José Tomás?
Por Carlos Bueno 20/12/2009
A los empresarios de La Maestranza sólo les faltó bajarse los pantalones hasta los tobillos. Si José Tomás hubiese tenido intención de torear en Sevilla, desde el primer momento hubiera puesto sobre el tapete sus pretensiones económicas. Todo lo demás habrían sido flecos subsanables.
A los empresarios de La Maestranza sólo les faltó bajarse los pantalones hasta los tobillos. Si José Tomás hubiese tenido intención de torear en Sevilla, desde el primer momento hubiera puesto sobre el tapete sus pretensiones económicas. Todo lo demás habrían sido flecos subsanables.
Cuando alguien desea de verdad llegar a un acuerdo va directo al grano, a lo esencial de la cuestión, al punto más delicado del contrato. Por el contrario, cuando la intención no es firme lo que hace es marear la perdiz, entretenerse negociando los flecos -y probar de paso hasta donde es capaz de llegar la parte contratante- y dejarse el meollo para el final.
Y eso es exactamente lo que ha hecho José Tomás con los empresarios de La Maestranza de Sevilla. Es más, les ha vacilado, se ha cachondeado de la seriedad de una plaza emblemática, ha despreciado a la afición maestrante, se ha guaseado de la guasa sevillana.
Dos meses dos, ha tenido in albis a los gestores del coso bético haciéndoles perder el tiempo en rodeos y dilaciones que, visto lo visto, sólo pretendían obstaculizar su contratación y conseguir publicidad gratuita. Mientras José Tomás hacía el paseíllo en tres de las plazas más importantes de América, como son la Monumental de Méjico, Quito y Lima, sin conseguir acabar el papel en ninguna y con un pobrísimo balance de triunfos, en España, la hipótesis de su regreso a La Maestranza después de ocho años de ausencia monopolizaba el cotarro taurino.
Las negociaciones comenzaron con la exigencia por parte del apoderado del madrileño de los toros de Núñez del Cuvillo, a lo que la empresa accedió aún cuando el ganadero solicitó un precio muy por encima de lo habitual.
La segunda imposición fue torear el Domingo de Resurrección, fecha clave en Sevilla en la que tradicionalmente se llena la plaza con independencia de la terna actuante. Concedido.
Después pidió que el cartel anunciase un torero más veterano y otro más joven, para que José Tomás actuara entre uno y otro, petición habitual entre los matadores con más caché. Concedido.
La siguiente condición fue que la corrida no fuese televisada. Concedido.
A continuación pretendió conocer el nombre de los dos compañeros del cartel, pero la empresa se mantuvo firme en hacerlo según su criterio, sin especificarle quienes serían los otros toreros. En ese momento, el representante se negó a hablar de los honorarios de José Tomás, asegurando que los comunicaría "en breve".
Pasados doce días, y ante la falta de respuesta, fue la empresa quien tuvo que llamar al apoderado para rematar la negociación. Éste impuso que la nueva reunión se produjese en Barcelona, su ciudad, y no en las oficinas de La Maestranza como es habitual y lógico.
Llegado el momento, el representante expuso unas pretensiones económicas muy elevadas. Los gestores estaban dispuestos a soportar pérdidas “asumibles” a cambio de ver al personaje en su plaza, pero, por lo visto, no a tan alta escala.
Se le hizo una contraoferta, pero el apoderado la rechazó de plano rompiendo las negociaciones.
¿Y qué más, José Tomás?
A los gerentes de la plaza sólo les faltó bajarse los pantalones hasta los tobillos.
Si el de Galapagar hubiese tenido intención de torear, desde el primer momento hubiera puesto sobre el tapete sus pretensiones económicas.
Todo lo demás habrían sido flecos subsanables en caso de haberse acordado los honorarios.
No entiendo la actitud del madrileño; ni las formas que ha empleado en este asunto ni otras polémicas que se empeña en generar.
Lo de Méjico, por ejemplo, me parece otra falta de respeto al aficionado español. Aquí, en la que se supone que es su tierra, no habla con la prensa ni invierte en grandes campañas publicitarias. Sin embargo, lo primero que hizo al llegar a tierras aztecas fue conceder una entrevista, en la que, vestido de charro, habló de toreo y también de rancheras, y hasta dejó que le grabasen en una fiesta taurina a puerta cerrada.
Además costeó más de cincuenta mil euros en carteleras colocadas en las avenidas más importantes de la capital, en publicidad estampada en autobuses, en anuncios en radio y en spots de televisión.
¿Y en España qué más, José Tomás?
Fuente: Avance Taurino.com
Fuente: Avance Taurino.com
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