“Si no somos capaces de adaptarnos a la realidad, ésta nos devorará. Por eso llamamos a todos los sectores a enfrentar los problemas con rigor y amplitud de miras. El toreo es un arte único e irrepetible, no bien comprendido por todos, pero es un patrimonio cultural de un valor incalculable, ahora está en nuestras manos que este legado no se pierda”.
La Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET) ha hecho este 5 de noviembre una declaración oficial que, dicho coloquialmente, pone "los pelos de punta". La patronal taurina ha hecho suya la conclusión que ya algunos de sus miembros habían adelantado: "el mundo del toro está en quiebra". Y salvo en el hecho de omitir los números concretos en los que basa su conclusión, todas las razones que aportan están cargadas de sentido común. Aunque a ellos eso no les correspondía decirlo, para completar el cuadro falta poner sobre el tapete el momento tan extremadamente complicado de los criadores de bravo. Los objetivos que se trazan son realistas, pero lo serían aún más si se tuviera en cuenta que sin unidad interna y sin trasparencia plena no se podrán alcanzar.
“El mundo del toro está en quiebra”
Es la conclusión rotunda a la que llega ANOET, la gran patronal taurina, al analizar el momento concreto que hoy atraviesa la fiesta de los toros, que a su vez arrastra del pasado una situación no menos fácil que la actual.
Considera ANOET que nos encontramos ante una verdadera crisis estructural, cuyos “síntomas estaban latentes y persistentes desde hace bastante tiempo”, sin que otros sectores taurinos no han sabido ver en toda su dimensión, por lo que no se ha hecho más que “posponer la solución a la crisis estructural que anega el sector”.
Se refieren los empresarios la gestión errónea y completamente inadecuada para el momento actual en cuantos se refiere a los arrendamientos de las plazas de titularidad pública. Pero sin citarlos nominalmente, de hecho se dirigen también a los demás sectores profesionales que confluyen para que se haga posible el espectáculo taurino. “La Fiesta se encuentra paralizada en su evolución por unos inmovilismos vestido de tradición, marginado de los medios audiovisuales y una larga lista de agresiones”, afirman los empresarios, para luego concluir: “La tauromaquia necesita con urgencia el esfuerzo de todos sus integrantes para no caer en la marginalidad”.
Una petición que viene avalada por una realidad, que guste o no a algunos, hay que asumir: “el sector empresarial ha sobrepasado su capacidad de absorción de los costes desproporcionados del espectáculo, desde su base, las novilladas; hasta las más excelsas corridas de toros. Los empresarios y no solo nosotros, por supuesto, no podemos soportar la situación por más tiempo, la Fiesta se acaba”.
Y en consecuencia llegan a un llamamiento común para todos los sectores que integran la Fiesta: “Si no somos capaces de adaptarnos a la realidad, ésta nos devorará. Por eso llamamos a todos los sectores a enfrentar los problemas con rigor y amplitud de miras. El toreo es un arte único e irrepetible, no bien comprendido por todos, pero es un patrimonio cultural de un valor incalculable, ahora está en nuestras manos que este legado no se pierda”.
Sin unidad y transparecencia no hay solución
La declaración institucional es clara y rotunda. Hay un punto que no aborda, aunque pudiera darse por sobreentendido. Todo lo dicho sobre los costes del espectáculo puede justificarse sobradamente; pero falta una refencia al capítulo de ingresos, y en concreto al gravísimo problema que representa hoy el precio de las localidades. Hoy no hay menos afición que hace cinco años; lo que hay es menos dinero en el bolsillo de los aficionados. Toda solución a los problemas actuales debe pasar, de modo necesario, por el objetivo de reducir el precio de las entradas para hacerlos mucho más asequibles.
Es evidente que de todos los razonamientos que hace la patronal cabe deducir que, en efecto, la consecuencia final de su propuesta sería, entre otras, esta nueva política de precios. Pero no habría considerar como superfluo que se hubiera hecho una referencia expresa a que esta política de nuevos precios se encuentra y en lugar preferente entre los objetivos que la Tauromaquia en su globalidad tiene que afrontar
Por lo demás, probablemente no era el momento ni el lugar, pero tan solo otro pero puede ponerse a la declaración institucional de los empresarios: el esfuerzo que con razón piden a todos los demás sectores no se puede materializarse en la práctica mientras que la Tauromaquia continúe siendo un reino de taifas, en el que no es posible ni un acuerdo de mínimos.
Por eso, ha llegado el momento de decir ese “hay madre, hay madre”, cuando la desidia de casi todos permitió que la Mesa del Toro muriera por inanición, cuando debía haber sido la plataforma común desde la que afrontar la crisis.
Pero si los toreros, entre los que tampoco hay unidad corporativa, porque las figuras van a lo suyo y el resto se tienen que limitar a “lo que queda”; si con los sindicatos de subalternos no resulta fácil conseguir posturas más flexibles; si a los ganaderos se les deja en una tierra de nadie malentendiendo el verdadero sentido de la ley de la oferta y la demanda; si los propios empresarios no ponen orden en su casa y no denuncian las ofertas increíbles que algunos realizan para conseguir una plaza…. Si todo eso ocurre, luego resulta mucho más difícil exigir de as Administraciones públicas que no traten de sacar un máximo de lo que no es más para ellos que “el chocolate del loro”, ni de las autoridades fiscales de que permitan una solución más flexible y razonable para las actividades taurinas como sector en profunda crisis, y al igual que hacen con otros sectores económicos.
Pero para conseguir todo eso hay que implantar un principio de transparencia en la gestión, que hoy no se da. De ahí nacen las desconfianzas que en muchas ocasiones se da cuando se plantean los problemas del sector, que quiérase o no vienen lastrados por un pasado lleno de picaresca, que hace mucho daño.
Ellos y sólo ellos lo han quebrado. No pueden culpar a nadie, en el caso de que lo que dicen sea verdad, porque toda la responsabilidad es de ellos.
ResponderEliminarBrian