"LOS TOROS SIN SANGRE" EN LAS VEGAS
(Don Bull con Zotoluco y el Conde)
"A Don Bull...por el bul"
Por Bocanegra
Viernes, 25 Septbre. 2009
Algunos dirán que no importaría se ejecutara tan gallardoniano acto, porque, en todo caso, se protegería la zona de castigo con el socorrido parche de velcro que evitaría la onerosa y cruenta acción, al igual que la “toricida” en la ya tristemente famosa feria de Las Vegas.
¡Anda y que le den….!
¿Es eso es lo que habrán pensado los toreros españoles contratados para El Dorado taurino, después del ver el fiasco de las primeras corridas celebradas?
Pues ya lo podrían haber pensado antes, hombre; porque Don Bull no le ha puesto a nadie una pistola en el pecho, a pesar de la mala reputación de la viciosa ciudad americana que ya hace tiempo se tapó con su particular velcro para disimular su negra y cruenta historia, tan bien llevadas a la filmografía de Hollywood.
Desde un principio, la opinión generalizada de los aficionados, ampliamente difundida, catalogaba el espectáculo anunciado en Las Vegas como una charlotada, una grotesca simulación de la corrida, un atentado contra la esencia misma de la Fiesta, que erosiona gravemente su imagen, al tiempo de originar nefastas consecuencias como el de reforzar la causa de los movimientos antitaurinos en Hispanoamérica.
Los toreros que se contrataron voluntariamente en pos del famoso y cuantioso dólar no tuvieron en cuenta las buenas razones expuestas por el común de la afición y por voces muy autorizadas.
“La pela es la pela”, que diría Balañá, y que seguro repetirá, tapado, desde su vergonzante burladero blindado por su velcro progresista, cuando ofrezca en venta la Monumental de Barcelona a su antitaurino ayuntamiento.
Con la “pela”, con cara de Lincoln, soñarían los cándidos españolitos cuando se comprometieron con Don Bull a pesar de todo.
Y por la “pela” se caen del cartel, ¡horror!...la plaza vacía, y a Don Bull…lo dicho, por el bul.
(Julio Benítez simula la suerte de matar con banderilla sobre velcro)
Ahora, algún espada “rajado” levanta la bandera de la dignidad para justificar su “ espantá” – desde luego que las hay más toreras - diciendo que “nadie se va a hacer publicidad a su costa”; “manda huevos”, que diría el beatón penitente cartagenero; y para que la desfachatez galope en collera, se le une el plumífero adosado de turno adobando de dignidad el gesto de los “rajados”, y "tocar los costados" a otros espadas que, de momento, mantienen su compromiso de cumplir con lo firmado.
Ya resulta paradójico que en la ciudad del vicio, dónde la mafia sangrienta ha cimentado un imperio en mitad de la arenas del desierto de Nevada, un estado forjado originariamente al son del Colt 45, dónde aún revolotean algunas plumas de bravos indios de piel limpia, sin un peto de velcro que la resguardara de la ira anglosajona, se exija como condición sine qua non para lidiar un toro, que no se le haga pupa: ”TOROS SIN SANGRE”, anuncian a clarín y timbal.
Ay la sangre en Las Vegas, la soga en la casa del ahorcado. Pedro Haces, alias Don Bull, ni cuelga de una viga, ni la ciudad, tabernáculo orgiástico, es su casa.
Don Bull es mejicano, es precisamente un hispano que se declara amante de la Fiesta Brava el que acomete el despropósito del simulacro festivalero incruento. Si al menos hubiera sido un gringo….., como aquel brigadier yankee que prohibió los toros en Cuba tras cubrir la isla de sangre de héroes españoles, a los que tampoco tuvieron la oportunidad de cubrir sus cuerpos con tan moderno elemento como el velcro.
Pero no, Don Bull irrumpe en el ruedo y emplea todo su brío en organizar y rematar su obra, lo que es muy libre de hacer en el país del zaíno Obama.
Quién lo iba a decir en el otrora terruño de la black blood, dónde sus antepasados tampoco gozaron del privilegio de los toritos de Las Vegas, y nada impedía que sobre su piel negra brotara la sangre esclava por la “lidia” que se les daba.
Don Bull no se arredra, salva todos los impedimentos habidos y por haber, hace inversiones millonarias, convence a las autoridades salvaguardando su hipocresía con el carácter incruento del espectáculo, obtiene todos los permisos y…..tararí a las cinco de la tarde.
Quizás Martin Scorsese, en la ficción del celuloide, recrearía una escena en el ampuloso despacho de un casino implorando Don Bull la bendición para sus “Toros Sin Sangre”.
Sería descabellado que para ello, el guionista le hiciera viajar hasta el lejano, aunque entrañable, pueblito italiano de Corleone.
Resulta imparable este Bull, brave bull, para preparar una guasa a costa de la dignidad de la Fiesta Nacional Española.
La feria, interrumpida por los “rajados por la pela”, se aplaza y se reprograma con los toreros que permanecen leales y otros nuevos contratados.
Bueno es cumplir un contrato, pero no es de recibo que se formalicen para este bodrio taurómaco.
¿Qué necesidad tienen las figuras del toreo en sumarse a semejante feria?
¿Acaso le han hecho una oferta que no podrán rechazar?
De Don a Don.
De Don a Don.
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