Albacete... y Murcia
Avance Taurino, 8 de septiembre de 2022
Aunque es agosto el mes que tradicionalmente acapara la fama como el de más abundante celebración de festejos, en realidad es septiembre el que más suma. Y de los tantísimos que se dan en él, dos ferias sobresalen: las de Albacete y Murcia.
Ya se ha hablado en numerosas ocasiones de la ciudad manchega como una de las más taurinas de nuestra no por nada llamada piel de toro. Además de una interminable nómina de toreros -y la lista se aumenta precisamente este año, con la alternativa de un nuevo diestro hecho en su escuela taurina, José Fernando Molina-, una afición entendida y fiel y la ubicación en su provincia de no pocas ganaderías de bravo, hay otro motivo que genera aquella condición: su ciclo taurino. Un serial que acompaña desde hace siglos a la feria de ganado, establecida oficialmente en 1710, y que se ha convertido en toda una referencia a nivel nacional.
También su vertiente taurina, en proporción al número de habitantes de la ciudad y los festejos programados, se considera como la más importante de todas cuantas se dan a lo largo de la campaña: diez espectáculos de abono para unos 200.000 habitantes la colocan por encima, muy por encima, de Madrid y Sevilla. Y más si se tiene en cuenta, por un lado, el nivel de toro que aquí se lidia, sin nada que envidiar a los que se corren Las Ventas y puede que por encima del que se suelta en La Maestranza, y, de otra parte, la presencia de diestros principales en sus carteles, dando en sus combinaciones ocasión diaria de interés y atractivo. Algo que, por increíble que parezca, no suele suceder en muchas de las programaciones que se ofrecen a lo largo del año.
Un tercer factor se alza como determinante para que la feria de Albacete siga siendo un éxito año tras año: el trabajo que fuera de foco se hace a lo largo de doce meses para que luego todo resulte redondo. Desde el cuidado al abonado, al que se mantiene informado puntualmente y se atiende con mimo, hasta la atención que se presta al aficionado, procurando que mantenga viva la presencia de la plaza y lo que en ella sucede en el período entre una feria y la siguiente. Nada se deja al azar, nada se improvisa y sí que todo se hace, revisa y supervisa concienzudamente y con mucho escrúpulo. Nada suele suceder porque sí.
Un poco más al sur, tres años lleva sin toros la plaza de Murcia, un coso monumental y más que centenario al que la pandemia golpeó y afectó con especial saña, provocando que en 2021, cuando la situación parecía ya controlada y se dieron toros en un buen número de plazas y ferias, un rebrote del coronavirus hizo que se suspendiese un serial para el que ya hasta se habían presentado los carteles.
Nada parece ahora que pueda impedir que la feria murciana pueda volver a disfrutarse y comience a reverdecer no tan antiguos laureles. Es este un evento que desde hace casi un siglo organiza y mantiene la familia Bernal, propietaria también de La Condomina, que logró consolidarla entre las principales del calendario y, desde luego, de este ubérrimo mes de septiembre.
Con la cabeza en su sitio y los pies en el suelo, Ángel Bernal, actual gestor de la plaza, ha sabido dotar a su feria de coherencia y consistencia. No se ha vuelto loco organizando un ciclo desmesurado ni ha caído en la trampa de los toreros emergentes, que encarecen un abono sin que, desgraciadamente, su presencia en los carteles lleve gente a los tendidos.
Estructurada en dos tramos, cinco funciones componen la oferta de este año de la recuperación: una novillada con gente de la tierra -entre ellos uno de los novilleros punteros de la campaña-, un festejo de rejones con la presencia de Diego Ventura, y tres corridas de toros al reclamo de figuras: Roca Rey, Morante, Talavante y Manzanares, que por Murcia tiene muchos seguidores, y los dos principales diestros murcianos, Paco Ureña y Rafaelillo, que se medirán mano a mano con Ferrera en la lidia de toros de Victorino Martín. Otro aliciente añadido.
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