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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 14 de marzo de 2023

Una bronca imperial /por Jorge Arturo Díaz Reyes

Óleo de Jean-Léon Gérôme (1859). Dominio público

"..., las broncas en las plazas de toros bien sea por falta de trapío en algunos encierros, de torería en los lidiadores o exceso de arrogancia en los palcos, no alcanzan por fortuna extremos caligulinos, aunque quizá sí puedan suponer que ganas no faltan de lado y lado..."
Una bronca imperial

Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/Cali, 13 III 2023
Además de augusto emperador, sumo pontífice y dios, Cayo Julio César Augusto Germánico “Calígula” fungía como presidente y empresario de espectáculos, toros incluidos. El más prolíjo de cuantos tuvo Roma. Tanto, que con ello contribuyó a quebrar el tesoro imperial.

Robert Graves, le atribuye la siguiente gestión. Una madrugada, la multitud agolpada frente al circo esperando que lo abrieran para hacerse con las mejores localidades, formó un alboroto que despertó al divino en su cercano palacio. Irritado, envió una compañía de guardias armados para que silenciara y dispersara los amanecidos.

Los pretorianos, molestos a su vez por haber sido llamados tan temprano, arremetieron a los aficionados con tal violencia que causaron varias muertes, entre ellas las de caballeros y notables. Indignación popular.

Desafiante, “Calígula”, no se presentó hasta muy tarde, cuando la concurrencia que atiborraba los graderíos, cansada de esperarlo abucheó su llegada y la exhibición ecuestre inicial. Él, reaccionó iracundo, levantándose e increpando al respetable con su democrática frase: “Ojalá tuviesen todos juntos un solo cuello. ¡Para cortarlo de un tajo!”.

El rencor mutuo subió, y para el siguiente festejo, el omnímodo empresario compró a propósito animales de aspecto lamentable (toros entre ellos) y sustituyó los gladiadores famosos anunciados, por “veteranos, obesos, envarados y asmáticos” que se ganaban la vida por lugares donde el público no era tan exigente. La protesta estalló de nuevo, y allí mismo el glorioso mandó arrojar los más gritones a la arena, donde las roñosas fieras dieron cuenta de ellos.

Esta demostración de poder empresarial y otras hazañas fueron acrecentando la impopularidad del inicialmente amado emperador hasta terminar en su asesinato poco tiempo después. Cuando, según cuentan, transitaba confiado por un túnel que unía su residencia con el querido coso. Muerte que dio paso al reinado de Claudio y luego de Nerón.

Quitando algunos excesos y actualizando escenografía, no es dificil ver en presente aquella pasional relación, público-autoridad-empresario (o productor, como gusta decir Simón Casas).

Hoy, las broncas en las plazas de toros bien sea por falta de trapío en algunos encierros, de torería en los lidiadores o exceso de arrogancia en los palcos, no alcanzan por fortuna extremos caligulinos, aunque quizá sí puedan suponer que ganas no faltan de lado y lado.

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