Dax ayer. Fotograma: Plaza Toros TV
"...en Dax, al cierre de su feria “Toros y salsa” (nombre frívolo, pero con mucho devoto público), los toros de Fraile, moderados de volumen y armas, cuatro con el hierro del Puerto de San Lorenzo, y primero y sexto con el de Ventana del Puerto, abrieron un menú de diversas opciones lidiadoras a una terna sevillana que ofició con sus distintas personalidades en una corrida de contenido..."
Mirando a Francia
Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToros / Cali, IX 12 2022
Mientras en América la impostura transideológica criminaliza la tauromaquia, y en España la barbarie ilustrada pugna por amputarla de la cultura y la vida, mirar, aunque solo sea por televisión, hacia la Francia libre reconforta.
Por ejemplo, ayer en Dax, al cierre de su feria “Toros y salsa” (nombre frívolo, pero con mucho devoto público), los toros de Fraile, moderados de volumen y armas, cuatro con el hierro del Puerto de San Lorenzo, y primero y sexto con el de Ventana del Puerto, abrieron un menú de diversas opciones lidiadoras a una terna sevillana que ofició con sus distintas personalidades en una corrida de contenido.
Un Luque cuasi perfecto, un Morante más allá del arte y un Juan Ortega de inefable exquisitez, interpretaron cada cual a su manera los respectivos lotes. Llevando la tarde de la sima a la cima y de nuevo a la sima. Primero el manso al que José Antonio no le dedicó el menor esfuerzo y le malmató, entrando seis veces a paso de banderillas, las cinco primeras contra hueso y la última estocada corta de tardo efecto. Su grey se dividió.
Pero con el cuarto, enrazado y exigente, que se le coló al primer viaje, mostró que su atuendo reminiscente del toreo romántico no solo es para el consumo de noveleros, que también trae dentro un lidiador acorde al ornato. Peleón, se trenzó de tu a tu con el sedicioso en nueve lances y medio, más una larga de la cual salió desarmado y perseguido, pero no desairado. Pues el acoso puso de presente lo seria que iba la cosa. No fue una faena limpia, no fue una faena de languidez ni floritura, fue una reyerta fiera, que la banda y la grada sintieron hondo desde la primera tanda, de seis ayudados altos y bajos, natural, molinete, ayudado, natural y pecho. Algunos de moderna postura y compostura, y otros a la antigua. Y así toda la brega, larga e intensa de lado y lado. Una estocada total arriba con poca muerte, que atrajo un aviso tardío y una espera impertérrita del maestro, lejos, acodado en tablas. Rodó al fin “Langosto” y la petición de oreja no fue toda la que mereció la muy significativa faena.
El tercero, alegre y noble, pero a menos. Juan Ortega brindó con él las cosas más bellas de la tarde. Entre verónicas de saludo y delantales de quite, su inicio genuflexo con la muleta, los adicionales de remate, los seis naturales redondos, lentísimos, templadísimos y ligadísimos echaron las campanas al vuelo. La obra sostuvo la tesitura sublime hasta que “Buscarillo” perdió celo, la porfía sobró, y la media espada en sitio, aviso y descabello dieron un cierre injusto.
El Algabeño había saludado, tras su segundo expuesto par del cual salió perseguido y por poco cazado en tablas. Con el sexto, mansurrón, el trianero atercó lo imposible llevando al aburrimiento: Seis pinchazos, un aviso y un descabello. Le faltó medida a Juan en ambos turnos.
Luque, sin mácula con un noblote soso y también con el bravo de la tarde. Si con el uno la falta de transmisión nubló la exactitud del toreo, con el otro alcanzó la cima como decía. “Malvarrosa”, cornivuelto, negro, número 134, de 538 kilos, atacó pronto y de largo desde que salió hasta que murió. Tomó a galope desde los medios las dos varas de Juan de Dios. Con igual brío las tres chicuelinas y la revolera del quite de Ortega, las cuatro cordobinas, media y larga del de Luque y se les fue encima a los banderilleros. Se dolió, quizá la única peca.
Luego, siguió la muleta, fijo, codicioso y repetido, circundando al torero que no e concedía un milímetro de terreno. “Zocato” diría en le callejón: “a Luque hay que contarle no los pasos que da sino los que no da”. Quietud, economía, precisión, estética y emoción. La plaza rugía ¡Luque, Luque! y para terminar en los medios, tres naturales en círculo, cuatro luquesinas a toro uncido y un estocadón hasta la bola que hizo incuestionables las dos orejas y la puerta grande.
Viendo la desaprensión del público, recordé que en los Campos Eliseos de Paris, bajo una estatua del general De Gaulle, hay una frase suya. “La historia de Francia es la de un compromiso eterno con la libertad”. Que incluye la tauromaquia, por supuesto.
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