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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 29 de agosto de 2016

‘OCHO APELLIDOS VASCOS’ EN TAURINO / por Antolín Castro


Curro en Bilbao fue el Curro que conocemos, 
no un marciano que aterrizó por allá

"...Cuando muchos, que lo veíamos por la televisión, pensábamos que le iban a pedir la oreja dada la eficacia de la estocada y los buenos y bellos pasajes de su, aunque corta, faena, nos vimos sorprendidos con los pitos desde los tendidos. Los pocos aplausos fueron ahogados por los pitos mientras el torero en su deseo de no hacer declaraciones, se limitaba a decir que a veces se le queda a uno cara de tonto..."


‘OCHO APELLIDOS VASCOS’ EN TAURINO

La famosa película 'Ocho apellidos vascos' ha tenido continuidad en lo taurino en esta pasada semana. Como muchos saben, y a quien no lo sepa se lo resumimos, en dicho film se ponía de manifiesto las diferencias entre vascos y andaluces, siempre desde la perspectiva de la parodia, del humor.

Cada cual con su forma de pensar, enfrentando sus culturas, terminan por impedir que una pareja de jóvenes celebren su matrimonio, dando a entender que no es posible tener una forma común de vivir la vida o simplemente de entenderla.

Y eso ha pasado esta semana en la que ha terminado la feria de Bilbao. Plaza de primera y de prestigio por el toro que se lidia, o lidiaba, y una forma de comportarse de sus aficionados. Nada parecía que eso se pudiera poner en cuestión, pero sí se puede poner… ha surgido la discrepancia.

El caso en cuestión se produjo con el paseíllo hecho por el torero linarense, Curro Díaz. Tras diecinueve años de alternativa nunca había pisado esa arena negra que distingue el ruedo de la plaza de Vista Alegre bilbaína. Llegó por la vía de la sustitución de Escribano para matar la corrida de Victorino mano a mano con Ureña. Hasta ahí todo normal, nada hacía presagiar que su actuación pudiera producir controversia.

Los toros de Victorino resultaron un tostón, apáticos, sosos, totalmente deslucidos y ante ellos los dos espadas mostraron cada uno sus armas, finas maneras del linarense y aguerrida disposición del lorquino. El resultado final fue el mismo para ambos, cosechando solamente una ovación cada uno en sus primeros oponentes.

Curro no se puso de rodillas, no hizo un quite por gaoneras, no se dio arrimón alguno, ni hizo guiños al tendido con circulares al derecho o al revés, por la espalda ni uno… vamos, sin salirse de su tauromaquia, comportándose como viene haciéndolo, con éxito, en cualquiera de los ruedos donde actúa.

Es más, en el primero mostró un buen toreo con la izquierda y en su tercero con la mano diestra, en una faena corta pero bien construida. Siempre desde la naturalidad y la estética que imprime a su toreo. Pero cuando cogió la espada de verdad, ante las pocas posibilidades que ya ofrecía el astado, a la gente no le pareció bien, como si en lugar de comprender la condición gastada del toro pensaran que la decisión se correspondiera con la de un ‘señorito andaluz’ con pocas ganas de trabajar más. Aquí es donde se puso de manifiesto el argumento de ‘Ocho apellidos vascos’ donde a los andaluces se les concede el dudoso honor de ser poco dados a la seriedad y la constancia y sí mucho a la pereza, desgana o gracieta sin contenido. 

Cuando muchos, que lo veíamos por la televisión, pensábamos que le iban a pedir la oreja dada la eficacia de la estocada y los buenos y bellos pasajes de su, aunque corta, faena, nos vimos sorprendidos con los pitos desde los tendidos. Los pocos aplausos fueron ahogados por los pitos mientras el torero en su deseo de no hacer declaraciones, se limitaba a decir que a veces se le queda a uno cara de tonto.

Dos días después, el mismo torero en Almería, con la misma ganadería, y las mismas formas de torear, abría la puerta grande. Ayer mismo en su tierra también abrió la puerta tras cortar tres orejas. Y es que debe ser que esa forma de torear, que también se entiende en Madrid por poner un ejemplo claro, se entiende ‘allí abajo’ mientras no ha gustado casi nada ‘allá arriba’. Una pena que tras tantos años para actuar en Bilbao se haya saldado con tal controversia. ¿Será verdad que los españoles, de un lado u otro, discrepamos tanto ante la personal forma de interpretar el toreo de Curro Díaz? Yo no entendí lo de Bilbao.

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