Grada del 6
¿Qué pinta Abella en Las Ventas?
José Ramón Márquez
Rust never sleeps
Neil Young
El óxido, el orín, no duerme ni descansa. El oxígeno no para de hacer su lenta tarea y cuando se enfrenta a un metal da lugar a la herrumbre; eso lo aprendimos en la escuela. Claro, que hay algunos artistas que han usado esa herrumbre natural como tinte de sus piezas, y estoy pensando en la plancha de acero corten que tiene puesta Botín a la entrada de su Ciudad Financiera, obra de Richard Serra.
En el caso de Serra y de Chillida y de tantos otros artistas, ellos han querido que el cálido color del óxido, el efecto de la intemperie, fuese parte de su obra, y a nadie se le habría ocurrido embadurnar el metal con pintura anticorrosiva o de minio y luego darle Titanlux de color blanco.
Otra cosa es lo que pasa en los elementos ornamentales, por ejemplo en la barandilla que hay a lo largo del Paseo de la Reina Victoria de Santander, desde donde se mira hacia El Puntal, que la tienen toda pintada de azul, porque si no el Cantábrico se la comería y porque Santander es una ciudad coqueta y muy cuidada.
En Las Ventas, sin embargo, no han tenido tiempo para pintar las barandillas. En las gradas, en las andanadas, el óxido aflora entre las comisuras del metal y tiñe de su color rojizo la pintura blanca de cuando lo pintaron. Cuatro meses han pasado desde el final de la temporada y no ha habido tiempo para terminar de pintar las barandillas, que el tiempo se pasa tan veloz y las estaciones se suceden con tal vértigo que casi sin apercibirnos estamos en la cuna y en seguida nos llevan a la sepultura.
El gerente de Las Ventas, Abella, a quien sus íntimos llaman Abeya, pese a ser un hombre sensible, acuciado por santísimas obligaciones como su cargo conlleva, posiblemente ni se ha dado cuenta de cómo avanza el orín en su Plaza. Él tiene declarado que es un gran amante de la buena poesía que musica el cantautor Serrat. Ahora, con su ídolo en el mp3, podríamos decirle:
Rust never sleeps
Neil Young
El óxido, el orín, no duerme ni descansa. El oxígeno no para de hacer su lenta tarea y cuando se enfrenta a un metal da lugar a la herrumbre; eso lo aprendimos en la escuela. Claro, que hay algunos artistas que han usado esa herrumbre natural como tinte de sus piezas, y estoy pensando en la plancha de acero corten que tiene puesta Botín a la entrada de su Ciudad Financiera, obra de Richard Serra.
En el caso de Serra y de Chillida y de tantos otros artistas, ellos han querido que el cálido color del óxido, el efecto de la intemperie, fuese parte de su obra, y a nadie se le habría ocurrido embadurnar el metal con pintura anticorrosiva o de minio y luego darle Titanlux de color blanco.
Otra cosa es lo que pasa en los elementos ornamentales, por ejemplo en la barandilla que hay a lo largo del Paseo de la Reina Victoria de Santander, desde donde se mira hacia El Puntal, que la tienen toda pintada de azul, porque si no el Cantábrico se la comería y porque Santander es una ciudad coqueta y muy cuidada.
En Las Ventas, sin embargo, no han tenido tiempo para pintar las barandillas. En las gradas, en las andanadas, el óxido aflora entre las comisuras del metal y tiñe de su color rojizo la pintura blanca de cuando lo pintaron. Cuatro meses han pasado desde el final de la temporada y no ha habido tiempo para terminar de pintar las barandillas, que el tiempo se pasa tan veloz y las estaciones se suceden con tal vértigo que casi sin apercibirnos estamos en la cuna y en seguida nos llevan a la sepultura.
El gerente de Las Ventas, Abella, a quien sus íntimos llaman Abeya, pese a ser un hombre sensible, acuciado por santísimas obligaciones como su cargo conlleva, posiblemente ni se ha dado cuenta de cómo avanza el orín en su Plaza. Él tiene declarado que es un gran amante de la buena poesía que musica el cantautor Serrat. Ahora, con su ídolo en el mp3, podríamos decirle:
“Abeya, al techo no le iría nada mal/Una mano de pintura”, y la barandilla la está pidiendo también a gritos, pero la rima se nos hace un poco difícil.
La grada de las Ventas
Grada de la Real Maestranza de Sevilla
Aspecto exterior de la plaza de toros de Sevilla
Este señor, el tal Abella lleva toda la vida medrando por la administración y ha tenido que caerle encima al toro. En el toro cabe todo y si es en la primera plaza del mundo pues mucho mejor. Asi de bien va el asunto.
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