Ruíz Miguel suele llevar a su casa a sus amigos cada vez que su corazón se lo pide, algo digno de encomio hacia su bendito ser. Al respecto, en cierta ocasión, Paco llevó a su hacienda a varios comensales a los que quería agasajar y, la primera vez que pisaron su casa, Ruíz Miguel le dijo: “Ahora pasaremos a tomar café a la sala del terror” Y más de uno se estremeció al escuchar al maestro. Claro que, al entrar en el salón aludido todo el mundo comprendió la metáfora porque, el mismo, está repleto de las cabezas de los toros más significativos con los que el diestro de San Fernando ha triunfado por esas plazas de Dios.
Lo dicho, como explico, resulta una anécdota simpática de un hombre singular en su género pero, si profundizamos muy pronto comprenderemos que, el salón del terror no es otra cosa que la efigie que nos muestra la carrera de un torero admirable, de un hombre ejemplar en todos los órdenes que, como alguna vez dije, jamás se apeó del estrado que le correspondía y, como cité en algún que otro momento, tenía motivos para hacerlo porque, su vida, a Dios gracias y a su tremendo esfuerzo estaba resuelta.
En la actualidad, muchos toreros de los de relumbrón, si disecaran las cabezas de los toros que lidian y las colgaran en sus respectivas casas, al salón en cuestión habría que llamarle salón del cachondeo porque, los toros que lidian son eso, puro esperpento, razón por la que no tienen cabeza alguna disecada, sencillamente porque sentirían vergüenza si tuvieran que mostrarla a sus amigos, caso muy distinto el de Ruíz Miguel que, entre otras muchas cabezas pudimos ver la del toro de Miura que le cortó el rabo en Sevilla.
Ruíz Miguel, bajo la perspectiva del tiempo que ha pasado, en la actualidad, lo comentado lo cuenta con una ironía desmesurada; sin apenas darle importancia cuando, ciertamente, sus logros son suyos, de nadie más y, en realidad, muy pocos toreros pueden lucir semejante palmarés. Su leyenda, la que se ha ganado no tiene desperdicio porque no es cualquier cosa, todo lo contrario, es el sentimiento por el que luchó durante muchos años en los que forjó su carrera y su leyenda frente a los toros más encastados de todas las dehesas del mundo. ¿Cuántos toreros de la actualidad, incluso de su época, pueden lucir semejante exposición tan digna como encomiable? Creo que ninguno.
El toreo ha cambiado de forma sustancial puesto que, como en alguna ocasión dije, los toreros aspiran todos a ser figuras para, desde ese mismo momento huir despavoridos del toro que les aportó la grandeza como tales; es mejor el burro adormilado, el que no da cornadas, el que se mata a gorrazos y, aunque no quede recuerdo alguno para perdurar, lo importante es salir ileso de una profesión en la que, desde siempre, el torero se ha jugado la vida, algo que en la actualidad ha quedado como una metáfora al uso, pero muy poco más.
Vítores para Paco Ruíz Miguel y su sala del terror que, como dije, la misma no es otra cosa que la tremenda realidad de lo que ha sido su dignísima carrera, mostrando desde su propia casa la realidad de lo que eran sus enemigos, nunca mejor dicho porque, todos, sin distinción, pretendían arrancarle la cabeza al diestro. Ahora, la torería actual, si ellos vieran por casualidad sala del terror del torero de San Fernando, más de uno le daba un colapso nada más de pensarlo y, como sabemos, Paco Ruíz Miguel lo tornó en realidad. Enhorabuena, maestro.
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