Expliquemos con rigor la faena de Morante a su segundo enemigo para que no haya confusiones. Lo vimos todos, pero la inmensa mayoría no se percataron que, tras aquella bella obra no había toro, la prueba es que sus bellos muletazos se los tuvo que arrancar uno a uno porque, entre otras cosas, el animal, de salida, evidenció muy pocas fuerzas, hasta el punto de que las gentes pedían su devolución.
En Sevilla, los «olguitos» se cargaron la tarde, aunque Morante brillara
Pla Ventura
Toros de Lidia/24 septiembre, 2022
Ayer en Sevilla pudimos comprobar una vez más como los toros se cargaban la tarde puesto que, como siempre dije, esos animalitos no son garantía de nada, salvo de exasperación de las gentes. Corrida sin casta, sin bravura alguna, sin el menor fundamento de lo que tiene que ser un toro de lidia. Pese a todo, son los toros que pide las figuras esperando todos que salga el burro adormilado para poder ponerse bonitos. Como sería la cuestión que, el mismísimo Tomás Rufo, que es capaz de cortarle las orejas a una farola, y mira que estuvo bien en su primero pero, tras su obra «cumbre» nadie dijo esta boca es mía por ello ayer se marchó de vacío.
Expliquemos con rigor la faena de Morante a su segundo enemigo para que no haya confusiones. Lo vimos todos, pero la inmensa mayoría no se percataron que, tras aquella bella obra no había toro, la prueba es que sus bellos muletazos se los tuvo que arrancar uno a uno porque, entre otras cosas, el animal, de salida, evidenció muy pocas fuerzas, hasta el punto de que las gentes pedían su devolución. El presidente aguantó el envite y se pudo lidiar el toro. Un animal sin el menor atisbo de casta con un dulce pitón derecho en el que Morante estuvo magistral en esos pases sin continuidad pero, ¿quién pone en duda el arte de Morante? Nadie. Su labor fue excelsa pero, sin la emoción del toro que es lo que buscan siempre los toreros. En realidad, ¿dónde estaba ayer el trapío de los toros? Cierto es que, por el izquierdo el bicorne no estaba por la labor. Fue por el lado derecho donde el diestro andaluz arrancó los mejores pases de la tarde pero, sigo sosteniendo que fue una faena más de Morante, nunca esa obra soñada que muchos habrán pregonado porque, insisto, no tenía toro.
Ya, tras la muerte de su enemigo, la Maestranza volvió a demostrar que no tiene entidad ni rigor porque, tras dos pinchazos y un bajonazo, pedirle la oreja a Morante y, lo que es peor, dársela, me pareció una dádiva estúpida porque podía haber dado la vuelta al ruedo sin el trofeo que, en justicia no merecía pero, como siempre dije, no existe plaza más sencilla para un torero que Sevilla y, tratándose de Morante, mucho más todavía. No cuestiono a Morante, lo que digo es que su faena hermosa la cinceló frente a un toro moribundo que no tenía celo alguno, ni casta ni la emoción que puede producir un toro, aunque sea de las ganaderías de las figuritas que, como sabemos, en la pasada fría de abril, a Morante le salió un toro creo que era de Domingo Hernández, un animal encastadísimo en el que, ahí si estuvo cumbre Morante, nunca en la tarde de ayer en que lo tuyo que hacer él todo, hasta el punto de que el diestro le cogía el pitón al toro, un dato que viene a demostrar que no era un enemigo, más bien un colaborador que, insisto, por el pitón derecho se dejó arrancar muletazos muy bellos.
El resto de la corrida, como digo, los “olguitos” por aquello de Olga Jiménez, dijeron que no querían pelea, como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones y tanto Juan Ortega como Tomás Rufo naufragaron por completo. ¿Cómo se puede pretender hacer el toreo frente a toros descastados, sin ánimos para la pelea? Eso pasó ayer en Sevilla pese a todo lo que quieran contarnos pero, como explico, una faena hermosa de Morante sin continuidad porque como dije tenía que arrancarle los pases uno a uno al “olguito”, al parecer, dejó ahítos de placer a los aficionados de Sevilla que, como una vez más se demostró, se conforman con muy poco. La Maestranza sigue sin rigor alguno y les puede más la pasión de lo que imaginan antes que lo que en verdad vieron y sucedió en dicha plaza.
Nadie podrá quitarle el mérito a Morante en su linda faena en la que, además de artista, estuvo trabajador y constante; parecía que no quería acabar nunca, algo que los aficionados le agradecieron pero, que le dieran una oreja porque era Morante, eso me parece un desagravio para muchos toreros que, en su mismo trance, apenas les han tocado las palmas. ¡Sevilla, no cambiarás nunca! Esa misma circunstancia respecto a los pinchazos le ocurrió el pasado domingo a Fernando Robleño en Madrid en que, frente a un encastadísimo toro de José Escolar, los cabales dijeron que fue la faena del año en Las Ventas pero, por culpa de la espada todo quedó en dos vueltas al ruedo. Pero claro, ya se sabe, una cosa es llamarte Morante otra muy distinta, Robleño. Está clarísimo, tanto tienes, tanto vales. Y otra más distinta todavía es torear en Madrid o hacerlo en Sevilla, la diferencia es tan grande como de la noche al día.
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