Foto: Alberto Núñez
'..Se anuncia, pues, la brillantez de la suerte, el regreso del respeto al picador, cuya función en la lidia es decisiva e insustituible. Y se tapará la boca al antitaurino con el mantenimiento ético del primer tercio y la supresión de la sangre innecesaria. Vienen buenos tiempos para el toreo si la tauromaquia vuelve por sus viejos fueros de renovación, los que conservaron los valores esenciales de la corrida y mantuvieron una positiva conexión con la sociedad..'
EN CORTO Y POR DERECHO
La puya que cambiará el toreo (2)
José Carlos Arévalo
La semana pasada anuncié este artículo con el título “El picador, la puya y el caballo”. Y aunque versa sobre los tres, lo he cambiado por el que encabeza estas líneas. Me parece más adecuado.
También los útiles cambian el toreo: dos ejemplos
*Hace unos siglos -la fecha exacta es indatable- a un capeante se le ocurrió introducir un palo bajo su capote para fijar más la embestida del toro en la suerte de matar. Y gracias a ese palo, a un humilde palo, existe el toreo de muleta, hoy decisivo para dar o quitar el triunfo al matador.
*En el año 1928, el general Primo de Rivera impuso el peto protector al caballo de picar. Su decisión fue virtuosa por sus positivas consecuencias:
1ª. Como el toro era ya más bravo y el caballo estaba defendido, la suerte duraba un poco más, lo que dio al ganadero una información pormenorizada del comportamiento del toro. Consecuencia: la selección genética se hizo más solvente y la bravura evolucionó con mayor rapidez.
2ª. El toro atemperó sus embestidas a la par que el matador, más informado sobre su comportamiento, depuró su toreo de capa y muleta.
3ª. Se equilibró éticamente la suerte de varas, ni a favor del toro ni del jinete y su montura. Persistió la emoción y floreció el arte de picar.
4ª. La erradicación de la muerte equina en el ruedo paralizó la campaña antitaurina hasta finales del siglo XX.
5ª. La lidia adquirió su más alto desarrollo en los tercios: Mantenida emoción y mejor ejecución del puyazo; brillantez en el tercio de banderillas, todavía protagonizado por gran número de matadores; y el toreo de muleta, con un toro más bravo y atemperado en varas, ganó en extensión y en intensidad. La inclusión del toreo ligado en redondo impuesto por Chicuelo engrandeció el tercer acto de la lidia hasta convertirlo en su dilatada conclusión, imperativa para determinar el triunfo o fracaso del torero.
Conclusión: los útiles juegan un papel decisivo en la invención, evolución y mejora (o deterioro) de la lidia y el toreo. Y en la aceptación del hecho taurino por parte de la sociedad.
También los útiles obstaculizan el toreo. Un ejemplo: la puya actual
Condicionantes que explican la perniciosa puya reglamentaria:
1º. La puya de los años 70 era más grande pero menos invasora que la todavía vigente. ¿Por qué? Porque el picador aún picaba sobre un caballo frágil de 500 kilos protegido por un peto amplio pero maleable. Hasta aquella década, el picador empleaba un 80 por ciento de su trabajo en defenderse (y a su montura) y un 20 por ciento a picar.
Hoy lo hace montado sobre un caballo de 650 kilos o más, férreamente protegido y con un peto tenso como una tabla que impide romanear al toro. Así pues, la tesitura es exactamente la inversa: el montado pica casi en absoluta impunidad, lo que explica la animadversión del público hacia el picador. La de varas es la única suerte en que el espectador no se solidariza con su semejante en el ruedo. Y con razón. Torear plantea un requisito ético, jugarse el tipo, que se cumple en todas las suertes menos en una. Al menos en apariencia. ¿Por qué el público de los toros se pone de parte del toro en la suerte de varas?
2º. A la anterior tesitura hay que sumar un cambio planteado por el toro actual. Más bravo, se entrega encelado a una pelea desigual: su gasto energético es enorme y aunque la cruceta limita la penetración de la puya, la carne del toro cede y la trayectoria de la herida suele duplicar el largo de la puya. Por eso, cuando el puyazo cae trasero puede herir la columna vertebral, menos protegida por una masa muscular más fina, provocando un dolor que el toro no puede gestionar, lo que rompe la fijeza de su embestida o la acorta o la malea. Pero cuando el puyazo, además de trasero cae bajo, en muchas ocasiones perfora la pleura y entra en el pulmón, produce neumotórax y para definitivamente al toro. Los análisis post mortem del toro demuestran que estas lesiones son más comunes de lo que se suponía.
