Los gracilianoss no son cuvillos: sólo toros.
He aquí la corrrida de Madrid, donde no estuvieron
ni July ni Juan Mora
He aquí la corrrida de Madrid, donde no estuvieron
ni July ni Juan Mora
José Ramón Márquez
Madrid, 13 de Octubre de 2010.-
Madrid, 13 de Octubre de 2010.-
Última corrida de toros de la temporada en Madrid. Toros de Juan Luis Fraile, toros de los que nos hacen soñar a los aficionados a los toros sólo con verlos en el cartel. Claro que, para que el sueño fuese completo, al menos debería haber una lidia adecuada y un tercio de varas como es debido, que eso es lo que tendrían que poner de su parte los de la coleta y los del castoreño como cosa suya, y, si además hay toreo del bueno, pues miel sobre hojuelas.
De los de la coleta sólo brilló por su eficacia, como siempre, Domingo Navarro, que es un gran peón y siempre está atento a la lidia, sea su toro o no lo sea.
La corrida salió muy seria, algunos de cuerna acapachada, otros más ofensivos, toros que con el rabillo del ojo controlaban todo lo que se movía en la plaza, toros con casta que acosaron a los peones despistados hasta hacerles tomar el olivo, que les quitaron los capotes y que pusieron a cavilar a sus matadores. Toros que fueron a morir con la boca cerrada, aunque hubo uno que cayó por dos veces, y que pedían delante a toreros con gran claridad de ideas. No se puede decir que la corrida en su conjunto haya sido brava. Ha sido una corrida muy bien presentada y muy encastada a la que se ha picado con gran violencia y bastante mal, en general. Creo que, en suma, somos muchos los que no pedimos más que esto: toros orgullosos, con casta y que metan miedo, ni más ni menos. Desde un burladero del callejón José Antonio Morante de la Puebla tuvo la ocasión de ver, posiblemente por primera vez en todo lo que va de temporada, lo que es una corrida de toros de los que no sirven para parar el tiempo ni para escacharrar los relojes, ni para pensar en que los angelitos cantan y las nubes se levantan.
Alfredo Ríos El Conde es mexicano de Guadalajara y, en mi opinión, es el único que hoy presentó pelea a sus oponentes echando mano del corazón y del conocimiento. Pechó con el lote más desapacible y no se arredró. A su segundo, Rondino, número 39, le planteó la faena a base de no ceder el terreno y de poner la muleta por delante, consiguiendo momentos de gran emoción y descubriendo a un torero con oficio y con un sello personal muy interesante. A este segundo lo mató de un gran volapié que satisfizo a los que nos fijamos más en la ejecución de la suerte que en la colocación del estoque, que quedó un poco bajo. Hay que ver más a este Conde, que hoy ha pasado por Madrid con una enorme dignidad y con maneras de torero.
Luis Vilches anda muchas veces por ahí quejándose de su suerte y de que no le ponen. Creo que hoy ha demostrado cuál es la causa de esa circunstancia, ya que lo que ha planteado ante sus dos oponentes no ha mostrado que el utrerano tenga ninguna claridad de ideas. Acaso Luis Vilches no estaba preparado para esta corrida tan especial, pues se ha dedicado a dar pases sin ton ni son a sus dos toros con más voluntad que acierto y a prolongar las faenas de una forma incomprensible hasta que ha conseguido aburrir por completo al público. Su segundo toro, Jaquetón, número 34, fue un toro muy exigente y muy serio, lo que antes se solía decir ‘un toro para un torero’. Ante ese oponente, toro de encumbrar a quien fuese capaz de sacarle dos series hondas, sobreponiéndose al terror, y de tumbarle con un volapié, Vilches ha traído su toreo contemporáneo hecho de fruslería y de falta de sentido.
Eduardo Gallo ha sido jaleado porque hizo moverse a los toros, sin compromiso alguno, destoreo contemporáneo, poniéndose por fuera, rematando el pase antes de concluirlo y estirándose para la foto cuando el toro ya ha pasado. Algún muletazo le salió bueno, pero la falta de concepto de lidia, la evidente demostración de que sus pases con la derecha y con la izquierda no obedecen a otro fin que al de tratar de cansar al toro, no al de someterle y torearle, la neta percepción de que lo que le hace al toro no está orientado al dominio sino al vaivén, nos llevan de nuevo a la desazón de constatar, por las palmas que se llevó el torero, que ya hay muchos para quienes torear es sólo dar pases y conseguir que el animal se mueva. Su segundo toro, Pensón, número 23, mereció una lidia más firme, pisándole el terreno, mandándole mucho y sometiéndole. La vez que lo hizo, el toro respondió, pero el torero no estaba por esa labor.
***
Debe haber algún problema con la báscula en Madrid. Lo digo más que nada por Manolo, no vaya a ser que por la cosa de los pesos vayamos a tener un COP (Conflicto de Orden Público), que es lo que él siempre trata de evitar con gran celo. En la novillada del domingo pasado, presidida por él, los pesos fueron 535, 525, 520, 532, 524 y 534 y en la corrida de toros de hoy, presidida también por él, 512, 531, 543, 542, 519 y 521. Tres mil ciento setenta quilos de novillo contra tres mil ciento sesenta y ocho quilos de toro, ganan los novillos por dos quilos. Es urgente que Manolo se ponga al habla con la Oficina Internacional de Pesos y Medidas para someter los sistemas de pesaje de Las Ventas a una severa auditoria, porque puede ser que en determinadas ocasiones no se esté usando el sistema métrico decimal o bien se estén usando básculas adaptadas para medir el peso en la Luna donde, como es sabido, un quilogramo terráqueo equivale a cien gramos selenitas.
