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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 23 de febrero de 2020

Luis Francisco Esplá, la reserva espiritual del toreo / por Pla Ventura


En la imagen, en alguno de los momentos que la vida nos obsequió con la presencia y esencia del gran maestro Luís Francisco Esplá.

Dijo Esplá que, a nivel de leyenda, lo único que le faltó a Joselito no fue otra cosa que no tener cercano a Manuel Chávez Nogales como en verdad lo disfrutó Juan Belmonte que, como se sabe, le inmortalizó para siempre.

Luis Francisco Esplá, la reserva espiritual del toreo

Hastiado de tener que vivir permanentemente denunciando a tanto indeseable como uno se encuentra su camino en el mundo de los toros como en la política y, para mayor desdicha, en cualquier esquina que uno doble hallas al desaprensivo de turno, aquello de encontrarme con el maestro Luís Francisco Esplá para ser receptor de su palabra, mi dicha no puede ser mayor. Cuando la sabiduría se tiñe de bellas artes, inevitablemente nos encontramos con Luís Francisco Esplá, el que fuera gran matador de toros y, en la actualidad, el amo y señor de la palabra al margen de los ruedos, un hombre condecorado dentro y fuera de los recintos taurinos porque, si es acreedor de la Medalla de Oro de las Bellas Artes, con eso está dicho todo, al margen de cientos de premios que adornan sus vitrinas en su rancho alicantino.

Luis Francisco Esplá ha disertado por distintos foros en el mundo pero, hace pocas fechas, una vez más, la sala Antonio Bienvenida de Madrid ubicada dentro del coso de Las Ventas, se quedó pequeña para albergar a tantísimos aficionados que, ávidos de la palabra del maestro no querían perderse su alocución, en esta ocasión para que Esplá versara sobre Joselito puesto que, cien años más tarde, el maestro de Alicante oró sobre el torero de Gelves como si hubieran compartido muchas tardes juntos.

Dijo Esplá que, a nivel de leyenda, lo único que le faltó a Joselito no fue otra cosa que no tener cercano a Manuel Chávez Nogales como en verdad lo disfrutó Juan Belmonte que, como se sabe, le inmortalizó para siempre. Como fuere, tal y como la historia nos ha contado, remarcaba el maestro, Joselito fue tan grande que hasta supo morir en una plaza de toros para que, como ahora, cien años más tarde, todos estemos hablando de su vida y de su obra.

Sepamos que Luís Francisco Esplá en un grande entre los grandes pero, a nivel personal, jamás he visto un hombre tan humilde, lo cual viene a certificar que, en honor a la verdad, los grandes hombres siempre ha sido humildes puesto que, cualquier botarate que ha conseguido apenas nada ya se cree estar por encima del bien y del mal. Esta es la grandeza de este doctor en Bellas Artes que, durante cuarenta años se “entretuvo” cautivando al personal como matador de toros que, como se sabe, era la antigua enciclopedia taurina la que él trasladaba a las ruedos para deleite de cientos de miles de miles de aficionados a lo largo de su bellísima carrera como matador de toros.

Al respecto a Esplá, debemos de contarles a los aficionados jóvenes que, el maestro de Alicante ha sido en su tiempo lo que Ignacio Sánchez Mejías en aquellos apasionados años veinte. Mucho se ha hablado de José, de Juan, pero creo que la historia todavía tiene una deuda pendiente con Ignacio Sánchez Mejías que, en aquella época brilló con luz propia y, lo que es mejor, desde los ancestros más humildes del escalafón puesto que, entre otras cosas fue banderillero de Joselito –su cuñado por haberse casado con Lola Gómez Ortega- durante tres años, y en el transcurso de su carrera le sobró tiempo para ser todo lo que quiso y un poco más, de forma muy concreta todo un literato, periodista, narrador, ensayista y, por encima de todo, un gran torero que dejó su vida en Manzanares.

Como explico, todo eso y mucho más es Luis Francisco Esplá para el mundo de la tauromaquia, un gran valor del que seguimos disfrutando cada día puesto que, encontrar un “Ignacio Sánchez Mejías” en nuestro días, nadie más en la torería del mundo podía representar dicho papel sino el maestro Esplá, como lo demuestran a diario sus conferencias que, llenas de sabiduría y encanto, como explicaba, sin pretenderlo, las mismas las tiñe de bellas artes y le quedan obras tan hermosas como en todas las exposiciones que ha hecho por el mundo con sus lienzos.

Yo pagué muchísimos boletos como dirían en México por ver torear al maestro Esplá pero, en la actualidad, de ser preciso, pagaría entradas mucho más caras para deleitarme con su palabra que, llena de magia y embrujo, cada conferencia suya es una lección para todos los humildes que le escuchamos y, lo que es mejor, los que todavía no ilusiona aprender algo en esta vida. Que se lo digan a Diego Urdiales que, días pasados tuvo el gozo, la dicha, el honor de escuchar al maestro Esplá en el homenaje que le rindieron los arnedanos a su hijo más ilustre.

Ahora, como se sabe, el maestro Luís Francisco Esplá se ha tornado imprescindible para todas aquellas conferencias que se precien puesto que, el valor de su palabra es tan magno como cuando manejaba los trebejos toreros en reñida competencia con Manzanares, por citar otro paisano grande en el toreo en nuestra tierra alicantina.

Si como diría André Bretón, el pensamiento y la palabra son sinónimos es por ello que Esplá utiliza el pensamiento para trasmitirlo con su palabra puesto que, como sabemos, hay silencios que hieren mientras que, la palabra, sabiamente expresada, siempre cura, que se lo pregunten a tantos miles de aficionados que, como yo, se han deleitado con Luís Francisco Esplá Mateo.

Esplá no es que venza, que lo hace; convence que todavía es más bello. Anduvo por Madrid como digo, como antaño lo hiciera en París, Nueva York o cualquier lugar del mundo que se precie. Claro que, sospecho que en Madrid acudirá con mayor gozo, si es que el gozo se puede medir. Lo digo porque, Madrid, como se sabe, era la plaza talismán del maestro de Alicante puesto que allí consiguió el respeto que en otros lugares le ninguneaban, hasta el punto de ser fiel a sus correligionarios para, en la tarde de su despedida, que Las Ventas le sacaran en hombros en olor de multitud. Claro que, sus cien tardes en el coso alicantino dan la medida que, en su tierra, para su dicha, fue profeta, algo nada usual entre los artistas.

Deseamos mucha vida al maestro Luís Francisco Esplá que, como sabemos, tras su retirada, se quedó como aficionado para enseñar al que no sabe puesto que, ese caudal de sabiduría que anida dentro de su ser, es un regalo del universo que nos entrega con su palabra. Su leyenda, como torero, ya está escrita. Ahora, para su dicha y de tantos miles de aficionados que le seguimos en su oratoria, ésta no es otra que comprobar cómo nos llena el alma, cómo ilumina nuestros corazones con la sinfonía que suponen sus palabras que, tras escucharle uno tiene la sensación de haber aprendido otra gran lección. Con Esplá nos sucede lo que pasaba con Wagner, ¿quién era el valiente que no se ponía de pie para escucharle? Respecto a Esplá, no sabe Heminguay lo que se perdió por haber nacido tan pronto.

¡Gracias, maestro!

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