Idílico, el pavoroso bicorne
indultado por Tomás en Barcelona
"Pero ¿hubo alguna vez toros en Barcelona?"
¿Por qué siempre mandan arriba al niño?
Lo que tienen perpetrado para el próximo domingo no es más que la entrega de esa plaza, la rendición planificada con un fiestorrín dedicado a recoger los últimos dineros que se puedan exprimir del toro. Nadie, aparte de cuatro románticos, ha tenido verdadero ánimo de defender eso. El primero, el propietario de la Plaza, que está deseando hacer un convenio con el Ayuntamiento y transformar inmediatamente La Monumental en dinero contante y sonante; en segundo lugar, los políticos de oposición, que en su afán de no ser tachados innecesariamente de espanyols, no han sido capaces de defender con afán la pervivencia de esta centenaria tradición; y en tercer lugar, los gobernantes, decididos a implantar en Cataluña el régimen de Catalandia, ese mundo ficticio para cuyo diseño lo mismo hacen tapar con nocturnidad los restos de las construcciones de época califal en el monasterio de San Pedro de Rodes que proscriben la tauromaquia, pues son cosas que no entran en esa realidad nacional de juegos florales,noucentisme e idioma vernáculo que se han inventado, tan irreal por otra parte.
Som i serem gent catalana / tant si es vol com si no es vol, /
que no hi ha terra més ufana / sota la capa del sol...
que no hi ha terra més ufana / sota la capa del sol...
En Cuba, tan próxima en tantas cosas a Cataluña a lo largo del XIX, nada más sacudirse el yugo español con la ayuda de los gringos en 1898, les faltó el tiempo para prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos, aunque lo de los gallos lo reconsideraron en seguida. En Cataluña, para que se vea también ahí la insinceridad de las intenciones que proclaman, estamos en lo mismo con las corridas y con los correbous. Y es que vivimos tiempos en los que casi todo se prohíbe, porque las gentes prefieren entregar su libertad a cambio de echar el voto a una urna cada cuatro años: es el signo de los tiempos, lo que las gentes quieren.
El domingo se montará en Barcelona una penosa romería en la que los unos, los que han perdido, como los cristianos del antiguo circo que salen en Ben Hur, recibirán las chanzas de los que han ganado y serán insultados y tildados una vez más de ‘asesinos’ por los mansos animalistas. Los pobrecillos se reconfortarán en su ilusión de que con ese acto heroico de asistir a esa postrera corrida de toros han vivido un momento único, irrepetible e histórico que contarán a sus nietos. Será el cargante momento único, histórico e irrepetible de esa semana, hasta que llegue el siguiente.
Yo creo, sin embargo, que lo mejor que se podría haber hecho en fecha tan aciaga era haber dejado los tendidos vacíos y haber incendiado la Plaza de Toros dando un sonado carpetazo a este asunto tan desagradable. Nadie se atrevería a hacer nada contra los incendiarios, porque esto del fuego dicen que es una tradición del Mediterráneo, lo mismo que el correbou.
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Salmonetes ya no....
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