Villar ha venido a decir que el fútbol español es él; que fue él, y no los futbolistas, que al fin y a la postre no son más que actores secundarios y prescindibles en el fondo, quien conquistó el Mundial y las dos Eurocopas; fue gracias a la inmaculada gestión del Rey Sol de Bilbao que la España futbolística fuera redescubierta en el mundo
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Villar, el Rey Sol de Bilbao
A un jovencísimo Luis XIV se le atribuye la famosa frase de "L'Etat c'est moi", "El Estado soy yo". El Rey de Francia habría pronunciado presuntamente esta frase con tan sólo dieciséis años de edad, al poco de haber sido sofocada la sublevación de la Fronda y en pleno pulso político con el Parlamento. Sin embargo no existe acta alguna que recoja la frase del jovencísimo monarca, quien, por lo demás, ocuparía el trono ni más ni menos que 72 años. Es posible que fuera apócrifa y que la frase, dañina sin lugar a dudas para la frágil imagen inicial del monarca-niño, hubiera sido inventada por sus múltiples enemigos. ¿Con qué objeto?... Sencillo: Luis XIV, el Rey Sol, estaría confundiendo Francia con su persona, cuestión ésta que, incluso hace 400 años, era de muy mal gusto y estaba muy mal visto.
No sabemos si Luis XIV pronunció o no la famosa frase de "El Estado soy yo", pero sí sabemos que eso es lo que ha hecho hoy Ángel María Villar, a quien a buen seguro le habría encantado estar en el sillón presidencial de la federación española de fútbol al menos esos 72 años, si no alguno más, que el Rey Sol ocupó el trono de Francia. Villar ha venido a decir que el fútbol español es él; que fue él, y no los futbolistas, que al fin y a la postre no son más que actores secundarios y prescindibles en el fondo, quien conquistó el Mundial y las dos Eurocopas; fue gracias a la inmaculada gestión del Rey Sol de Bilbao que la España futbolística fuera redescubierta en el mundo. Habrá, según el propio Villar, un antes y un después de Villar, a quien todos deberíamos estar profundamente agradecidos por sus desvelos y por su sufrimiento y porque siempre hubiera una luz encendida en su despacho de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.
El discurso de Villar ha estado plagado de medias verdades cuando no directamente de mentiras. Ha sido, por lo demás, el típico discurso victimista del niño al que le quitan de golpe su juguete y patalea para mostrar públicamente su desagrado, la reacción furiosa de alguien que lleva cerca de 30 años imponiendo su voluntad por las bravas y que ahora se ve desprovisto del bastón de mando. Si a Villar le importara un poquito el fútbol español, sólo un poquito, hace mucho tiempo que habría presentado su dimisión. Dimitió de sus cargos en la FIFA, se fue de sus cargos de la UEFA, pero, sin embargo, continúa amarrado a la Federación Española como el capitán Ahab al lomo de Moby Dick. La rabia conserva a Villar de un modo muy parecido al que algunos órganos son conservados en formol. Y como el fútbol español es él, su obstinación en no convocar unas elecciones limpias y democráticas acaba de provocar la intervención del primo de Zumosol de la FIFA.
Está tan fuera de la realidad Ángel María Villar que tampoco me habría extrañado nada que hubiera pronunciado otra frase apócrifa, ésta atribuida a la Reina María Antonieta, quien, preguntada por la hambruna de París, respondió lo siguiente: "Si no tienen pan que coman pasteles". Para este Rey Sol de Bilbao, la más fidedigna representación de que el poder absoluto acaba por trastornar a quien lo ejerce, los culpables del jaque de la FIFA son todos menos él: Mariano Rajoy, el anterior secretario de Estado y el actual, el Gobierno, los jueces, el ex secretario general federativo, todos... Ya sea por pura supervivencia judicial o por verdadera creencia en lo que dice, la rueda de prensa de hoy es prueba más que suficiciente de que este caballero mal encarado, prepotente y faltón no podía continuar ni medio minuto más en la federación.
Si hubo un Villar bueno, que no lo sé, hace tiempo que lo devoró el personaje de Pepe Gotera y Otilio que hoy ha amenazado, nos ha amenazado, con morir matando. Dimita, Villar. Váyase.
No nos haga pasar más ridículo. Déjelo. Y déjenos. Apague la luz de su despacho y defiéndase con todas sus fuerzas legales y físicas ante las gravísimas acusaciones vertidas contra usted por un juez de la Audiencia Nacional. El fútbol español no es usted. Nunca lo fue.
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