José Ramón Márquez
Ya sabemos por qué Abella, al que como es bien sabido sus íntimos llaman Abeya, no ha tenido tiempo para ordenar que cambien la bandera negruzca y deshilvanada que tiene colocada en la fachada principal de la Plaza de toros de Las Ventas: se encontraba en Milán, almorzando con los miembros del Club Taurino Milanés, ‘con su sonrisa dulce, con su torería tímida, con sus palabras encantadoras’, en palabras de Donatella Paterlini, publicadas en Eurotoro.
El hombre se fue a Milán a darse pisto, afición que le retrata netamente como español, y seguramente no tuvo tiempo de reparar durante su estancia en la capital de la Lombardía en que los que como él estaban de turismo en Madrid y se querían hacer una fotografía ante la puerta grande de la plaza que Abella gerentea, se llevaban en sus cámaras la imagen del Circo Mundial coronado por la bandera pirata. Y, en efecto, ambas cosas componen a fecha de hoy el más certero retrato del coso madrileño.
Ya sabemos por qué Abella, al que como es bien sabido sus íntimos llaman Abeya, no ha tenido tiempo para ordenar que cambien la bandera negruzca y deshilvanada que tiene colocada en la fachada principal de la Plaza de toros de Las Ventas: se encontraba en Milán, almorzando con los miembros del Club Taurino Milanés, ‘con su sonrisa dulce, con su torería tímida, con sus palabras encantadoras’, en palabras de Donatella Paterlini, publicadas en Eurotoro.
El hombre se fue a Milán a darse pisto, afición que le retrata netamente como español, y seguramente no tuvo tiempo de reparar durante su estancia en la capital de la Lombardía en que los que como él estaban de turismo en Madrid y se querían hacer una fotografía ante la puerta grande de la plaza que Abella gerentea, se llevaban en sus cámaras la imagen del Circo Mundial coronado por la bandera pirata. Y, en efecto, ambas cosas componen a fecha de hoy el más certero retrato del coso madrileño.
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