NOVILLOS DE
“TRINIDAD” Y “CONCEPCIÓN”
FERNANDO TENDERO
JUAN FRANCISCO ALMEIDA
ÁLVARO MONTES
El español Fernando Tendero resultó herido grave al entrar a matar al primero del festejo.
El ecuatoriano Almeida cortó una oreja
El rejoneador Álvaro Montes se fue de vacío
ORGULLO GANADERO
Quito, 5 de Diciembre de 2009
Del “Toro al infinito” Blogspot
Había que ver la cara de satisfacción del ganadero Herdoíza y de su administrador Polo Rosero cuando sus novillos salían esplendorosos de lámina por este ruedo de Iñaquito a los pies del Pichincha.
Sus pelos castaños y jaboneros relucían bajo el sol aplastante andino que no quiso abandonar esta vez su privilegiada barrera para ver las buenas hechuras de las reses de “”Trinidad” y Concepción”, su excelente trapío y limpieza de pitones conformaban unas anatomías que recorrían el ruedo quiteño con el tranco del toro bravo y noble, acudiendo a sus cita con los caballos con la prontitud y formalidad propias de un cumplimiento del deber, y buscando las grupas del caballo y las telas ondulantes en tarde de viento con nobles, largas y humilladas embestidas.
Ésta fue la tónica de la novillada, unos más y otros menos, y muy pareja en presentación y juego.
El público silicitó el indulto del 2º con el hierro de la “Concepción”, negándolo la presidencia para premiarlo su vuelta al ruedo. Igualmente podría haberle perdonado la vida a los siguientes si hubieran caído en mejores manos, sobre todo el sexto que ofrecía unas condiciones no vistas en ninguna otra res en lo que va de feria.
De seguro que la alegría justificada del ganadero formaría collera con la rabia y el sentimiento de impotencia al comprobar cómo sus reses, iban siendo desaprovechadas en una tarde de despropósitos lidiadores.
Fernando Tendero fue el que mostró más capacidad, empleándose con ilusión, entrega y valor en lidia de un primer novillo con fijeza y clara embestida, a pesar del alevoso y bajo puyazo que recibió y que acusara ya en las postrimerías del último tercio.
La fe y decisión de Fernando puestas en la suerte suprema le hizo ser prendido por el astado para cornearle en el suelo, el cual fue estoqueado, por así decirlo, por ecuatoriano de la terna y de nombre Almeida.
Mala suerte la del torero manchego y mala suerte la del ganadero riobambeño al quedarse “sólo ante el peligro” un ingenuo e inmaduro Almeida que pasó “las de Caín”, y no por culpa de los novillos precisamente.
Parte de un público cariñoso y con estímulo nacionalista le pidió una oreja, y un presidente más cariñoso aun se la concedió en el segundo que mató. Ello no debe llevar a engaño ni al torero, ni al que lo puso en el cartel. Lamentablemente Juan Francisco Almeida no mostró la más mínima capacidad para acometer la ardua labor a la que se le sometió ayer.
Salió ileso de milagro, y mantuvo en vilo el alma de los espectadores que veían como un joven novillero en la plaza de Iñaquito carecía de dotes de conocimiento y técnica para la lidia de sus novillos. Los gestos de sufrimiento en el rostro de Almeida alimentaban el desconcierto y compasión ante de los espectadores atónitos ante lo visto.
Una mala tarde la tiene cualquiera, dirá alguno, y sinceramente habrá que desear que así sea y que la carrera del joven Almeida discurra entre clarines de triunfo; sobre todo por rehabilitación de una moral resquebrajada que habrá quedado los estribos de las tablas de la plaza.
Pero, en todo caso, el novillero no tendría la culpa. Los responsables de su inclusión en un cartel de responsabilidad en una Feria de la importancia de Quito, deben saber de la preparación y puesta a punto de un novillero para afrontar esa responsabilidad, por la propia consideración al novel, a su integridad física, y al respeto que se merecen los espectadores, no solo como aficionados, sino de recibir de la empresa eso que se llama el estricto cumplimiento del derecho de consumidor como espectador que pasa por taquilla.
La adquisición de un boleto mediante pago constituye un contrato respecto al cartel anunciador del festejo, y resulta de obligado cumplimiento el de ofrecer al consumidor, en este caso el espectador, un producto exento de adulteración, tanto en la integridad del ganado como en la calidad de los lidiadores.
Los espectadores de espectáculo taurinos tienen deberes, y de qué forma se les exigen, pero también tienen derechos.
El esfuerzo y resultado del ganadero de “Trinidad” bien merece el respeto general y carteles más apropiados para la lidia de sus reses.
Su aportación a la cabaña brava ecuatoriana, tan escasa por la desaparición paulatina de hierros importantes, constituye por sí misma una alta contribución al sostén y fortalecimiento de la fiesta en un país donde el acoso y derribo a la tauromaquia es práctica habitual desde la Administración y sectores antitaurinos que van ganando posiciones.
Por lo mismo, para cualquier ganadero, la inclusión de un rejoneador para matar dos novillos de un encierro, no debe representar ningún estímulo. De sobra se sabe la diferencia de lidia a caballo con la de a pié.
Álvaro Montes mejoró sus anteriores actuaciones, esta es la tercera.
La buena monta de la cabalgadura y su mejor colocación hizo que las suertes resultaran más limpias que en otras ocasiones, aunque siempre más próximo a lo espectacular que a la autenticidad.
La deficiente ejecución de la suerte de matar, anda más cercana al escarnio sobre el toro, que al fallo involuntario en la manejo del rejón. Ello le privó de obtener algún trofeo.
Abundando en los derechos de los abonados, bien merece resaltar el hecho de la erradicación de los mejores carteles para los días grandes de la feria.
No es cuestión de “taurinear” y aconsejar a una empresa en materia de gestión, pero si es legítima la exigencia del aficionado y de los espectadores que llenan hasta las banderas, que se continúe lo que siempre fue como norma el de ofrecer como colofón de feria las mejores combinaciones de toros y toreros, las que mayor expectación despierten. El respeto al buen público, santa gente, de Quito, bien merece ese esfuerzo.
Claro que a algunos les dará igual, sobre todo si no van a estar en Quito por irse de peregrinación a Lima para ver a José Tomás. Será por lo bien que estuvo por acá.
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