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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 7 de septiembre de 2021

Adiós a Pedrés: maestro y señor / por Paco Cañamero

 


Se nos fue Pedrés su bohemia y elegante porte manchego. Se fue a los cielos, porque no hay otro sitio más que para este caballero que, nacido en años de penurias, alcanzó tan altas cotas toreras, superadas por ese señorío que le hizo ser tan querido allá donde estuvo, concretamente en ese tridente que han sido su querido Albacete, Alcalá de Henares y los salmantinos Campos del Argañán.

Adiós a Pedrés: maestro y señor

Paco Cañamero
Glorieta Digital / 6 septiembre, 2021
Esta mañana, cuando ya escurre el verano y el amarilleo de las primeras hojas anuncia el inminente otoño y los viejos sabios de la montanera del Argañán miran el cielo en previsión de una magnifica montañera, después que las última tormentas no hayan ‘melado’ la bellota y cuando la Fiesta sigue en su vaivén de las ferias de septiembre se nos ha marchado. En vísperas que en su querido Albacete está a punto de comenzar un nuevo ciclo taurino tras este caos vivido por la Covid y también en Salamanca, donde fue uno más y entre los ganaderos tuvo tanta fama por lo bien que hacía los tentadores, de hecho todas las casas ganaderas charras querían tenerlo con ellos.

Escribo con enorme pena estas líneas por la inmensa admiración que guarde al viejo maestro de Albacete a quien siempre guardé máximo respeto por la caballerosidad de la que hizo gala y ya quedan en lugar preferente de mis recuerdos tantas tertulias al calor de la chimenea en su casa ganadera. Porque era un placer estar con Pedro Martínez ‘Pedrés’, maestro de verdad -ganado por su torería y valor- y fuente de sabiduría de los toros y de la vida, escucharlo mientras desenvolvía los pasos de su camino para recordar su vida artística. De la que protagonizó durante las pasadas décadas de los cincuenta y sesenta cuando, con dos idas y venidas incluidas, se alzó al pedestal de la Fiesta en esa época de excelentes toreros, logrando que su nombre brillase con luz propia.

Pedrés, dependiente de comercio en sus años jóvenes, siguió la estela de otros mozos de la época para cambiar el sino de su vida a través del camino del toro al descubrir el éxito social y económico de los toreros. Esa razón impulsó a aquel chaval albaceteño a sumergirse en la magia de ese mundo, entonces influido por el eco de la reciente muerte de Manolete, del poder de Domingo Ortega, de la torería de Pepe Luis, del poderío de Luis Miguel, del capote de Manolo Escudero, del valor espartano de Chicuelo II.

Con su listeza natural pronto asimila la lecciones y no pasa desapercibido en los ambientes taurinos, pasando a formar muy pronto una impactante pareja con Montero -en ocasiones con añadido del también manchego Chicuelo II- propiciando tal eclosión que hasta se fletan trenes especiales para ir a verlos torear. El extraordinario ambiente novilleril que protagoniza pronto da otro paso tras el debut en Madrid en 1952, saldado con un triunfo grande. A partir de ese instante se le empareja con otro novillero que tiene enamorada a Las Ventas. Con el citado Emilio Ortuño ‘Jumillano’, para formar una pareja sensacional que hace vibrar a Madrid jueves y domingos.

Junto al autor de este reportaje en su finca ‘Los Labraos’, en tierras salmantinas cercanas a Portugal

A final de esa temporada, Pedrés, toma la alternativa y durante tres años se mantiene arriba sumando infinidad de triunfos en todas las plazas de España, Francia y América. Es esa época viaja con frecuencia al campo de Salamanca y allí hace amistad con dos grandes ganaderos de esa tierra, Atanasio Fernández y José Matías Bernardos, el célebre Raboso. Por entonces compra la finca Los Labraos, cercana a la frontera de Portugal y de Martihernando -propiedad de Atanasio Fernández-.

En tal breve espacio de tiempo consolida su nombre en los ruedos y a final de 1955 decide retirarse. Durante esos cinco años frecuenta el campo casi a diario, tienta en todas las casas ganaderas del Campo Charro hasta que, incluso, logra cambiar su interpretación por una más pura y templada, animándolo todos sus amigos para que vuelve a descolgar el chispeante de luces. Lo hace en 1960 por dos temporadas y tras otra de descanso, en 1963 decide regresar a los ruedos. Es su reaparición soñada al torear 69 corridas –muchas de ellas con El Cordobés, del que es padrino de confirmación de alternativa- y consigue el hito de triunfar en Sevilla con una corrida de Urquijo y salir por la Puerta del Príncipe. Sin olvidar un legítimo éxito en el San Fermín de 1964 al desorejar a un Conde de la Corte de inmensa lámina. Aquella última vuelta fue el el broche de oro a una gran carrera que puso fin en Hellín rodeado de los aficionados de su tierra, siempre orgullosos de Pedrés.

Junto al Cordobés, tan vinculado a él en su última etapa en activo.

Desde entonces se adentró en el siempre difícil mundo de los negocios para lograr triunfar a lo grande. Hoy, al cargo de florecientes negocios de gasolineras en distintos puntos del país, también cría toros en su finca salmantina, sin olvidar que en alguna época hizo sus pinitos como empresario taurino y también ayudó siempre a quien se acercó a él. Desde su paisano Dámaso González, tan unido a él; a Julio Robles, que un día le pidió que lo apoderase y Pedrés se lo recomendó a sus amigos, los Camará, quienes se hicieron cargo de él y de su mano llegaron los grandes éxitos de Valencia y otras plazas; a gente como El Soro o más jóvenes, entre ellos Javier Castaño y su hermano Damián, quienes han sido una debilidad del maestro; junto a otros muchos que encontraron confianza y consejo sabio del viejo maestro de Albacete.

Allí, con la simiente adquirida a Pepe Raboso, disfruta de una afición ganadera que le ha dado tantas alegrías. Y junto a la ganadería están a su lado los recuerdos de una vida ganados con el arte, el valor y también su sangre. La de un gran torero albaceteño que destacó en una importantísima época y ahora, siempre abrazado a su señorío y rodeado de su querida familia, es una leyenda vida de la Fiesta.

La leyenda de un hombre que invirtió parte de los dineros logrados con su arte en los ruedos en tierras de Salamanca -fincas, gasolineras, supermercados, locales…- y, desde entonces, sus decenas de empleados lo admiran y quieren -eso es por si solo una definición del afecto que se supo ganar-. Y todo gracias a ese manchego que durante años vivió en Ciudad Rodrigo ganándose el respeto y confianza de sus vecinos, al igual que también el resto de los ganaderos y profesionales de Salamanca. Hoy, cuando el maestro Pedrés acaba de emprender el camino de los cielos vaya este brindis a su persona con el sombrero de mi admiración.

El maestro Pedrés es admirado allá donde está.

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