Luis Francisco Esplá en el Parlamento de Cataluña
Esplá sí puede
Paco March
Pocos hay en el llamado Planeta de los Toros tan legitimado como Luis Francisco Esplá para alzar la voz, expresar dudas y mover a la reflexión en estos momentos de zozobra y oportunismos de todo signo.
Resulta cómico a la vez que injusto pedir al maestro alicantino que se ponga a disposición de sus compañeros en la batalla contra la sinrazón prohibicionista. Cómico pues tuvo que ser él, junto a otro maestro también retirado, Joselito, y Serafín Marín, ese torero catalán al que sus compañeros, mira por dónde, han olvidado para llevarlo de ministerio en ministerio, quien diera la cara en el Parlament en una comparecencia demoledora. E injusto pues también fue Esplá, otra vez con Joselito ( no por casualidad ) quien levantó la voz, en 1999, para clamar y reclamar por unos derechos televisivos de los que hoy todos se benefician pero que a él le supusieron el ostracismo, vendido por sus compañeros que lo dejaron en la estacada. Un ostracismo que él supo levantar con las armas del toreo eterno en una memorable tarde de la Feria de Otoño madrileña en que desorejó a un Victorino fiero y de impresionante trapío que había mandado a la enfermería a El Califa.
Pocos hay en el llamado Planeta de los Toros tan legitimado como Luis Francisco Esplá para alzar la voz, expresar dudas y mover a la reflexión...Lo que ha dicho Esplá es que antes de llevar al toreo en procesión primero hay que limpiar el patio. Un patio en el que grandezas y miserias, generosidad y mezquindad, altura de miras y bajeza de espíritu, van de la mano. Una mezcolanza que se convierte en barro sobre el que se ha ido edificando una Fiesta insostenible y propicia para que mercaderes de ideas, vendedores de humo y políticos mercachifles pongan sus ennegrecidas manos.
En el víacrucis ministerial y si se me permite el sarcasmo, la próxima estación podría ser en el de Sanidad. Una vez allí, sabios doctores darían cumplido diagnóstico de la salud del enfermo , la Fiesta, o sea, y decidirían tratamiento, mientras los allegados del paciente, desde los profesionales hasta los críticos, pasando por empresarios y aficionados, guardarían el silencio debido y procederían en consecuencia.
Claro que, si el enfermo no se recupera y llega el fatal desenlace, de inmediato vendrá el reparto de la herencia y ahí, algunos de los que le hicieron la vida imposible querrán sacar tajada. Lo malo será cuando se percaten de que ya no queda nada. Culpa de Esplá, dirán.
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