Marcar las diferencias
ante la apología del despojo
Pedro Javier Cáceres
Estas ferias de septiembre, de aluvión, como las de agosto y antes las de junio , ferias de plazas de segunda, de medio toro, si acaso, son propicias a los equívocos que producen que si no son todas las tardes, una cada dos o una cada tres, toreando casi todos los días se cortan orejas, a pares, vamos.
Todos en el mismo cesto, el toreo es grandeza, todo vale para el convento y engordan las estadísticas como alimento del botafumeiro taurino, un combustible altamente inflamable que explosiona en cuanto sale el toro; pocas veces pero sale. Y aún quedan varias citas donde verle y temerle.
Gacetilleros, leotarderos y publicistas de toreros hacen de los titulares y reseñas, tan “XXL” en extensión como de “low cost” (también les llaman crónicas), una apología del despojo (o sea, de las orejas…los rabos y los indultos).
No se marcan diferencias. Todos, cada uno con su estilo y personalidad, escriben y dicen, son cojonudos: “la pera”.
Y son los propios toreros y mentores los que están de acuerdo en ese 'totum revolutum' como admiran antes que rebelarse que el dueño de la caja, el que marca la diferencia en el caché sea otro aunque no quede para ellos, para los teloneros, ni para el empresario, que es lo que les gusta de esa diferencia marcada diáfanamente: alguien capaz de poner de rodillas a los empresarios que denota el complejo y la frustración de un escalafón cómplice, convicto y confeso, en su comodidad, en que las diferencias que se marquen sean las justas, y tan solo en la “pasta” y a las doce de la mañana: el empresario es la única “bestia” a batir.
Es el mayor canto al compadreo, que es la antítesis de la rivalidad, la competitividad y el orgullo y la casta torera.
Así se anuncian mano a mano, repetitivos en sus actores, muchos carteles, que por la falta de motivación (plaza y toro) de alguno de los contendientes, o su indolencia, se convierten en corridas de dos toreros, punto.
Luego, la collera torea en terna y parece que resucita el muerto: tal que Castella en Valladolid, en una de sus mejores versiones. Pero fue tarde en que Perera marcó la diferencia de punto, postura y rodaje, que había demostrado en dichas corridas de dos toreros, tres toros cada uno ,que nos vendieron como apasionantes mano a mano.
Marca la diferencia Madrid en el mano a mano, real, que se programa en la Feria de Otoño con Fandiño y David Mora luchando por un puesto en la parrilla de salida de los G-10 cara a la temporada que viene.
Luego pasará lo que tenga que pasar, pero este mano a mano marca esa diferencia que hoy es argumento central de nuestro trabajo: sana rivalidad, necesidad de ganar, plaza y toro con la seriedad y rango de una final deportiva al mayor nivel aunque los clasificados no sean el Madrid o el Barça, o según los taurinos no estén en el G-10. Vamos que si fuera por ellos no jugaban ni la Europa League.
Otro que está marcando la diferencia, Valladolid ha sido una muestra más, es Daniel Luque, quien de momento no ha sido invitado al club en el que otros colegas, con menos, sí; para al relance de actuar en ternas rematadas sus triunfos, menores, refulgen en el todo del festejo: tal que el viernes, también en Valladolid: “siete orejas se repartieron Juli, Manzanares y Talavante en tarde apoteósica”.
Sin embargo fue corrida en que Manzanares marcó la diferencia. Más; puso tierra de por medio en las alturas del escalafón.
Ante un poder inmenso y una técnica prodigiosa, y un valor natural de El Juli, todo verdad, pero que resulta excesiva para tan poco toro proyectando un combate desigual, Manzanares fue todo mimo y generosidad para el animal, lidia delicada (que no toda ha de ser de gran potencia), sutil, sentida y expresada, con alma.
En la terna, ya se apuntó, Talavante, bien -cierto-, pero beneficiario del “todo a cien”. La diferencia la marcó “Josemari”.
Como el alicantino y el madrileño (El Juli) marcan la diferencia en el descaro e impudor con el que abusan en la suerte de matar de sus recursos, también con matices diferenciados: El Juli yéndose, por sistema, de la suerte para volver a entrar desde un costado. Y Manzanares abusando en todos los toros del remedo de suerte a recibir que en ocasiones es a buscar toro en movimiento y ¡allá va! Pasó en el toro de la “danza de los cisnes”.
Pese a ello, uno y otro cortaron las orejas sin ningún reproche ni ninguna denuncia, que en lo negativo, ocultado como parte de un todo inflado, también se marcan diferencias.
Como ocurrió con “el fenómeno”…José Tomás.
Lleva 7 de 7, casi cortadas por el mismo patrón; pero lo de Valladolid deja dudas, muchas.
Con el toro bueno del Torreón estuvo de bien a muy bien. Pero llegó otro toro (quizá mejor, pero el de José Tomás fue bueno y dócil), el que correspondió a Leandro, y a pesar de ser una faena ligerita, con más fibra que reposo, la calidad del trasteo del vallisoletano fue la que marcó la diferencia y no 'el Monstruo'. La pregunta es si esa tarde hubiese actuado Manzanares de “escolta” ¿qué consecuencias hubiera tenido?
Con el complicado, más propicio para la versión bélica que tanto se canta al torero y que muchos de sus seguidores esgrimen para hacerle, no el mejor, sino el único, anduvo correcto y compuesto, pero no cruzó nunca el Rubicón.
Y visto lo visto en Valladolid la segunda pregunta es si esa tarde salen dos toros similares y en el cartel están Juli, Perera, Castella o Luque, incluso Ponce (el de hoy, el de ayer se hubiera salido) ¿qué hubiese ocurrido si la diferencia no la marca el 'fenómeno' pero contrastada en la misma tarde la marca otro?
La marca otro, con el bueno y con el malo, y no se llama Leandro, Jiménez, Saldívar, Luque, Curro Díaz, Juan Bautista, incluso Talavante o Silveti si no pincha.
Todos no es que cortaran más orejas y salieran en hombros, es que marcaron la diferencia por diferentes “palos” : el del alma y la expresión, el arte, unos; y lo peor: los otros. Los del cruzarse al “tercer pitón”, los de la gaonera, la manoletina y la bernardina de ¡uy!¡ay!; los “monchitos” del ventrílocuo.
Quedan dos citas, la matinal de Nîmes y el funeral “corpore in sepulto” de Barcelona.
Tardes de emociones fuertes con Javier Conde, Thomás Duffau, Juan Mora y Serafín Marín a “cara de perro”.
Duelos a muerte….para marcar las diferencias.
Esperemos, paciencia.
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