".....la serenidad de toda la familia, de sus cuatro hijos, de Yeyes, de Ana, de José Mari, de Manolito, de la madre de esos hijos Reyes, de Pedro el hermano de José Mari, de su hermana… de todo lo que es la familia la serenidad que han aportado nos ha dado a todos un plus de tranquilidad de conciencia, porque sabíamos que se iba entre amigos y estaba en manos de Dios...."
La última Puerta Grande de un torero de toreros
Crítico taurino y Periodista
Madrid, 2 de Noviembre de 2014.-
Esta historia de hoy es una historia a caballo entre el dolor, la tristeza y la incredulidad. El martes por la mañana, cuando el programa de El Paseíllo en la Radio de Castilla La Mancha ya estaba montado, llegó la noticia de la muerte, inesperada, del maestro José María Manzanares. Todavía sigo pellizcándome, sin creer que sea posible, porque ha muerto a los 61 años y gozando de una extraordinaria salud.
Pero la vida es así y poco podemos hacer. Solo podemos mantenerle en la memoria y dedicarle, como hicimos, ese programa (y los dos siguientes en señal de luto) y recorrer en boca de los que han sido sus pupilos, compañeros, empresarios, todo el mundo del toro para rendir un sincero homenaje. Un torero de época y permítanme dedicarle un homenaje al amigo que se ha ido.
Rendimos homenaje con muchas figuras del torero (El Viti, Julio Aparicio, Jaime Ostos, Paco Camino, Dámaso González, Roberto Domínguez, Enrique Ponce, Javier Conde, entre otros) al maestro José María Manzanares que fue encontrado muerto en su finca de Cáceres.
El día antes, por la tarde, había estado hablando con su hijo antes de partir a México y con sus nietos. A José Mari Manzanares hijo le ha pillado la noticia en el aeropuerto, ya en México, esperando el primer vuelo de vuelta. Pasó toda la tarde en una de las salas vips del aeropuerto mientras el mundo del toro se volcaba en homenajear a un torero de toreros, torero de todos, al maestro Manzanares. Desde aquí, todas las condolencias a su familia.
Esta es, sin duda, una historia agridulce. Todavía, y costará mucho tiempo, no he asimilado la muerte del maestro Manzanares. Lo cierto, todo hay que decirlo, es que está recibiendo un multitudinario reconocimiento de lo que ha sido en vida.
La capilla ardiente se abrió en Alicante, en su plaza, y ha sido un desfilar de muchedumbre impresionante. Ciudadanos de Alicante, de todas partes de España y, sobre todo, grandes figuras del toreo y del mundo del espectáculo se han acercado. También, se han recibido muchas condolencias del mundo político.
Me he detenido a ver muchos tweets. Todos son preciosos, maravillosos... En este arranque quiero ceder el protagonismo a la carta que en su web ha publicado Enrique Ponce. Enrique Ponce, quizá su sucesor como maestro de la tauromaquia en su estética, dice en sus párrafos finales: “Como torero ha sido referente para toda nuestra generación. Para todos los que le hemos visto y hemos compartido cartel con él; Manzanares es de los toreros más grandes de la historia. Su concepto e interpretación del toreo es tan puro como su alma. Es un torero único, con una forma natural, innata de interpretar el toreo; un maestro de grandísima personalidad. Suyo, de José María Manzanares, fue el elogio más bonito que me han dicho como torero, sobre todo viniendo de un gran torero como él: `Si alguna vez tengo un hijo torero, querría que fuese como tú’. Y lo que son las cosas, tiene un hijo torero y con un concepto muy similar al mío”.
Querido Enrique, porque tu concepto es la continuidad del gran maestro que nos dejó.
Esta historia, es una historia de tristeza y de alegría.
Una tristeza que llevo acumulando desde que conociera la noticia y de alegría, de alivio, porque como católico, persona creyente, el haber estado en el funeral en Alicante del maestro José María Manzanares, y reconfortado por la homilía del párroco concelebrado en la Concatedral de San Nicolás de Bari, en Alicante. Sobre todo ha sido emocionante cómo el concelebrante dijo que Manzanares había entrado en la Concatedral por la puerta chica y al final abrieron de par en par las puertas de la Concatedral para que el maestro abriera su última Puerta Grande. La Puerta Grande que le llevaba a la Resurrección eterna como se ha dijo en el evangelio que se leyó en la celebración.
Ha sido una manifestación absoluta de cariño y admiración. Más de 15.000 personas han pasado, durante 24 horas por la capilla ardiente, no cabía un alfiler, y eso que la Concatedral es grande, y todo el toreo se ha dado cita allí. Ha habido momentos de gran emoción y dentro del toro, del llanto, de las lágrimas… la serenidad de toda la familia, de sus cuatro hijos, de Yeyes, de Ana, de José Mari, de Manolito, de la madre de esos hijos Reyes, de Pedro el hermano de José Mari, de su hermana… de todo lo que es la familia la serenidad que han aportado nos ha dado a todos un plus de tranquilidad de conciencia, porque sabíamos que se iba entre amigos y estaba en manos de Dios.
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