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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 16 de enero de 2017

Chiquillos / por Ismael Belmonte



"...Juegos de los chiquillos
que hay en mi calle,
que quieren ser toreros
desde que nacen..."


Chiquillos

Chiquillos de mi calle 
jugando al toro,
con plazas luminosas
hechas en corros,
corros de fantasías
de carne nueva,
corros de nueva sangre,
sangre torera.

Las plazas con faroles
son luminarias,
que alumbran las faenas
tan temerarias
de los chiquillos,
con sus baberos.
Pañuelos y tirantes
hechos toreros.

Muletillas de trapo
sin banderillas,
brindis a los balcones,
¡a sus chiquillas!
Pelirrojas coletas,
pecosas frentes,
golfillos ojos listos,
caras valientes.

Viejo mantel de mesa
hecho capote,
el rabo de una escoba,
el buen estoque.
Morrillos de madera
cuernos pelados,
anchos, viejos, con punta,
encampanados.

Que viene el toro, gritan,
que viene el toro;
es una bicicleta
con astas de oro.
Y el pedal, las espuelas;
el faro hocico,
y en medio el más valiente,
el más bonico.

Viva el torero, gritan,
viva el torero,
el flequillo es montera,
el palo, acero,
y un caramelo viene
desde una orilla,
el clavel más hermoso
de una chiquilla.

Las manolas se limpian
sus dos ojillos,
no saben qué les pasa,
son sus chiquillos,
los vecinos del barrio
que juegan a eso,
y se rifan la oreja;
va a ser un beso.

El primero que brindan
viendo a un valiente
(caracolas de angustia
algunas sienten).
Y entre rejas relucen
sus pecas de oro.
Y no ven bicicleta,
sólo ven toro.

Toros en las esquinas
blancas que brillan,
y la muerte en el trapo,
las bocas chillan,
gritan a sus toreros,
a sus vecinos,
y las manos en palmas
se hacen racimos.

A hombros van los valientes,
torero y otro,
es un juego de muerte,
un juego todo.
Juegos de los chiquillos
que hay en mi calle,
que quieren ser toreros
desde que nacen.


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