Así Elisa Mouliaá (Elisa Mu-liá), la mujer de la que presuntamente abusó Errejón, que se fue al programa De Viernes..'
Así Elisa Mouliaá (Elisa Mu-liá), la mujer de la que presuntamente abusó Errejón, que se fue al programa De Viernes.
Allí, entre otras cosas, podíamos medir su dimensión de diva, su magnitud estrepitosa al lado de ‘genias’ catódicas absolutas.
Un poco antes hablaron del bebé de Anabel Pantoja, que está ingresado en el hospital. Intervino Terelu Campos: «Mi hija escribió y Anabel le contestó; no un mensaje de texto sino una serie de emoticonos que yo, evidentemente, no voy a desvelar y que reflejan dolor».
También estaba Bárbara Rey, en el infinito careo con su hijo repudiador, artísticamente Ángel Cristo Rey. Esta historia es mucho más interesante que su rollo con Juan Carlos I y el CNI porque además ya se ha convertido en una larga partida de ajedrez con su nuera, Ana Herminia. Ver a Bárbara Rey hablar de ella era como ver al áspid a cámara lenta administrar su veneno:
«Ángel tiene una gran dependencia de ella. Cuando había que comunicarse con la madre de su niña (a la que yo considero mi verdadera nuera), los mensajes los escribía Ana Herminia». Tampoco Ana Herminia es cualquier cosa. Días antes, había acusado de agresión a un concursante de Gran Hermano. La violencia consistió en que él posara una mano en su rodilla. Lo asombroso es que estaba rodeada de cámaras, que lo vio todo el mundo, desde todos los ángulos. Al menos no se tiró al suelo a hacer la croqueta como un futbolista.
Este era el elenco. Y cómo sería la cosa que Elisa Mouliaá consiguió, al poco de empezar su entrevista, reinar sobre el programa con un nivel de incoherencia insólito. El sí es sí, el no era no, y el sí puede ser no y el no puede ser a lo mejor. Ser abogado de Errejón es ahora mismo el trabajo más fácil de España.
Un político acusado de abuso es el argumento de la serie Anatomía de un Escándalo. Sorogoyen podría hacer otra aquí partiendo de la noche de los dos. La historia común: te meto ficha por el Insta, nos vamos al Telegram (el ideal: la vida sin hemeroteca), quedamos, una birra, una fiesta, unas copas, un plasta que pone a Los Secretos… Elisa acusa a Errejón de haberle echado algo, de sumisión química, como si Errejón, con sus chapas, necesitara sustancias para adormecer a una mujer. Pero tampoco es que le acusara. Dijo que a lo mejor porque no recuerda cuando bajaban las escaleras.
Al final, el caso de Errejón podría tener consecuencias. Coincidiendo con la derrota en EEUU del feminismo metoo, y tratándose de un eximio feminista, podría reducir al absurdo la versión española del neofeminismo, abanderada por un ministerio y una elite de periodistas trepas como no se ha visto en Occidente. El juicio al feminista Errejón y estos testimonios de consistencia, digamos, liviana podrían devolver todo a una dimensión más normal. Bajar un poco el suflé. También podría ser que esto no tuviera efecto ya.
Porque lo que está en juego es si la mujer española, votante fundamental de la izquierda, se somete a las reglas de la lógica o definitivamente emprende el vuelo hacia las regiones moulinianas de la incoherencia, el Barrio Sésamo que le ofrece el PSOE; el iba a violarme, pero me fui con él, pero no quería estar allí, pero subí, pero fue horrible, pero luego le escribí…
Elisa Mouliaá comunicó que desde ese episodio («que no me afectó») está medicada. Por eso el aumento de peso, explicó nonpetitamente (la dictadura de lo normativo, otra vez). Hay algo simbólico en ello. Una generación de mujeres urbanas y crédulas podrían alegar en el futuro haber estado todos estos años bajo un shock neuroquímico producido por el dolor. Una patología causada por la decepción de un discurso abusivo y engañoso (el de la izquierda pichabrava). Elisa les ofrece un espejo pero también una salida hacia la normalidad, un retorno airoso: hemos vivido bajo el signo del dolor por un patriarcado disfrazado, emboscado como un lobo priápico con piel de cordero errejoniano. No éramos nosotras. No hemos sido nosotras.
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