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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 4 de febrero de 2019

CÓMO LO VEO… / por Antolín Castro


La Fiesta hoy, con más inmovilismo que El Tancredo

Nunca hubo menos competencia y menos ganaderías en el desarrollo de las temporadas taurinas. Nunca.


CÓMO LO VEO…

Pues como siempre… El Juli, Manzanares, El Fandi, Ponce, Morante, Castella, Perera, Roca Rey, Cayetano… Juan Pedro Domecq, Garcigrande, Cuvillo, Victoriano, Zalduendo, García Jiménez…

Podría decirse que no es ni bueno ni malo, pero a lo que huele es a peor. No les saquen de ahí que se pierden, aunque lo que finalmente pasa es que estemos perdidos los demás. 

Si los citados lo ocupan todo ¿qué queda para los demás? ¿qué para cambiar el paso a la rutina, la simpleza y la mediocridad en la que han sumido la Fiesta?

Los méritos de todos los demás son relegados, o marginados, para buscar acomodo si es que se lidia alguna corrida de las que nunca van a exigir cada uno de los citados. Si hay ese hueco, ahí podremos ver a los triunfadores de la pasada temporada, Diego Urdiales, Emilio de Justo, Octavio Chacón y otros.

Nadie les va a regalar nada, por supuesto, pero tampoco ha de ser que se les vaya a relegar por el simple hecho de ser mejores y más comprometidos con la autenticidad. Lo que termina valiendo es el simulacro y el hacer como que se hace. Esa es la Fiesta que padecemos y a la que nadie quiere ponerle remedio.

Si todas las ferias fueran de cuatro a seis festejos, nos tendríamos que conformar, o padecer, ese círculo cerrado de coletas y ganaderías que muy poco contribuyen a engrandecer la fiesta brava. 

Fuera compromisos, así lo veo. Y como quiera que es consentido no hay manera de darle la vuelta a esto, o al menos un empujoncito hacia la autenticidad que en buena lid reclamamos.

Así lo veo y no por ser visionario, si no por ser lo que he tenido que ver en los últimos quince años. Nunca hubo menos competencia y menos ganaderías en el desarrollo de las temporadas taurinas. Nunca.

Así lo veo y no se ya si es propia ceguera o la triste realidad, pero se hace difícil sostener la afición a base de bocadillos de mortadela a diario. Por eso sabe a gloria el día que vemos un plato con jamón ibérico. Es verlo y el sistema se da cuenta de que no se puede permitir que tengamos ante nuestros ojos lo mejor, la verdad, la posibilidad de identificar dónde está y qué es lo bueno.

Así es, sencillamente, como yo lo veo.

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