De los de la coleta sólo brilló por su eficacia, como siempre, Domingo Navarro, que es un gran peón y siempre está atento a la lidia, sea su toro o no lo sea.
La corrida salió muy seria, algunos de cuerna acapachada, otros más ofensivos, toros que con el rabillo del ojo controlaban todo lo que se movía en la plaza, toros con casta que acosaron a los peones despistados hasta hacerles tomar el olivo, que les quitaron los capotes y que pusieron a cavilar a sus matadores. Toros que fueron a morir con la boca cerrada, aunque hubo uno que cayó por dos veces, y que pedían delante a toreros con gran claridad de ideas. No se puede decir que la corrida en su conjunto haya sido brava. Ha sido una corrida muy bien presentada y muy encastada a la que se ha picado con gran violencia y bastante mal, en general. Creo que, en suma, somos muchos los que no pedimos más que esto: toros orgullosos, con casta y que metan miedo, ni más ni menos. Desde un burladero del callejón José Antonio Morante de la Puebla tuvo la ocasión de ver, posiblemente por primera vez en todo lo que va de temporada, lo que es una corrida de toros de los que no sirven para parar el tiempo ni para escacharrar los relojes, ni para pensar en que los angelitos cantan y las nubes se levantan.
Alfredo Ríos El Conde es mexicano de Guadalajara y, en mi opinión, es el único que hoy presentó pelea a sus oponentes echando mano del corazón y del conocimiento. Pechó con el lote más desapacible y no se arredró. A su segundo, Rondino, número 39, le planteó la faena a base de no ceder el terreno y de poner la muleta por delante, consiguiendo momentos de gran emoción y descubriendo a un torero con oficio y con un sello personal muy interesante. A este segundo lo mató de un gran volapié que satisfizo a los que nos fijamos más en la ejecución de la suerte que en la colocación del estoque, que quedó un poco bajo. Hay que ver más a este Conde, que hoy ha pasado por Madrid con una enorme dignidad y con maneras de torero.
Luis Vilches anda muchas veces por ahí quejándose de su suerte y de que no le ponen. Creo que hoy ha demostrado cuál es la causa de esa circunstancia, ya que lo que ha planteado ante sus dos oponentes no ha mostrado que el utrerano tenga ninguna claridad de ideas. Acaso Luis Vilches no estaba preparado para esta corrida tan especial, pues se ha dedicado a dar pases sin ton ni son a sus dos toros con más voluntad que acierto y a prolongar las faenas de una forma incomprensible hasta que ha conseguido aburrir por completo al público. Su segundo toro, Jaquetón, número 34, fue un toro muy exigente y muy serio, lo que antes se solía decir ‘un toro para un torero’. Ante ese oponente, toro de encumbrar a quien fuese capaz de sacarle dos series hondas, sobreponiéndose al terror, y de tumbarle con un volapié, Vilches ha traído su toreo contemporáneo hecho de fruslería y de falta de sentido.
Eduardo Gallo ha sido jaleado porque hizo moverse a los toros, sin compromiso alguno, destoreo contemporáneo, poniéndose por fuera, rematando el pase antes de concluirlo y estirándose para la foto cuando el toro ya ha pasado. Algún muletazo le salió bueno, pero la falta de concepto de lidia, la evidente demostración de que sus pases con la derecha y con la izquierda no obedecen a otro fin que al de tratar de cansar al toro, no al de someterle y torearle, la neta percepción de que lo que le hace al toro no está orientado al dominio sino al vaivén, nos llevan de nuevo a la desazón de constatar, por las palmas que se llevó el torero, que ya hay muchos para quienes torear es sólo dar pases y conseguir que el animal se mueva. Su segundo toro, Pensón, número 23, mereció una lidia más firme, pisándole el terreno, mandándole mucho y sometiéndole. La vez que lo hizo, el toro respondió, pero el torero no estaba por esa labor.
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Debe haber algún problema con la báscula en Madrid. Lo digo más que nada por Manolo, no vaya a ser que por la cosa de los pesos vayamos a tener un COP (Conflicto de Orden Público), que es lo que él siempre trata de evitar con gran celo. En la novillada del domingo pasado, presidida por él, los pesos fueron 535, 525, 520, 532, 524 y 534 y en la corrida de toros de hoy, presidida también por él, 512, 531, 543, 542, 519 y 521. Tres mil ciento setenta quilos de novillo contra tres mil ciento sesenta y ocho quilos de toro, ganan los novillos por dos quilos. Es urgente que Manolo se ponga al habla con la Oficina Internacional de Pesos y Medidas para someter los sistemas de pesaje de Las Ventas a una severa auditoria, porque puede ser que en determinadas ocasiones no se esté usando el sistema métrico decimal o bien se estén usando básculas adaptadas para medir el peso en la Luna donde, como es sabido, un quilogramo terráqueo equivale a cien gramos selenitas.
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