Para tan señalada ocasión un cartel de postín: Luis Castro “El Soldado”, Manuel Rodríguez “Manolete” y Luis Procuna, diestros nacidos en los barrios capitalinos de Mixcoac y San Juan de Letrán, y un afamado diestro cordobés. Mataron un encierro de la ganadería prócer mexicana de San Mateo, de don Antonio Llaguno.
PLAZA MÉXICO. SE CUMPLEN 70 AÑOS DESDE SU INAUGURACIÓN.
José María Sánchez Martínez-Rivero.
En Collado-Villalba, febrero de 2016.
El día 5 de febrero de 1946, fue inaugurada la nueva plaza de toros que sustituía a la de El Toreo, por la que tantas glorias taurinas pasaron. La nueva plaza llamada Monumental, la mayor del mundo y conocida como el “coso de Insurgentes”, tiene un aforo de 45000 localidades con asiento y forma de embudo vista desde el aire. El ruedo mide 43 metros de diámetro y posee un callejón muy cómodo y amplio.
Está situada en la colonia Nochebuena de la Capital en la región centro-sur de la ciudad, inmersa en la Ciudad de los Deportes.
Para la inauguración se contó con la flor y nata del toreo de aquellos momentos a saber: Luis Castro, “El Soldado”; Manuel Rodríguez, “Manolete” y Luís Procuna, “El Berrendito de San Juan”. Toros de la prestigiosa ganadería de San Mateo.
La plaza México forma el trío de las plazas más importantes del mundo, al lado de la madrileña Plaza de las Ventas y la de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
Antes del paseíllo, se procedió a la bendición de la nueva plaza por parte del Arzobispo de México, Dr. don Luís María Martínez. Ejerciendo su ministerio fue quien dio la primera vuelta al ruedo en automóvil. Cuando terminó ésta, al pasar por la puerta de cuadrillas, dirigiéndose a Manolete le dijo:
“Por esta vez le he ganado la partida. Habrá observado que he dado yo la vuelta al ruedo en esta plaza antes que usted.”
Detalle simpático del Arzobispo que ya preveía el seguro triunfo del Monstruo de Córdoba.
El ruedo, adornado, presentaba un aspecto de gran fiesta y solemnidad. Al frente de las cuadrillas iban cuatro alguacilillos. Los matadores fueron recibidos con una atronadora ovación.
El primer toro que salió al ruedo, se llamaba “Jardinero”, número 33, cárdeno oscuro y caribello, de la ganadería anunciada de San Mateo, propiedad de don Antonio Llaguno. Abrió la puerta de toriles José Medina.
Luís Castro “El Soldado”, lidió los toros “Jardinero”, número 33, cárdeno y “Gallito”, número 14, negro.
Manolete estoqueó a “Fresnillo”, número 3, negro y a “Monterillo”, número 13, negro. Este toro sustituyó a “Peregrino”, número 6, negro, que fue devuelto a los corrales.
Luís Procuna despachó a “Gavioto”, número 55, negro y a “Limonero”, número 82, de capa también negra.
Manuel Rodríguez, “Manolete”, figura del toreo, tuvo en su vida profesional, la satisfacción y el orgullo de haber inaugurado esta plaza junto con sus otros dos compañeros: “El Soldado” y Luís Procuna. Manolete sentía un gran cariño por México.
En cierta ocasión, en una entrevista, en España, se expresó así:
“A los mexicanos no los conocemos aquí son muy buena gente, muy sentimentales, muy apasionados y muy entendidos en toros; por eso da gusto torear en México...”
El diestro de Córdoba, que vestía de tabaco y oro, uno de sus colores preferidos, recibió a su primer toro por verónicas con la quietud que le era propia lanceando muy templado.
La faena de muleta fue magistral ante un toro nada claro y probón. Manolete quieto y arrimándose mucho provocaba la embestida del toro una y otra vez. Su toreo consiguió dominar al de San Mateo entusiasmando al público por su valor estoico. Pinchazo y estocada que hicieron doblar al toro. El público pidió con fuerza la oreja que le fue concedida. Esta fue la primera oreja que se concedió en la nueva plaza. El “Monstruo” de Córdoba dio una vuelta al ruedo apoteósica.
