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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 20 de octubre de 2015

Los sublimes ejemplos de Ponce y Castella / por Ricardo Díaz-Manresa



Ponce en Nimes y Castella en Logroño son dos sublimes ejemplos de toreros que demuestran por qué son lo que son y que nos reconcilian con el toreo y con la vida. Chapó por ambos.


Los sublimes ejemplos de Ponce y Castella

Estoy con la boca abierta desde las ferias de Nimes y Logroño y creo que es el momento de repetir y valorar –y por supuesto admirar- dos ejemplos sublimes de dos figuras del toreo. Los nombres de Enrique Ponce y Sebastián Castella protagonizan dos gestas que nos dan mucho ánimo para pensar que esto no se puede acabar.

Se ha hablado mucho más del ejemplo –locura para unos cuantos- de López Somón en la de Otoño, repetición de la de San Isidro : torear con las heridas abiertas y sin operar en contra de todos los sensatos y la lógica elemental. Pero Alberto no es figura y quiere serlo a toda prisa ya. Y, para intentarlo, tiene que hacer estas cosas. Le hacen falta.

A López Simón, sí, pero a Castella para nada y a Ponce para nada de nada.

Estamos en Logroño. 23 de septiembre. Mano a mano del francés con Urdiales. Sexto de la tarde. Ya ha cortado tres orejas. Lo coge de muy mala manera. Le rompe la taleguilla por el muslo derecho, parte anterior, cerca de la ingle, lanzándolo por los aires. Lo recoge por el pecho y acojona verlo. Y lo levanta otra vez y le tira otra a la taleguilla por la parte de atrás, con roto incluído. Menuda paliza, que le afecta. Una vez recuperado pienso : ya está mediada la faena y ha cortado tres orejas. Lo preparará para la muerte y encima estamos acabando la temporada : le faltaba ir a Vera y a Pozoblanco. Sí, sí…

Estamos ante una figura del toreo. Se va hacia el toro, le da veinte o más. Tremendo. Lo mata arriba y vuelve a triunfar. Esta vez con ejemplo antológico para los que lo quieran ver. Otra oreja y salida a hombros, a pesar de la paliza.

Díganme qué figura del fútbol, baloncesto, automovilismo, motorismo u otra cualquier actividad hace esto o lo supera. Fuera del toreo, ninguno. Nadie. Por eso son los héroes del presente siglo, de los pasados y Dios quiera que de los venideros.

Castella, chapó. Menuda temporada y menudo final. (Ya no pudo cumplir sus dos últimos compromisos. No lo vieron ni en Vera ni en Pozoblanco).

Pues no se dejen al lado a Enrique Ponce. 19 de septiembre. Feria de Nimes. Le ha dado la alternativa a Roca Rey. Entra a matar a su primero, tras una buena faena. Parece un pitonazo en el muslo derecho, a la altura de la ingle. Pero no. Ha sido un tirón. Y empieza a cojear ostensiblemente. Oreja. Va a la enfermería. Sale para matar el cuarto y sigue cojeando. 

Es peligroso asumir ese riesgo, por dos razones. La primera, porque no está en plenas condiciones físicas con el problema que eso supone. Y la segunda que, para las lesiones de abductores, lo principal es el reposo físico. Se pudo quedar en la enfermería y no salir como le aconsejaron los doctores, según me dijo Victoriano Valencia tras el funeral el pasado viernes por Luis Alegre, en Madrid, en San Fermín de los Navarros. 

Y me enseña una foto del móvil con la pierna de Enrique muy morada. Pues no. Salió al ruedo. Y tenía dos opciones : darle tres y matarlo o, la ilógica, intentar torearlo. Le dio, cojeando siempre, treinta o los que quiso y lo mató arriba. Y otro triunfo. Más grande que el anterior : dos orejas y salida a hombros por la Puerta de los Cónsules. 

Y uno se queda pensando que puñetera falta le hacía a Ponce un toro más o un posible triunfo, pero hizo la gesta, sabiendo además, porque no es la primera vez, lo que significa esa lesión y el tiempo que le lleva para recuperarse. Un mes por lo menos. Y se perdió Zaragoza. Pero en Nimes estaba vestido de luces, de director de lidia y de ejemplo para el peruano que llegaba. Asombroso.

Ya sé que hay que criticar a las figuras cuando se lo merecen y lidian sólo tres o cuatro ganaderías. O se alivian. O no defiende el toreo como se debe. Es lo que hago. Pero cuando Enrique Ponce y Sebastián Castella, o los que sean, están heroicos es justo cantarlos. Y me pongo muy contento al hacerlo. Porque siento el toreo hasta el tuétano y me emocionan estas cosas desde el primer pelo de la cabeza hasta la última uña del pie. Igual que oir en Zaragoza la palabra LIBERTAD, con mayúscula, en su coso de la Misericordia, y corear la canción Que Viva España. Y ver a los niños en Andalucía defender el toreo y las Escuelas de Tauromaquia. Y a cuantos dan la cara por esto, donde y como pueden.

Sublimes ejemplos toreros que nadie supera pero que han merecido el silencio, como siempre, de casi todos los medios informativos.

Ponce, Castella, López Simón y defensores anónimos del toreo : gracias. Bueno, más que gracias : ¡¡graciassssssss!!!. 

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