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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 26 de octubre de 2015

España: Solar de tribus / por Alfonso Lazo



"...Hoy el prestigio de este país en el conjunto del mundo no existe. Cómo considerar serio y estable a un Estado cuyas regiones, desde Andalucía a Cataluña, toman al Gobierno de la nación por el pito de un sereno, ignorando sus leyes mientras se pelean unas con otras por el agua..."


Solar de tribus
 "...mejor la ruina de todos que la unión para salvarse..."

Alfonso Lazo
Diario El Mundo. Publicado el 25/09/2015
NO ES QUE el Estado de las autonomías haya fracasado en su desarrollo terminando por arruinar España y conduciéndonos al próximo domingo 27, es que el invento autonómico fue una idea equivocada que por fuerza debía llevar al desastre. Un proyecto que lejos de favorecer las virtudes del pueblo español hizo resurgir el peor de nuestros vicios históricos: el espíritu de tribu, la tendencia a la disgregación y la insolidaridad entre los territorios que componen España. Mientras tenemos un nacionalismo vasco, catalán, gallego, balear, valenciano... no ha existido nunca un nacionalismo español. Los viajeros del mundo antiguo ya se asombraban de las continuas guerras tribales de Celtiberia. Cuando se redactó la constitución de 1978, en lugar de haber diseñado unas estructuras y principios fundamentales que fortaleciesen la cohesión nacional, se les dijo a las tribus: «Adelante, ésta es la vuestra»; y en seguida las tribus reclamaron mucho más de cuanto se les había ofrecido.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los aliados se propusieron que Alemania nunca volviese a levantar cabeza; de ahí la imposición a los vencidos de un Estado federal. Pero los alemanes no son españoles y no existe entre ellos tribalismo alguno, así es que prosperaron con rapidez. Aquí, Pedro Sánchez quiere ahora reformar la Constitución. Estoy de acuerdo, siempre que sea para recentralizar España y no para dividirla aún más con nuevos privilegios territoriales, sanidad, educación e impuestos diferentes.

Durante los primeros años del siglo XVII, España continuaba siendo la primera potencia del mundo a pesar de tener una estructura dispersa: Castilla, Portugal, Cataluña, Aragón, Valencia, Navarra... eran regiones con sus propias Cortes, leyes y privilegios intocables. Pero cuando bajo el reinado de Felipe IV la Corona pidió a las distintas Cortes de España que contribuyesen militarmente al esfuerzo de Castilla en guerra sola contra ingleses, holandeses y franceses, esas Cortes se negaron. A partir de ahí quedó claro ante los ojos de Europa que la fuerza de la monarquía española era una mera apariencia. España perdió la guerra y perdió todo su prestigio; y en política prestigio equivale a poder.

No cabe engañarnos. Hoy el prestigio de este país en el conjunto del mundo no existe. Cómo considerar serio y estable a un Estado cuyas regiones, desde Andalucía a Cataluña, toman al Gobierno de la nación por el pito de un sereno, ignorando sus leyes mientras se pelean unas con otras por el agua. Menos mal que en Canarias no se descubrió petróleo, porque ahora tendríamos a los canarios reclamando el «derecho a decidir».

En diciembre de 1668, la Flota de Indias compuesta por 22 navíos cargados de plata americana fue capturada por los holandeses. Era un desastre económico, político y militar para toda España. El pintor Pedro Pablo Rubens escribía a un amigo desde Madrid contándole la catástrofe: «Os sorprenderíais al ver que aquí casi todo el mundo se alegra de ello, en la idea de que esta calamidad puede considerarse una desgracia para sus gobernantes. Tal es el poder de su odio que la gente pasa por alto sus propios males por el mero placer de la venganza». Espíritu de tribu: mejor la ruina de todos que la unión para salvarse.

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