Pero la gran faena la realizó al quinto toro. “Inenarrable e inolvidable”, tituló la prensa. El periódico “Dígame” publicaba:
“Era uno de esos toros a los que se les torea con la muleta basándose en telonazos por la cara y con gran lujo de precauciones. Manolete necesitaba ese toro en México. Había de deshacer la leyenda de que solo sabía torear toros pequeños y fáciles. Ninguna de esas condiciones reunía el que tenía delante. Cinco estatuarios ayudados por alto, sin enmendarse, fueron la iniciación de la faena, y otras tantas ovaciones sonaron. Después se pasó la muleta a la mano izquierda y ligó una serie de naturales inconcebibles de ejecutar con aquél toro. Pero hubo más: con la franela en la derecha enardeció al público con sus derechazos, redondos, manoletinas, etcétera, hasta emborracharse toreando y emborrachar al público que lo presenciaba. Cuadró el toro y el cordobés no agarró la estocada presentida porque el toro se encogió al sentirse herido y tuvo que repetir la suerte. Esta desgracia le impidió cortar la segunda oreja de la tarde. Pero la afición, en pie, aplaudía estruendosamente al matador, mientras que durante el arrastre silbó al toro. Con la faena realizada a este toro, grande, cornalón, difícil y bronco, Manuel Rodríguez (Manolete) ha acabado con la fama de que solo era grande con toros pequeños.”
Dio dos vueltas al ruedo entre aclamaciones.
Luís Castro, “El Soldado”, tuvo una actuación discreta y el público dividió sus opiniones.
Luís Procuna lidió el mejor lote, pero no lo aprovechó por completo. Mucha voluntad con destellos de genialidad e inspiración. Destacó la faena a su primer toro, algo desigual en su planteamiento; pero al matar de una gran estocada el público pidió la oreja de su enemigo que le fue concedida. En el sexto toro –bravo- expuso mucho, matando de media estocada en todo lo alto. Gran ovación.
Manuel Rodríguez, “Manolete”, era en México una figura del toreo admirada y querida. Actuó en 38 tardes. Aún hoy se le recuerda con cariño.
Don Neto, crítico taurino, decía de Manolete:
“Torero de sentimiento porque el torero fuera de la plaza era muy sentimental Manolete. Torero de pundonor. Un torero que en su rostro reflejaba, precisamente, el sentimiento, el sufrimiento del torero. Y ese sufrimiento y esa ansiedad la demostraba en su toreo. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete. Fuera un gran hombre, muy sentimental, dentro del ruedo, un gran torero, un torero muy sentimental. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete.”
Las figuras mexicanas del toreo que alternaron con él opinaron así del diestro de Córdoba:
“Tenía una muñeca sorprendente para manejar los toros.”
“Era extraordinario; todo un maestro dentro y fuera de la plaza.”
“Inolvidable para cuantos tuvimos la fortuna de tratarle.”
“Era un maestro fuera de serie, excepcional, formidable.”
Es claro que el gran torero Carlos Arruza fue su principal rival y amigo. Con él alternó en 60 tardes.
El diestro de Córdoba, en una entrevista, dijo sobre Arruza:
“Es un compañero con quien da gusto torear, porque obliga mucho y hay que arrimarse al toro, y si no se queda uno atrás y hace el ridículo... No sé si me explico.”
Por otra parte Carlos Arruza -en 1948 y para el libro “Manolete”, de Francisco Narbona, Ediciones Espejo-, se expresó así hablando del cordobés:
“Desde 1944, cuando en Lisboa le vi por primera vez, comprendí que Manolete era, sin duda alguna, uno de los mejores toreros de España. Yo había visto torear a varios en Portugal, pero Manolete me impresionó intensamente...
Al ver a Manolete, creció en mí el deseo de poder alternar con él en los ruedos de España. Pocas semanas después comenzaba yo mi primera campaña española. Recuerdo que alterné con el cordobés, por primera vez, en Cieza el 26 de agosto de 1944.
Cuando terminó, en octubre la temporada, mi nombre se manejaba como rival de Manolete. Confieso que al comenzar el año siguiente andaba yo muy preocupado. Manolete era el primer torero de España y el intentar acercarse a él era, a mi juicio, una temeridad. A los públicos, en cambio, les parecía magnífico hallar un nombre que pudiera molestar a Manolete cuando no le salieran bien las cosas. Esto me dolía mucho...
