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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 3 de marzo de 2023

Futuros vacíos / por Jorge Arturo Díaz Reyes


Fonógrafo de Edison. Foto: Norman Bruderhofer

"...No por vestir a lo Espartero se hace uno Espartero. No es igual dejarse las patillas a lo Cayetano Sanz que lidiar lo que lidió. Como tampoco fue lo mismo remedar a “El Sacristán”, que pararse donde llegó, y avanzar, para ser Belmonte…, tan remedado a su vez..."

Futuros vacíos

Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/Cali, Marzo 2023
Cuando le otorgaron a Bob Dylan el Premio Nobel, hacía cinco décadas que poetas y narradores como Jack Kerouac, William Burroughs, o Allen Ginsberg, lo habían pedido para él. Alegando que: "Dylan era uno de los más grandes bardos y juglares norteamericanos del siglo XX y sus palabras habían influido en varias generaciones de hombres y mujeres de todo el mundo”.

Era no mucho más que un adolescente, pero Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia coincidió con ellos: “Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo y revivió la tradición de los trovadores”. Tales cosas recordaba Fernando Navarro en El País de Madrid, el 13 de octubre de 2016, dando la noticia de que al fin el ya viejo autor había sido premiado en Estocolmo.

Explotó entonces una controversia sin precedentes “nobelescos”. Mientras unos aplaudían, otros clamaban por el mundo contra “el desatino de dar a un cantante el máximo galardón de la literatura”. Ignorando, consciente o inconscientemente, que esta nació como canción, que sus obras madres; La Iliada y La Odisea, fueron durante siglos cantos para ser oídos, no textos para ser leídos. “Canta Oh diosa la cólera de Aquiles…”

Bueno. Además, la fusión del blues, el folck y el rock entroncan la obra del norteamericano con profundas raíces africanas, asiáticas y europeas. “Si el pasado no vive en ti el futuro está vacío”, recitaba desde mucho antes de la polémica, en la cual no participó. Es que ni siquiera fue a recoger el premio en la ceremonia.

La cultura, es, pensamiento, sensibilidad, aptitud, disposición acumulados. Así cada nueva generación se alza sobre lo construido por las anteriores. Renegar la propia esencia, (somos nuestro pasado), es impostar el presente y derivar hacia la nada. En la vida, la filosofía, la ciencia, el arte…, y en el toreo que todo lo refleja, también, claro. Hoy, con su muy posmodernista moda “retro”, por ejemplo.

Estrafalaria y fatua. No por vestir a lo Espartero se hace uno Espartero. No es igual dejarse las patillas a lo Cayetano Sanz que lidiar lo que lidió. Como tampoco fue lo mismo remedar a “El Sacristán”, que pararse donde llegó, y avanzar, para ser Belmonte…, tan remedado a su vez...

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