3º. A mayor abundamiento, la puya vigente presenta dos errores de diseño que deterioran las embestidas del toro. Uno es el tope que separa la pirámide incisiva de la base cilíndrica de la puya. Actúa como un obstáculo a su penetración, y al insistir el picador en la recarga sobreestimula la agresividad del toro, transformando la bravura ofensiva en genio defensivo. Y el otro es el cuerpo de la pirámide dividido en tres planos rematados por tres aristas muy vaciadas, un diseño que facilita el acto de barrenar, antítesis del arte de picar que provoca grandes boquetes sanguinolentos muy destructivos. Si, además, el puyazo cae delantero y bajo puede dañar la escápula y producir una desasosegante pérdida de combatividad en el toro, por bravo que sea.
4º. El toro de nuestros días, por su edad cumplida, su saneamiento cíclico, su selección genética, su nutrición científicamente formulada y su preparación física para la lidia, es el toro más serio de la historia del toreo. Y, sin embargo, lo primero que hace al salir a la plaza es perder la partida. Receptor de un solo puyazo autoinfligido por su bravo empuje, o atacado por el poderoso, voluminoso e inexpugnable caballo, el segundo puyazo se simula en las plazas de primera, y en las demás, reglamentariamente, se cambia de tercio. El público lo percibe como uno, y aunque en realidad son tres en uno, el desprestigio se cierne sobre un toro que antaño habría dado un gran espectáculo y acrecentado su prestigio letal. Lógico es que, a pesar de su trapío, suma en el desánimo a la grada y que el toreo, por muy cabal que sea, pierda la emoción que realza al arte de torear. Nunca la suerte de varas estuvo tan desequilibrada en contra del toro. Jamás se pudo suponer que el toreo de capa se quedaría sin sitio en la lidia. Nadie habría creído que un día el quite en dicha suerte se haría al toro y no al jinete y su montura.
Foto: Alberto Núñez
Las prestaciones de la puya innovada
La capacidad de autocrítica es una prueba de salud. En la fiesta de los toros ha jugado un papel decisivo e ininterrumpido. Probablemente sea la corrida el espectáculo que más ha variado desde su fundación hasta nuestros días. Un festejo del siglo XIX sería irreconocible para el aficionado actual. De hecho se han cumplido los deseos de Paquiro, expresados en su Tauromaquia, de que la evolución del toreo corriera a la par que la evolución de la sociedad. En este siglo el conocimiento científico y su aplicación tecnológica han dinamizado el progreso de la humanidad en multitud de ámbitos. Y el de la tauromaquia no ha permanecido al margen.
Hoy sabemos, gracias a la investigación fisiológica y biológica sobre su naturaleza orgánica y sus mecanismos hormonales, por qué embiste el toro, como palía su estrés, bloquea su dolor y acrecienta su combatividad gracias al estímulo de los útiles del toreo. Hasta tal punto que en el futuro no serán considerados como armas de castigo sino como instrumentos artífices de una doble acción, estimulante de la bravura y paliativa de su dolor. Y también desmontará creencias erróneas, como la de que la sangre derramada por el toro en la suerte de varas lo descongestiona y atempera.
Pero su divulgación científica no es el objeto de estas líneas sino el de anunciar que la puya innovada por el único taller de utillaje taurino de vanguardia, el del ex matador Manuel Sales, asesorado por científicos expertos en el toro de lidia y en colaboración con industrias de alta tecnología, cumple el objetivo de atemperamiento asignado a la suerte de varas y anula la acción destructiva de la puya actual. Por lo siguiente:
Su tamaño, idéntico al de la puya andaluza, del País Vasco y de Castilla y León, garantiza la perfecta sujeción del picador en la suerte.
La eliminación del tope entre la pirámide y la base de la puya multiplica su eficacia incisiva, permite la rápida rectificación del puyazo cuando ha caído en mal sitio y garantiza la estabilidad del picador en la suerte.
La sustitución de la pirámide cilíndrica de tres aristas por la de cuatro aristas impide la acción de barrenar y ha demostrado en centenares de pruebas de campo, con toros de todos los encastes, que no hay relación entre la abundante sangría y el atemperamiento de la embestida.
Las múltiples pruebas de campo han concluido que con la puya innovada el toro bien atemperado puede tomar las tres varas, con sus quites correspondientes, sin merma alguna del número de embestidas a la muleta.
La coyuntura taurina es propicia a la renovación de la suerte de varas. Aporta una buena nómina de buenos picadores, un caballo domado para la mejor ejecución de la suerte, el cual siempre debe pesar más que el toro, al que espera parado mientras que éste, a distancia y en movimiento, actúa con ventaja. Aunque, eso sí, su peso deberá ser controlado por las autoridades de la corrida, así como deberá supervisar como antaño que la puya no haya sido manipulada.
Se anuncia, pues, la brillantez de la suerte, el regreso del respeto al picador, cuya función en la lidia es decisiva e insustituible. Y se tapará la boca al antitaurino con el mantenimiento ético del primer tercio y la supresión de la sangre innecesaria. Vienen buenos tiempos para el toreo si la tauromaquia vuelve por sus viejos fueros de renovación, los que conservaron los valores esenciales de la corrida y mantuvieron una positiva conexión con la sociedad.
Burladero.tv / 24 de Enerode 2025
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