En la feria sevillana de abril de 1945 fue donde nuestra rivalidad alcanzó, a mi juicio, su más alta cumbre. No estaba yo aún en la intimidad del torero, pero pude comprobar que si en el ruedo era un enemigo terrible, nunca dejaba de ser cordial –sinceramente cordial- con sus compañeros. Fue naciendo entonces, en mi, una admiración, que si en el terreno profesional jamás dediqué a nadie, halló en un afecto entrañable su expresión más natural y afectiva. En Valencia, poco después de la feria sevillana, coincidimos en una típica paella. Allí sellamos nuestro pacto de amistad, que no rompió ni su muerte, porque para mí el recuerdo de Manolete no se extinguirá nunca...
Si como torero, Manolete alcanzó la más alta estimación de los tiempos modernos –por su arte excepcional y su estilo sobrio y auténtico-, yo creo que su condición de caballero y amigo de verdad sobrepasaba en él su calidad profesional con ser tan singular...
No quisiera desaprovechar a ocasión para señalar cuanto cariño mostró a México el infortunado torero en cuantas oportunidades tuvo...
Manolete, siguiendo el ejemplo de todos los grandes maestros españoles, estuvo siempre de nuestro lado, con una cordialidad que no le agradeceremos bastante...
El “Monstruo de Córdoba” estimaba que para un torero español triunfar en México era de vital importancia para su fama...”
La feria de abril de 1945 –a la que Arruza se refirió- fue triunfal para él y Manolete. Actuaron juntos en dos tardes los días 18 y 19 de abril lidiando ganado de Clemente Tassara y Carlos Núñez respectivamente. El toreo del mexicano fue visto así por el crítico José Luís de Córdoba:
“Hemos visto al Arruza triunfador por vez primera. Arruza es un temerario del toreo. Es además un soberbio banderillero. Esta tarde ha colocado seis pares de banderillas –tres en cada toro- sencillamente colosales. Ha aguantado en la cara de los toros un verdadero horror y ha levantado los brazos en el momento justo. Y ha tenido otro detalle de torero valiente. En el segundo par del sexto toro fue alcanzado y encunado de manera trágica. Dio la impresión de estar bien calado. Después, el toro arrojó al diestro violentamente contra la arena. Y Arruza, ante el movimiento de emoción del público, tomó un nuevo par y, tras vistosa preparación, lo colocó en todo lo alto. Muy fácil con el capote. Con la muleta, más que valiente, temerario. Es inverosímil el terreno que pisa. Obliga con el cuerpo y con la muleta. Y logra pases de verdadero efecto, que producen en los tendidos sensación de angustia, de autentica emoción. Valiente torero y fácil matador.”
Frente a este gran torero, Manolete, una cumbre inaccesible para cualquiera que tratara de acercársele. En esta feria cortó siete orejas en cuatro corridas. Carlos Arruza proseguía hablando de Manolete:
“Yo estaba en Francia cuando un toro mató a Manolete en Linares... Creo que pocas veces había sentido yo un pesar tan profundo. Lloré. No me avergüenza decirlo, porque Manolete merecía las lágrimas...
Cuando días después estuve en Córdoba se avivó el dolor... Yo dejé sobre su tumba las mejores flores que encontré y las más fervorosas oraciones que han salido de mis labios. ¡Que la Virgen de Guadalupe – a la que Manolete profesó también gran devoción- le haya guiado hasta el Señor!
Él fue la máxima figura de nuestro tiempo. Fue el mejor torero de España. Y sobre eso, un amigo cabal y entrañable. Un caballero sin tacha ni doblez. Lo que se dice todo un hombre.”
¡Que palabras tan emocionantes y tan bellas – engrandecen la memoria de Arruza-, dichas por quien fue su rival y amigo!
Preguntado Manolete, en una entrevista, si le inquietaba la muerte contestó:
“Hombre...¡ pues sí!, y pienso lo menos posible en ella. ¿Para qué morir, todavía, cuando uno apenas se ha asomado a la vida que nos deja el toreo? Que la muerte venga a su hora, ¡bien está!; pero que nos quite de la vida, nos rompa las ilusiones que tenemos para el porvenir, es una pena, y lo que nos inquieta, seguramente, a todos los que peleamos con los toros.”
En “Versos para su tumba”, el poeta Rafael Duyos escribió:
Fue serio, fue galante, fue honrado, fue valiente
y dio al traje de luces un regio señorío.
No vacilaba nunca. Siempre anduvo de frente...
y tuvo como nadie, conciencia y poderío.
Se cumplirán este 5 de febrero de 2016 setenta años de la inauguración de la plaza México que quedará para siempre unida a la memoria de Manolete en el arte de lidiar toros.
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