Paulo Campero en la Plaza de Arroyo
DE ESTO Y LO OTRO
Bardo de la taurina
México, 30 de Junio de 2012.-
Sin duda que la vida es maestra de caras ocultas, que sin más, es capaz de tornarse despiadada en la impartición de sus enseñanzas, de las cuales nadie escapa, pero a muchos si se nos escapan y esto obedece a que muchas de las lecciones suelen ser dolorosas, y sí a esas se les puede sacar la vuelta, pues se le saca y de ahí el hecho de que quienes se han forjado en el infierno de los cabronazos son generalmente quienes poseen ese carácter férreo que se requiere para subsistir en este cuerno de la taurina y ¡claro! quienes tienen ese extra, pues sobresalen excepcionalmente y en otros casos hasta increíblemente como el novillero de las esperanzas Paulo Campero, discípulo férreo y tesonero en el aprendizaje hasta llevarlo a la pasión por tatuarse cada lección a fuego en el crisol de los sacrificios, que es donde se ha forjado Campero como el torero de la reminiscencia mexicana, el del eslabón del engarce de aquel collar de perlas que lo fue el de la joyería de la ‘Época de oro’ así de contundente, así de inverosímil, por eso cada vez que corro la película mental de Campero me pregunto ¿Cómo le hace este torero para tener tan adentro y a la vez tan a flor de piel la esencia de la nostalgia? adicionada con la rubricante de la frescura y algo muy importante, sin papel carbón y es que a cada suerte Paulo le imprime ese su ‘Camperismo’ que además de perfumado es temerario, dando como resultado ese impacto que solo los elegidos poseen y que la afición de la Plaza México va a ver en este torero a plenitud, siempre y cuando la empresa no escatime en trapío, edad y kilos aunque ello implique que un bonche de los actuantes como las tortugas fenezcan en la arena apanicados por las olas bravas de las embestidas que brindan las divisas honradas, que aunque parezca mentira todavía existen dentro de la fiesta brava.
Y ya que andamos en profundidades, apenitas compartimos mesa en convergencia con personajes del toro, de esos que chanelan fuerte, verbo y gracia el inmenso pintor taurómaco que lo es, el maestro Reynaldo Torres, el apoderado macizo Román Martínez, Don Guillermo Medina cuyo padre el matador Jorge Medina, recibió la alternativa de manos de Lorenzo Garza y atestiguando ‘El Soldado’ en la tarde en que fue inaugurado en 1947, El Toreo de Cuatro Caminos ¡Casi nada! y también ahí estaba quien promete ser una de las revelaciones de la Plaza México Jorge Rizo el novillero que le devolvió la dimensión al toreo y con ella es capaz de alcanzar el clímax, ese para el que se requiere temple, largueza, seriedad, sentimiento, atributos que a Jorge Rizo se le dan de manera natural y los soporta con una técnica solvente sin que carezca de los chispazos de la imaginación, apoyado todo ello en un valor riñonudo, ante ellos el artista Reynaldo Torres sentenció; ‘El toreo es el sol de la estética a la que si se le suma el don de la personalidad pues se podrá pintar de luz los tendidos y ¡claro! brillaran más los físicamente agraciados’ y agrega ‘Aunque también ha habido ‘mal hechos y feos pero con mucha personalidad’ y cita a Juan Belmonte y a Silverio Pérez, así que con ese rasero ya saben los novilleros que no están bien dotados a que le tiran en cuanto a su calidad torera.
Y ahora solo el deseo de que la empresa capitalina ante el compromiso de solventar doce festejos, no se vaya por lo fácil que es aventar al ‘Comal Monumental’ a 36 novilleros del montón incluyendo los seudos, los fósiles y los verdosos y hasta los pesudo$ para solo librar el trámite, ojala no sea así y apuesten por ratificar, cuajar, descubrir y desarrollar, a chavales que valgan la pena, dándoles incluso el beneficio de que se sientan apoyados por la limitada concurrencia que acudirá a verlos y que lo más probablemente es que lo haga desde el segundo tendido, convertido en general como ya ha sucedido por que la empresa se reserva y blinda para los ‘fantasmas’ adinerados las primeras dieciséis filas que equivalen a 6544 asientos (¿con quien los llenaran?) los cuales solo serán ocupados cuando un novillero como aquel último que lo fue Valente Arellano, sea capaz de sacar a la fiesta del coma en que esta sumida.
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