'..sería otra forma que adopta la demonización de Vox. Demonizar no es solo denigrar, vilipendiar, negar la palabra o tergirversar. También robar sus medidas para normalizarlas y hacerlas menos atractivas o lanzar una OPA hostil a un espacio político e ideológico..'
OPA pepera al trumpismo
HUGHES
Iba muy en serio Ayuso con su mensaje a Trump. Su gobierno puede contar para lo que quiera con la Comunidad de Madrid. Es más, ella «personalmente», le va a explicar a Trump lo que es España. Quizás veamos pronto una cumbre Washington-Sol.
El PP, que apostó por Kamala, salió como pudo del trago de ver a Trump en la Casa Blanca y a Abascal en Washington. La consigna, reconocible, fue comparar a Trump con Sánchez, lo que han venido haciendo durante años. Aquí de un modo menos agresivo: «Estamos nosotros para hablar de Trump con Sánchez en la Moncloa…». Sémper llamaba a superar «discrepancias ideológicas de fondo».
Por supuesto, el PP madrileño o liberalismo de Pozuelo tenía que desmarcarse, desligar el verso. Lo hizo Ayuso, que no comentó nada del decreto trumpiano contra el ius soli («Señor Trump, estos jóvenes son tan americanos como usted») y por supuesto Esperanza Aguirre, la Thatcher que entre todos nos dimos. Ella es muy de Trump, salvo en una cosa, los aranceles, porque a nosotros a libre comercio no nos gana nadie (mientras lo dice, un montón de señores se suben contoneantes los calcetines raros) ¡Pues buenos somos en la anglosajonia mesetaria! Hace unos años, Esperanza Aguirre no comparaba a Trump con Sánchez sino con Pablo Iglesias: Trump era «siniestro, repulsivo y repugnante».
Pero el PP madrileño es ya trumpiano como el que más. ¡A la cola, fachas alt right! ¿Que Vox ha estado años en la travesía del desierto? Pues que aparte y aporte (los votos). Si todo lo patrimonializan, si todo es suyo por derecho, ¿cómo no iba a serlo esto también?
El trumpismo sobrevenido de Ayuso es perfectamente compatible con su cortejo a los intelectuales del centrismo exsocialista adictos al manifiesto (itinerante troupe de la Tercera España), que han estado azotando durante años a Trump por populista y poco neuronal, llegando incuso a pedir el control público de la posverdad como cualquier Bolaños de la vida. Por un lado esto, por otro, y a la vez, nos apuntamos al trumpismo en su faceta libertaria que ahora representaría la pareja Trump-Musk. No es que haya aquí ningún fabricante de cohetes esperando participar, sino más bien probables extractores de rentas públicas o derivadas. Pequeño detalle sin importancia que no puede distraernos de lo principal. En el ayusismo convergen el centrismo exC’s y el liberalismo anglobaturro de, entre otros, Losantos, azote maníaco de Vox. En su emisora estuvo explicando el trumpismo… Espinosa de los Monteros. ¡Eppur si muove!
Se produjo aquí algo curioso. El ayusismo en su faceta turboliberal (repetimos que hay otra socioliberal), que ya ha querido llevarse a Milei a su terreno, dio altavoz, eco y rebombori a Espinosa como posible émulo español de Milei. Lo hizo sin mucho disimulo. Si Ayuso se expande hacia esa dirección, ¿qué sentido puede tener promover desde el mismo ayusismo otro ocupante del espacio imaginario entre ella y Vox?
La mejor forma de matar un espacio es llenarlo de gente.
En la derecha española, una parte del tiempo se escucha lo del voto útil y el resto se fomenta una pluralidad de partidos, protopartidos, personalismos y espacios dignos de la izquierda malasañera.
¿Creen que ya está bien con esto? No. Aun nos queda el centro.
El centro ha muerto, dirán muchos. Eso parece con solo ver el futuro político de personajes que hace una década eran el modelo a seguir, Macron o Trudeau. El centrismo ideológicamente está bajo mínimos: Trump supone un cuestionamiento del Estado administrativo, del cambio climático, del espíritu geopolítico tras la caída del Muro, del bruselismo, de los ataques de virtud liberal mundial, del globalismo opensociety o de lo woke. Diríamos que el centro ha muerto pero en absoluto han muerto los centristas, que como sabemos son lo contrario de los entrenadores de fútbol y jamás serán pillados en la frase «yo muero con mis ideas». El centro muere, ¡vivan los centristas! Y ahí tenemos en los últimos tiempos, por ejemplo, los economistas Fernández-Villaverde y Garicano (ex Ciudadanos) descubriendo de repente la complejidad del fenómeno inmigratorio.
El inefable Enric Juliana señaló hace unos días que alrededor de las ideas de los dos podría haber una entente entre Vox y el PP. Les concedía una función de pegamento.
Hay tráfico de repente en ese espacio, antes desolado y ahora pululante, y quieren aprovecharse del prestigio de Milei, de Elon Musk, de la oficina DOGE de eficiencia gubernamental o del Trump que ha vencido a lo woke (a woke muerto, gran lanzada). El espacio de «más motosierra» de Milei que pide Varsavsky, teleco-empresario caído del caballo inmigratorio en París y ahora trumpiano, o discursos contra la burocracia española como el del también empresario Francisco José Elías. Hay un caldo de cultivo. En cierto modo, a su estilo, por ahí iba Alvise con su improvisado liberalismo de cryptobros. Esa ladera de la derecha antes llamada populista, ya con credenciales, será desdiabolizada por un sector del peperismo y del centrismo que parece haber lanzado una opa al trumpismo. Pero esto sería otra forma que adopta la demonización de Vox. Demonizar no es solo denigrar, vilipendiar, negar la palabra o tergirversar. También robar sus medidas para normalizarlas y hacerlas menos atractivas o lanzar una OPA hostil a un espacio político e ideológico.
Cuando a Vox le toca recoger el prestigio internacional de su muy solitaria posición y vislumbra un espacio político claro de llegada (auténtica autopista) aparecen estas formas de bandidaje ideológico, de okupación política.
Lo que está en juego es esencial. Si hay Musk o hay DOGE en EEUU es por la fuerza del movimiento trumpiano nacional. Por Trump y una lucha real contra el establishment. Por otro lado, Elon y los gigantes tecnológicos le abrieron a Trump la puerta de Internet. Este llamémosle liberalismo madrileño ni tiene la genialidad anticasta e inmoderada de Milei, ni tiene satélites o redes sociales que ofrecer. Tienen las televisiones y las radios. pero esas no las sueltan. Son, por tanto, movimientos parasitarios y hostiles.
El centrismo es ley de vida. Si algo va bien, aparecerán los centristas a libar. Donde haya futuro y potencialidad, energía, aparecerán ellos, con su característico desparpajo y las virtudes ciertas de la trashumancia. Son formas aceptadas de oportunismo ideológico, pero tienen mucho que aportar. En cierto modo, indican salud. ¡Donde hay pelo hay alegría! Pues el pelo son los centristas.
Pero lo que se dibuja alrededor de ese espacio, de la nueva derecha en su vertiente exitosa y optimista, de esa dimensión libertaria que brota de una cierta radicalidad (raíz común cercana al sentido común), parece más bien otra cosa. Y hay que decirlo con su nombre: es una forma de socavar a Vox, de bloquearlo y de lastrar cualquier opción de nacional-populismo (palabras que escribo cargadas de virtudes y connotaciones positivísimas, pero pongan otras si quieren). Donde lo radical se haría futurible, y lo disruptivo creativo, en esa pequeña posibilidad, ¡ahí vienen lo de siempre con su martingala!
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