Muchos ojos para Barcelona
y algunos para Sevilla.
"...El gran día más triste para Barcelona, que muere taurinamente apuñalada por los malditos descendientes de Balañá y no defendida por los toreros, tan cobardes fuera de la plaza.
Ricardo Díaz-Manresa
Barcelona acapara la atención –ya funeraria- y Sevilla bastante menos durante este largo fin de semana taurino. O sea, muchos ojos para Barcelona y algunos para Sevilla.
Muchos para la ciudad condal porque se acaba una historia tan triste que será recordada como el mayor desastre del que fueron protagonistas los taurinos, por su desastrosa gestión, negativa por nula reacción y espantosos resultados. Pedro Balañá Espinós puso a Barcelona en el gran puesto taurino de España y sus -¿cómo calificarlos?- descendientes la han precipitado al fango llevándose la maldición taurina de todos los aficionados. Lo pagarán de alguna forma porque todo se paga.
Y encima el funeral de cierre será de aclamaciones para los toreros, especialmente para uno, cuando han sido los verdaderos culpables del desastre por no dar la cara y defender lo suyo… Tanto valor en el ruedo y tan cobardes fuera. Qué pena que algo tan extraordinario y único se pierda.
Y algunos ojos para Sevilla que hace una San Miguel con muy buenos carteles pero antes de que llegue el día del Santo. Cambia los tres arcángeles por los días de Santa Tecla, Nuestra Señora de la Merced y la Fuencisla. Ojo, dos ferias de la Merced…que se quedan en una para el futuro...
Una vez muerta Barcelona, nos centramos en Sevilla, que estrena cargos en feria porque hubo cambios en días cercanos, por mitad del año. No en los tendidos, que tanta falta hace, ni en las escaleras de esos tendidos, ni en los escalones incomodísimos que obligan a cierta edad a retirarse por imposibles, ni en las programaciones obsoletas de los últimos años n i en la degradación de la plaza. Los cambios fueron en los maestrantes, en el del Teniente de Hermano Mayor. Salió Alfonso Guajardo-Fajardo y entró Javier Benjumea Llorente, Marqués de la Puebla de Cazalla.
Escribo de Sevilla porque me preocupa su plaza. Igual que la de Madrid. Y es que son fundamentales para la pervivencia del toreo, para que esto tenga futuro.
A Sevilla hay que cortarle su decadencia galopante con los cuñados, los Balañá de Sevilla, haciéndolo cada vez peor y llevando cada día menos público, como se vió en la última de mayo, en la que no llenaban ni los días de farolillos, con un aforo significativamente disminuido. Para preocuparse.
Como supongo que se preocupará Javier Benjumea porque esto no puede seguir así. Como se habrían preocupado sus dos oponente en la terna para el puesto Santiago de León y Domecq y Pedro José de Rojas y Bernaldo, Conde del Sacro Imperio. Como lo hace cualquier aficionado. Como todos los hombres de buena voluntad que quieren a Sevilla y a su famosísima plaza de toros.
Guajardo se fue con el prestigio de la plaza por los suelos, con unas últimas temporadas de terror, con una colección de carteles anunciadores pavorosos, con un balance de lágrimas. En su haber las obras de las gradas de la Maestranza, acuciado por su enorme incomodidad y por su grave peligro. Ocurre, sin embargo, que las han rebautizado dos veces y subido los precios alarmantemente. Y son gradas porque, aunque la grada se vista de tendido, grada se queda.
Espero que Javier Benjumea cambie las cosas, las mejore, las ponga en su sitio y la Plaza de Toros de la Real Maestranza vuelva con una época de oro.
Todos los ojos mirando a Barcelona en el día más triste y algunos a la Sevilla que debe resurgir.
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