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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 20 de febrero de 2020

Los Alburejos entran en la historia / por J. A. del Moral


Don Álvaro Domecq en los Alburejos 

Quiero mencionar y comentar también porque lo merecen sobre los miembros de su gran familia, actualmente encabezada por Alvarito – uno de los rejoneadores más importantes de la historia – y perdón que le pido por seguir llamándole así, su hija, sus yernos y la infinidad de sus nietos y biznietos. Todos orgullosos de su abuelo.

Los Alburejos entran en la historia

La para tantos inimaginable venta de Los Alburejos, imagino que a un archimillonario, nos obliga a escribir sobre lo que fue la maravillosa y grandísima hacienda que acaba de entrar en la historia con letras de tanto oro y diamantes que la podemos calificar de santuario.

Lo escribo tan gustoso como dolorido y puedo hacerlo por las muchísimas veces que allí estuve, siempre encantado por cuanto allí había y desde el inolvidable recuerdo de quien la conformó y habitó cual grandísimo señor que fue el excelentísimo – pocos habrán que merezcan tamaño tratamiento – Don Álvaro Domecq y Díez, con quien tanto hablé de lo divino y de lo humano y con quien tuve el honor y la suerte de ser uno de sus íntimos amigos pese a los años que nos distanciaban y nos unían con esa fuerza que dimana  de esa amistad que muy pocas veces se nos ha dado en vivir durante tamaña experiencia por tratarse Don Álvaro de una de las muy pocas personas que lo son todo, con altísimas medidas y el más exquisito de los gustos. 

El señorío en su máxima altura, la sabiduría que ello conllevó, la simpatía en su máximo grado, la hospitalidad desbordante y unas maneras de estar y de ser tan indeclinables que, estar con él, era como hacerlo en el mismísimo Cielo. Pese a los años que nos distanciaban, en su caso y en el mío fueron como el que se tienen un padre y un hijo. Y perdón por lo que digo aun sin sin serlo. 

Mucho me enseñó Don Álvaro y mucho nos dimos uno al otro porque unas veces me pidió ayuda y otras tantas me ayudó él.
En su manera de hablar, tanto en privado como en público, Don Álvaro fue único. Y tanto fue así que escribía más para oírle que para leerle. Algo por lo que tantas veces me pidió que puliera sus escritos y yo lo hice encantado y agradecido por su confianza con un cariño paterno filial del que ambos disfrutamos.

Don Álvaro Domecq en un tentadero

Pues bien, todo cuanto acabo de decir sobre Don Álvaro se tradujo milimétricamente en cómo rehizo y fue enjoyando Los Alburejos desde los más mínimos detalles a los máximos por cuanto cómo son todas las dependencias y servicios de la finca. Tan grande y tan llena de tesoros de todas clases que parecía pequeña. Todo parecía haber sido imaginado y dispuesto como solamente él fue, pensándolo hasta verlo hecho realidad para disfrute suyo, de su maravillosa famila y de sus amigos.

Descubrir y pormenorizar sobre cuanto cabe en Los Alburejos daría para un libro grande que debería detenerse ampliamente en todas y cada una de sus dependencias, tanto las eminentemente taurinas como las de su gran casa tan repleta de recuerdos como de esos detalles que envuelven lo arquitectónico en museistico además de entrañable.
Mas sus jardines y sus amplísimos campos en donde pastaban sus toros y sus vacas con el hierro de “Torrestrella”. Una de las ganaderías más lujosas e importantes de la historia por como eran en su estampa y por como se comportaban  tanto en los tentaderos como en las plazas.

Muchos tentaderos he disfrutado en Los Alburejos como también muchos corridas en las plazas de toros de España y de Francia, casi siempre sentado junto a Don Álvaro cual profesor privilegiado de un alumno con infinitas ganas de saber.

Quiero mencionar y comentar también porque lo merecen sobre los miembros de su gran familia, actualmente encabezada por Alvarito uno de los rejoneadores más importantes de la historia – y perdón que le pido por seguir llamándole así, su hija, sus yernos y la infinidad de sus nietos y biznietos. Todos orgullosos de su abuelo. Y todos excepcionales jinetes como no podía ser menos. Entre ello, Antonio y Luis engrosaron la dinastía de maestros del toreo a caballo.

Supongo la pena que todos han sentido y sentirán siempre por cuanto fueron Los Alburejos. Pues si yo la siento en el fondo de mi alma, imagino como lo sentirá toda la gran familia por lo que pido a Dios que les bendiga.
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