La cara de sorpresa del torero de Galapagar saludando
en el patio de caballos al de La Puebla disfrazado del
Che Guevara fue todo un poema
Encuentros en la tercera fase
Paco Mora
El encuentro de Morante y José Tomás en la Monumental de México ha sido la nota pintoresca de la corrida de largometraje a beneficio de los damnificados por el terremoto. La cara de sorpresa del torero de Galapagar saludando en el patio de caballos al de La Puebla disfrazado del Che Guevara fue todo un poema. La fotografía ha trascendido al ámbito taurino y ha dado la vuelta al mundo. A Morante sólo le faltaba la metralleta en bandolera, y el uniforme de la guerrilla, cubana para que los que contemplaron la escena creyeran en la resurrección de los muertos.
Y luego todavía hay quienes dicen que el poblano, como buen artista, es un torero medroso. Se equivocan de medio a medio porque para torear como torea José Antonio y en los terrenos que lo hace, el valor no se le supone. Lo tiene más que probado. Pero para presentarse en una plaza de toros de tal guisa hay que tenerlos cuadrados. Aquello fue la ocurrencia de un “rara avis”, con una personalidad fuera de serie, y con un sentido del humor que supera todas las marcas. Hay que estar muy seguro de sí mismo para no temer a las rechiflas ante semejante ejercicio de transformismo. El de La Puebla sabe que le basta abrirse de capa y bajar las manos delante de un toro para borrar todas las imágenes anteriores que cualquiera pueda guardar en la memoria. Cuando se tiene el arte soberano de Morante, un torero se puede permitir vestirse de Charlie Rivel o de Mickey Mouse, y hasta de coger la manguera y regar el ruedo, y el mundo sigue andando.
Claro que, a ver quién evita que dentro de treinta años la corrida en cuestión se recuerde, más que por la reaparición de José Tomás, por “aquella que Morante presenció disfrazado de comandante Guevara”. Así son los genios. Capaces de borrarlo todo con una sola pincelada de su arrolladora personalidad...
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