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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 13 de enero de 2011

Si Esperanza Aguirre se preocupara por los toros... / Por José Ramón Márquez

 Cinco matadores, tres políticos y un abogado
en la pomada de la Puerta del Sol
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José Ramón Márquez


Nos informan los medios habituales de que hubo una reunión en la Puerta del Sol a la que asistieron cinco toreros, cinco lobitos, y tres políticos, tres cerditos, para hablar del pliego de Las Ventas y de otros asuntos de actualidad taurina. 
De una parte iban El July, Cayetano, José María Manzanares, Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y un abogado. Por la otra, Esperanza Aguirre, el Chino González y Carlos Abella, el hombre que, al revés de aquel inútil astronauta del poema de Vázquez Montalbán, sólo mira al suelo. Se juntaron todos ellos en el antiguo edificio de la DGS, que también sabe lo suyo de toreros: allí es donde llevaron detenido y vestido de torero a Curro Romero el 25 de mayo de 1967 cuando se negó a matar el toro de Cortijoliva.

Como no apetece tirar por el camino de la zorra y el gallinero, diré que me parece que esa absurda reunión en la que, para hablar del pliego de condiciones de Las Ventas llaman a cinco toreros, que no creo que sean muy expertos en derecho administrativo, no es una reunión orientada al fin que se publicita. Yo creo que ni pliego, ni condiciones, ni derecho administrativo ni nada de nada, que me parece a mí que lo que hubo ayer en el caserón de Gobernación es un simple acto de propaganda política de la señora Aguirre y Gil de Biedma organizado por el obsequioso Chino González para tratar de marcar, de cara a los electores, la distancia que separa a los peperos de los sociatas, que tanto odian los toros; para decir a los votantes: en mi tenéis a la defensora de la tauromaquia. Propaganda sin más ni más, que se acercan las urnas.
 
Al almuerzo sólo faltó Moncholi, el crítico de Telemadrid,
que tendría comprometida la merienda

Porque creo que, dado que la Comunidad de Madrid es la propietaria de la Plaza de Toros de Las Ventas, si la señora Aguirre y Gil de Biedma tuviese interés real por la fiesta, más que sentarse a almorzar con estos cinco toreros en sede oficial, debería preocuparse de poner las pilas a la maldita empresa adjudicataria de la concesión de la Plaza, extremando el celo para que las ferias que presentasen fuesen acordes a la historia y merecimientos de la Plaza y a los deseos de la selecta afición que puebla sus tendidos, gradas y andanadas, que aún pensamos en la feria del año pasado y se nos caen lágrimas como puños de recordar el mes en blanco que nos tiramos sentados en la piedra. Si tuviese interés por la fiesta esta señora, no habría consentido que se instaurase esa costumbre de montar la burla llamada ‘Feria del Aniversario’(¿aniversario de qué?), creada con el único fin de poder tener a José Tomás en las condiciones que él exige, por si acaso le apetece venir a Madrid algún día y por si acaso consiguen la pasta para pagarle lo que pide. Si la Presidenta se preocupase por la fiesta trataría de evitar esa absurda retransmisión de la feria por televisión, que no hace ningún bien a la fiesta, por lo que tiene de interferencia del Dr. Zaius en la confección de los carteles y por el deplorable espectáculo que se brinda al mundo retransmitiendo corridas y más corridas carentes de todo interés. Si se preocupase por la fiesta Doña Esperanza, se desvelaría por buscar fórmulas de promoción para que los tendidos de la Plaza presentasen entradas algo más nutridas que la birria de menos de cuarto de entrada que suele presentar la Plaza cualquier domingo, venga quien venga. Si se preocupase por la fiesta la señora Aguirre, trataría de influir desde su puesto para que en Madrid se viese una auténtica representación de los diversos encastes del toro bravo, huyendo del monocultivo al que se tiene acostumbrada a la sufrida afición. Si se preocupase por la fiesta, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma le habría dicho a su lacayo Abella, que también estuvo dándose pisto en el almuerzo con los cinco toreros y el abogado, que cambiase ese trapajo negruzco y descosido que hay puesto sobre la puerta grande de Madrid por una bandera de España como Dios manda, con sus colores oficiales rojo y amarillo.
En fin, que hubo un amable almuerzo al que asistieron cinco matadores de toros, tres políticos y un abogado. Parece el inicio de un chiste.
 

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