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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 19 de septiembre de 2022

Riaza-Valdellán / por Pla Ventura


"...Allí se jugaron la piel Javier CortésFernando Adrián y Román que, cada cual a se manera extrajeron lo mejor que tenían los toros, destacando por encima de todo la labor de Fernando Adrián que además de estar hecho un tío, llevó a cabo dos faenas interesantísimas, yo diría que de un calado extraordinario que, de haber tenido otro escenario de mayor repercusión, a estas horas todo el mundo hablaría de este gran torero..."


Riaza-Valdellán
Pla Ventura
Toros de Lidia/19 septiembre, 2022
El espectáculo que pudimos ver el pasado sábado en Riaza gracias a Tele Madrid, es algo que nos lleno de convicciones si de la verdad del espectáculo hablamos. Es vergonzante que, como en el caso que citamos, para ver una auténtica corrida de toros tengamos que contemplarla en un pueblo y, para colmo en una plaza portátil. Es cierto que, la dignidad de la fiesta la mantienen los humildes caso de los toreros y, sin duda, las ganaderías encastadas como la de Victorino Martin, Adolfo Martín, José Escolar y demás reatas que todos conocemos.

En Riaza lidió Valdellán, otra ganadería procedencia Santa Coloma que, para dicha del ganadero, cría toros emblemáticos que, las figuras, ni en broma quieren que se les hable de dichos toros. No saben ellos lo que se pierden porque como ocurrió en el pueblo segoviano, dichos toros son la esencia de la verdad, la pureza, la emoción y por encima de todo de la grandeza de nuestra fiesta.

Allí en Riaza pudimos ver la conjunción de muchas cosas emblemáticas, empezando por la calidad de sus aficionados, la grandeza de los toros que se lidiaron y por la actitud de los toreros, todo ello rociado de un esplendor fuera de lugar; más que nada, fuera de las grandes ferias donde los señoritos fingen jugarse la vida y, exactamente es eso, fingir jugarse la vida y otra cosa muy distinta jugársela de verdad, para colmo, en un pueblo, en una plaza portátil y sin apenas un duro como jornal.

El gentío se ha acostumbrado al toro sumiso, el que imponen las figuras que, en realidad, es un maldito sucedáneo de lo que es la fiesta de los toros. Mala cosa que nos vendan oropel por oro y, para colmo, que todavía quede gente que lo compre. Pero sí, las figuras son muy hábiles a la hora de mentir, lo que hacen todos los días pero, a base de publicidad barata, revistas cibernéticas compradas al efecto, todo ello, unido, da como resultado que mucha gente entre al trapo de la mentira.

Los toros de Valdellán no los vemos habitualmente en las ferias porque, desdichadamente, todavía no se ha hecho un hueco en las mismas al estilo de las demás ganaderías encasadas pero, tras lo de Riaza, gracias a las cámaras de Tele Madrid, más de uno reclamará dichos bicornes para corridas de auténtico lujo como ocurrió en aquel hermoso pueblo de la sierra de Segovia.

Festejo interesantísimo en el que pudimos palpar la emoción de comprobar cómo unos hombres se jugaban la vida que, para su suerte, sus enemigos tenían una bravura inmensa, con la diferencia de los borregos de Juan Pedro es que, mientras a los toros andaluces con ponerte bonito todo está arreglado, con los citados de Valdellán no vale la impostura porque hay que torear como Dios manda y, el menor error puede ser fatal. 

Lo dicho, hay que jugarse la vida y los mandones del toreo no están por la labor. ¿Para qué jugarnos la vida si todavía quedan miles de imbéciles que se tragan la parodia que les montamos? Debe ser el pensamiento de todos ellos porque no cambian de actitud. Allí se jugaron la piel Javier Cortés, Fernando Adrián y Román que, cada cual a se manera extrajeron lo mejor que tenían los toros, destacando por encima de todo la labor de Fernando Adrián que además de estar hecho un tío, llevó a cabo dos faenas interesantísimas, yo diría que de un calado extraordinario que, de haber tenido otro escenario de mayor repercusión, a estas horas todo el mundo hablaría de este gran torero que, lo de menos fueron las tres orejas que cortó que se las hubieran dado en cualquier plaza de primera. Lo realmente importante es la forma de torear con la que se entretuvo en darnos dos lecciones de auténtica torería. Tras dicha actuación pudimos comprobar que, Fernando Adrián es otra víctima del sistema porque para el toro encastado, que nadie lo dude, Adrián es el relevo para todos esos grandes lidiadores del toro auténtico que, un día abandonarán pero que, como digo, tienen un relevo apasionante, el torero de Madrid.

Gracias, Riaza; gracias, Valdellán; gracias a Telemadrid nos pudimos extasiar con una auténtica corrida de toros de las que rara vez podemos ver; toros de verdad que, para colmo tuvieron una bravura fantástica, unos más y otros menos, pero con la singularidad de que nadie pudimos aburrirnos y mucho menos bostezar que es lo que sucede cada tarde en las grandes ferias cuando nuestras figuras matan el burro amorfo y, para colmo, hasta les aplauden. Desde luego que, si en un mismo festejo pudiéramos ver tres toros auténticos para compararlos con los burros con cuernos que se lidian en las grandes ferias, sería entonces cuando comprobaríamos en vivo y en directo la gran diferencia que existe entre el toro moribundo y el auténtico como bravo y encastado.

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