la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 7 de septiembre de 2009

LA GOYESCA DE RONDA

RONDA, UNA TARDE EN LA OPERETA

Por Bocanegra
/deltoroalinfinito.-Madrid, 09/09/2009
A esto han llevado a la corrida goyesca de la histórica Ronda, a un espectáculo de opereta, una fiesta frívola en un histórico templo de la tauromaquia, dónde el simulacro de lidia se muestra en todo su esplendor, adornado por el notición de la semana, el estreno del traje de Armani para Cayetano, de opereta naturalmente.

De opereta es el gentío que convoca el acontecimiento y viaja al tajo rondeño con aires de figurante afectado para codearse con “lo más granao de toa España”.

Los tendidos abarrotados por la frivolidad ansiosa de un asegurado festín a costa de un festejo taurino, a costa del sentido profundo y transcendente que conlleva principalmente una corrida de toros, cual caldo de cultivo idóneo para generar entusiasmos irrefrenables o excesos populacheros que, para mejor recreación ambiental, bien podrían haber acicalado a los asistentes con un traje de la época de Don Francisco el de los toros, incluido en el valor de la entrada, que daría para eso y para más, al precio que están…..

Aunque no hay que hacerse ilusiones, ya se sabe que el hábito no hace al monje y en nada recordaría dicha indumentaria a las aguerridos ciudadanos de aquellos tiempos, cuando las plazas de toros eran caja de resonancia de inquietudes sociales y posicionamientos políticos, incluidos los de los toreros, cuando los partidarios del afamado espada, el liberal Juan León, se enfrentaban virilmente en los tendidos a sus rivales del realista Antonio Ruiz “El Sombrerero”.

Eran, entonces, unos espectadores instalados en la exigencia del pundonor, del buen torear y bien estoquear, que hacían superarse a los toreros en la seriedad y ante la adversidad; de tal forma que una bronca del público rondeño, llevó a la figura de la época Curro Guillen, contemporáneo del gran Pedro Romero, a tan desmedida entrega que le costó la vida; ensartado por un cuerno del toro de nada sirvió el desesperado quite de su discípulo Juan León colgado en el otro pitón.

La memoria de su gallardía y de su infortunio nos ha dejado una copla que bien define aquella época, la del reinado del felón Fernando VII:

“Bien puede decir que ha visto
Lo que en el mundo hay que ver
El que ha visto matar toros
Al señor Curro Guillén”

Los restos del utrerano Francisco Herrera “Curro Guillén” reposan desde aquel nefasto día de 1820 bajo el ruedo de la Plaza de la Maestranza de Ronda.

Nadie va a desear que aquello se convierta en un campo santo, además este torero ha sido el único en morir en la esta plaza, pero desde luego la actitud del público de romería no va a excitar celo alguno que empuje a alguien a la frontera del arrojo, si no es por la propia responsabilidad, voluntad y entrega de los espadas.

Oh sorpresa, el pueblo clama en Ronda ¡Qué barbaridad, señor!
Pero la ira no brota por el precio de las localidades, ni estalla por la integridad y trapío de las reses que se lidian, ni por la omisión y escamoteo de suertes obligatorias, o por la actitud irrespetuosa de algún lidiador, no; la furia se dirige contra la Autoridad en peticiones populacheras de trofeos, frívolas y desmedidas, desembocando en alteraciones de orden público, como en el caso reciente, para forzar a la presidencia a incumplir claramente el reglamento taurino concediendo premios inmerecidos, o a ceder para se lidien “toros de regalo”.

Así está la goyesca de Ronda, y quizás así tenga que ser.
Otros beneficios aporta a la aureola de la Fiesta, y hay que reconocerlo.
Lo peor es que vemos como el escenario ya suele ser itinerante y se monta en cualquier plaza al conjuro de algún torero del suspiro y del vahído, por lo que no estaría de más que el bizarro modista italiano le echara valor y “regalara un sobrero” para que semejantes vestidos de opereta realzaran algún cuerpo torero más, de aires romanceros, “agitanaos” a ser posible, o de condición “divina” cuando el verbo se hace piedra; así emanaría más dulcemente el ripio literario desde la adulación por los recónditos complejos edípicos.
De opereta, vamos…..

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