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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 24 de septiembre de 2011

EPÍGRAMAS TAURINOS DE HOY Y DE AYER / Aquilino Sánchez Nodal


EPÍGRAMAS TAURINOS 
DE HOY Y DE AYER 

Aquilino Sánchez Nodal

Madrid, 24/09/2011
     Si bien es cierto que las informaciones “de casi al momento” de terminar un festejo taurino proporcionadas por un interesado, apoderado, mozo de estoques, padre de la criatura o amigo íntimo, siempre funcionan de maravilla. La lástima es que no son de fiar porque su rigurosa urdimbre no parece tener nada que ver con la realidad de lo sucedido en el ruedo. Desde tiempos de María Castaña los encargados de transmitir el parte a las cadenas de comunicación especializadas, han sido y son, de poco fiar. Siempre exageran en destacar la belleza torera del pupilo examinado y obvian los fallos y petardos que, en las más de ocasiones adornan los balbuceos de matadores, en especial de los novilleros. 
En el sosiego de la noche, cuando la casa está tranquila, el aficionado voraz pega la radio a su oreja y escucha el resumen de todos los festejos celebrados en ese fin de semana. En el turno del que hemos presenciado en la plaza, sonreímos asombrados por la falta de rigor y nos hace hasta dudar de ser el mismo espectáculo que hemos presenciado. En la temporada de 1.918, un espontaneo poeta taurino, El Mago Indagante, se refería a este asunto en verso tan alocado como el tema tratado:

“ En una gran población
cercana a Villamelón y al lado
de Villapuente del Vado,
toreó en una función
un novillero apodado
el Chato de Agualimón.

     Adoptando un mal sistema
me puso un telefonema,
(aunque siempre queda igual:
es decir, siempre muy mal)
diciendo: “¡Corrida buena!
¡He estado fenomenal!
¡Del redondel me han sacado acompañado!
¡Una ovación colosal!
¡La música me han tocado …
hasta la marcha real!

  Se agotaron las entradas.
¡Con Miuras que han sido bravos,
escuché muchas palmadas!
¡Dos toros, dos estocadas,
dos orejas y dos rabos!”

     Poco después he sabido,
por uno que de aquí fue
a ver la fiesta y testigo,
para mí, digno de fe,
por ser muy sincero amigo,
que el novillero aludido
varias veces fue cogido
y estuvo tan desgraciado,
que por poco va al tendido.
Y todo cuanto ha pasado,
muy concreto y resumido,
conforme se me ha contado,
al lector, lo contaré.

     El presidente, un edil
que era hortera mercantil,
al ver al Chato tan mal
y al público tan hostil,
los toros le echó al corral,
acallando así las quejas.
Y lo que el Chato se llevó,
fueron sus propias orejas
que de milagro Salvó.

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