Si ustedes leen algo diferente, recamado de alegorías, es que no fue escrito por un perro con la pluma en el hocico y si tiene aroma a ‘rosas de suave fragancia que le dieron marco a la virgen morena’, es que tal vez el espíritu lariano, ahora inspira lo inexistente como inexistente fue el grito de: – “Regala un toro Pepe Tomy” – “Regala un toro Juli” y es que eso solo está reservado, no para los sacerdotes del toreo sino para el papa de todas las liturgias Enrique Ponce, el cual, sin haber toreado este doce de diciembre, fue el gran triunfador, pues ¡como se le extraño!
El perro con la pluma en el hocico
En ese mar de gente que se forma en los antes de los festejos, un aficionado a quien no conocía, me dijo: “Bardo, está usted hecho un perro con la pluma en el hocico mejor que ser un comunicador correctamente taurino”. El término, no el de las croquetas sino el otro, me hizo gracia. Lo de perro lo tomé como una distinción y es que en México ser perro no es cualquier cosa ¡qué va!. Y si usted me lo permite, le diré que en mi opinión la perra más famosa que ha habido aquí, lo fue una setter llamada Aída que perteneció al Arq. Adamo Boari constructor del Palacio de Bellas Artes, perrita cuya popularidad la llevó hacer inmortalizada en los medallones que resguardan el pórtico derecho de la fachada principal del palacio de mármol. ¿Qué tal?
Y hablando de popularidad en las bellas artes la empresa capitalina, escogió el día guadalupano p´a dar una corrida como esas que se dan en provincias del Estoque o de La Oreja de Oro. Pero aquí en la Ciudad de México la dieron con figuras españolas y toreros mexicanos, algunos interesantes y otros pues toreros, p’a disputarse el reconocimiento del público. Tal vez en una estrategia alocada se empezó a correr la voz de que los boletos desde siempre estaban agotados ¡Falso! al grado de que la plaza no se llenó hasta el reloj.
Todo empezó, dice ‘El Brujo’ José Luis Pacheco el aficionado de toda la vida (el que prepara pócimas mágicas p’a amores y desamores, p’a reumas y urticarias), con un no saber cómo se acomodaban los toreros, por aquello de las antigüedades violadas luego de las rayas concéntricas y la silueta de la virgen pintadas en color ceniza de cuaresma, que al pasarles los rastrillos ensuciaron toda la arena, aparte de que a los creyentes les pareció una falta de respeto que los caballos , los toros y los humanos la pisaran en su natural desplazarse y después un tenor fuera de cacho que sobre el techo de la puerta de toriles, lugar reservado p’a los sombreros charros de ‘Manolo’, se recetó algo como un cántico religioso, en un coso taurino… ¡Hágame usted favor!, después de esto que no nos extrañe ver en el púlpito de la catedral al ‘Cigala´ con sus ´Lágrimas Negras’ o que tal en la Villa de Guadalupe con aquello de ‘Salías del templo un día llorona… ¡Ay dolor!
Comenzó aquello cuando el estuche se abrió y como por arte de magia brotó un señorón de La Joya que fue una joya con una capa de mink jabonera, que merecía a aquel Pablo Hermoso de Mendoza en plenitud física, y no el navarro ventajoso que le aventó dos rejonazos de castigo capaces de parar a un bulldozer. No obstante, el majo cuernudo le apretó y Don Rejones se lo quitó de encima con frío machetazo.
Luego salió un toro de Santa María de Xalpa, sobrio y condescendiente p’a el mayor de los Adame Montoya y el Juez, que es un banderillero en retiro que también está retirado del buen criterio, sin justificación alguna le adelantó al torero azteca los tejocotes, las jícamas, las limas, las cañas y los cacahuates, lo que provocó una de las rechiflas más estruendosas que se puedan recordar en esta plaza, cuando el matador pudo evitar esto aventando las peludas al callejón.
A la pasarela, un chulo de Jaral de Peñas. Con él, apareció el constructor de la gran entrada, el galapagareño ‘Pepe Tomy’ al que por esa razón también y por el espacio en el que se adecuó, sin que esto quiera decir que le agarró el son al toro, le obsequiaron una oreja que al primero que sorprendió fue al torero y como en el juego de ‘las manitas calientes’ la soltó apenitas la tuvo.
Como lo que fue un toro que le dieron p’a sus tunas de Fernando de la Mora p’a Octavio García ‘El Payo’ y uno de Montecristo p’a Julián López ‘El Juli’ que fue todo como a media luz, pues la luz eléctrica que está muy cara, mejor se apagó por un cuarto de hora, lo que dio oportunidad de echarse unos farolazos y alumbrarse con el pretexto de quitarse lo friolento y olvidar el frío de las dos labores.
Ya después, con uno de Villar del Águila, Sergio Flores que anda acurrucado en el regazo del cariño de la afición, toreó gustándose y gustó a la afición. Afortunadamente se tiró a matar pues ya la gente tal vez etílica empezó a pedir el indulto y luego el rabo, llevándose a final de cuentas, las de Mickey Mouse.
Le tocó turno a José María Manzanares, con su precioso terno color pezón de princesa y oro eucarístico. La taurinísima, influyentísima y popular Isabel Cabrera se lo quería llevar a su casa y yo creo que el otro se hubiera ido encantado. Pero para no entrar en celos por preferencias con uno de Xajay, le regaló a toda la plaza lo más bello de la tarde ¡Qué naturales! tan sobrenaturales y qué espada tan encantada! Lo queremos ver, de nuez! (nuevo) y si fuera en un mano a mano, plenamente justificado con Enrique Ponce, sería miel sobre hojuelas para la afición y orgasmos para las damiselas.
Con uno de Villa Carmela, Luis David Adame se extravió entre enredos de entusiasmo sin que nadie le haya susurrado al oído que nunca unas zapopinas por más que las repita serán la estructura de una lidia.
Y solo decir que el evento no pasará a los anales del entusiasmo, pero sí, a los de la recaudación jugosa en las taquillas, que era el objetivo.
Si ustedes leen algo diferente, recamado de alegorías, es que no fue escrito por un perro con la pluma en el hocico y si tiene aroma a ‘rosas de suave fragancia que le dieron marco a la virgen morena’, es que tal vez el espíritu lariano, ahora inspira lo inexistente como inexistente fue el grito de: – “Regala un toro Pepe Tomy” – “Regala un toro Juli” y es que eso solo está reservado, no para los sacerdotes del toreo sino para el papa de todas las liturgias Enrique Ponce, el cual, sin haber toreado este doce de diciembre, fue el gran triunfador, pues ¡como se le extraño!
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