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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 16 de abril de 2016

Y los ángeles batieron palmas / Por Paco Mora



"...¡Qué tarde de toros! ¡Qué tarde de toreros! Ahora que vengan los que hacen de la política ganapán y mamandurria a quitárnosla. ¡Pobres! Si no pudieron ni un Papa ni un Rey..."

Y los ángeles batieron palmas

Tarde mágica en La Maestranza. ¡Ay, quién supiera escribir para explicar todo lo que ha ocurrido esta tarde en su rubio albero! El arte del toreo que bajó del cielo, el caballero del pundonor capaz de salir a morir como si tuviera que ganárselo todo cuando todo lo tiene, y una cabeza privilegiada, unida a un valor espartano, han mantenido en pie sin atreverse a salir de los tendidos a un público que acabada la corrida permanecía inmóvil como hipnotizado. Morante de La Puebla, Julián López “El Juli” y Roca Rey. La brujería toreadora, la solidez torera cincelada en mármol de Carrara y un chiquillo muy hombre que apunta hacia el infinito con la velocidad de un cohete interplanetario, han parado el tiempo en la Catedral del Toreo que se mece a orillas del Betis. ¡Qué grande es el toreo! Y uno sin ser capaz de describir tanta belleza...

Sobre la cabeza, el corazón y las muñecas de Morante han confluido esta tarde todas esas bolitas que dice Paula que los Ángeles de la gloria esturrean sobre algunos privilegiados, y que en determinados momentos de la historia del toreo cayeron sobre Curro Puya, Chicuelo, Pepe Luis Vázquez, Pepín, Curro Romero, el mismo gitano de Jerez y pocos más. No se puede contar; hay que verlo, y sentirlo, y disfrutarlo como lo hemos disfrutado los que hemos tenido el privilegio de ver al de La Puebla en esta gloriosa tarde. Una faena para la historia de la Tauromaquia. Lo de Morante hoy ha sido como hablar con Dios y que te conteste.

Y El Juli... Pundonor, raza, amor propio y conciencia exacta de su condición de figura le han obligado casi a ofrecerse en holocausto. Uno no había sido testigo jamás de tanta responsabilidad y tanta entrega en un torero para hacer honor a su categoría, de sobra ganada en una larga ejecutoria. Loor y gloria a El Juli, que también se ha ganado el máximo respeto de la Maestranza a costa de su sangre.

Por si fuera poco lo ya reflejado en mi pobre relato de lo ocurrido esta tarde en la Maestranza, un chiquillo peruano, Roca Rey, ha pisado terrenos que solo pisan los muy valientes y ha armado un alboroto que solo la espada ha privado de los máximos trofeos. Y todo ello regido por una cabeza de privilegio en un torero que lleva cinco minutos en el escalafón y ha competido con los más grandes tratándolos de tú a tú. ¡Qué tarde de toros! ¡Qué tarde de toreros! Toreros que han puesto muy altos los valores de una profesión como la de lidiar toros bravos y la grandeza de la Fiesta Brava. Ahora que vengan los que hacen de la política ganapán y mamandurria a quitárnosla. ¡Pobres! Si no pudieron ni un Papa ni un Rey...

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