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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 24 de diciembre de 2012

El Cid, Victorino, Manzanares y el photoshop / Por



 El Cid, Victorino, Manzanares y el photoshop 

José Ramón Márquez

Si aquí no hay nada que inventar, que todo está más sobado que la pipa de un indio, de cuando los indios aún fumaban sus pipas de la paz en aquellas tipis de la pradera. Te vas al Aplausos, ¡la revista taurina!, como la vocea Simón por esas Plazas, y allí está todo explicado a las mil maravillas en un ojeo: a la derecha El Cid, un tío vestido de torero que dice que para Sevilla y Abril se pide la de Victorino y que anima a otras figuras a que hagan lo propio; a la izquierda con ese mohín y esos morritos, una fotografía de Manzanares III vestido con un smoking y un texto que nos aclara que la imagen del diestro es la portada de la revista ‘Fuera de serie’. 

Bien seguro andará el hijo de Dolls de que él no va a sudar el smoking poniéndose enfrente de los toros que quitan el sueño desde que ya sabes que tu nombre va a estar en los carteles junto a ellos; bien tranquilito andará el hombre sabiendo que lo que de él se demanda no es esa belleza recia que nace de lucha del hombre contra la fiera sino el empalagoso juego de la-quito-la-pongo adobado con unas extravagantes posturitas y unos mohínes que, aunque sirven para hacer desvanecerse a tantos espíritus sensibleros, no guardan con el toreo más que un remoto parentesco sobrevenido del hecho de que, para ejecutarlos, usualmente hay que vestirse de luces.

Porque por mucho que Manzanares no lo quiera ni ver, aquí no hay más luz que el toro. Victorino frente a ‘Fuera de serie’’. He ahí la patente demostración de cómo en Manzanares falla la base, es decir la torería. Y eso quiere decir que falla el espíritu de superación, el ansia por no acomodarse, la necesidad de afrontar retos que desafíen al propio conocimiento y al propio valor o la necesidad de proclamar al mundo con suficiencia que él es alguien, pues la verdad de la auténtica torería, sólo puede ser demostrada frente a la fiera y sólo puede explicarse, precisamente, frente al toro, pongamos el toro de Victorino. Puede que como persona le guste más proclamar su verdad frente al objetivo de una cámara Canon, pero como torero, su verdad sólo puede decirla poniéndose frente al toro; aquí no puede haber confusión alguna, pues se trata de tomar partido, decididamente, entre el photoshop o los pitones, lo virtual y lo real.

Manzanares tiene tiempo suficiente, desde ahora, de recoger galantemente el guante que lanza El Cid y pedirse también la de Victorino, tanto como de imponer de manera irrenunciable al menos tres toros de verdad, de las ganaderías que todos sabemos, en su publicitada encerrona de abril en Sevilla. Si Manzanares quiere ser reconocido como torero de los que cuentan e importan tiene la ineludible obligación de enviar a la afición un firme mensaje de compromiso con el toro, es decir con la Fiesta.

También es posible, y humano, que quiera renunciar al miedo y pedirse los victorianos o los garcigrandes. En eso es donde se conocerá bien a las claras que él, entre los toros y el photoshop, eligió el photoshop.
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