ocupan un sitio que se subasta allá por el mes de abril. Las peñas entran en liza por el espacio donde establecerán su graderío y que en septiembre deben montar con madera, clavos y cuerdas. Si falta un hueco por adjudicar la plaza queda inacabada y ha de ser la Comisión Taurina la que se encargue de su montaje. La Comisión está formada por un miembro de cada peña y se ocupa de toda la organización del serial. El presupuesto con el que cuenta es el remate de la subasta. Si tiene que pagar la construcción de un cadafal, la bolsa para la contratación de toros, toreros y artistas disminuye.
Hasta hace una década había más licitantes que lizas, lo que desembocaba en unos remates finales altos y, por lo tanto, un buen pellizco para confeccionar unos carteles taurinos y musicales deslumbrantes, que de todo ofrece el abono algemesinense. Pero los peñistas han ido envejeciendo y no acaba de aparecer suficiente savia nueva que coja el testigo. Ser cadafalero implica un riesgo económico, es cierto, porque para resarcirse de lo pagado en la subasta cada peña debe encargarse de la venta de las localidades de su cadafal, además del trabajo que supone tener que montarlo y de otros quebraderos de cabeza, pero la satisfacción final siempre supera cualquier inquietud. Sin embargo, la falta de interés por formar parte del organigrama de la “Semana Taurina” ha ido decayendo.
Este año, después de algunas negociaciones, finalmente faltaron dos cadafals por adjudicar, lo que ha desembocado en una merma económica para la gestión de la feria y, sobre todo, en una señal de alerta para salvar un ciclo tan genuino y con tanta historia detrás. En el Archivo Municipal se conservan documentos que constatan que, ya en 1735, era tradicional la “formación de los chiqueros con madera”, y que en 1843 “los cadafals se hicieron por cuenta de la corporación municipal para que se verificaran las corridas”. El serial fue tomando importancia con el paso de los tiempos y a finales del siglo XIX tenía un predicamento notorio, aunque la repercusión internacional la adquirió iniciado el siglo XX y sobre todo una vez terminada la guerra civil.
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