Corrida concurso
Cerradura en la arena con triquiñuela de raya que la convierte en el hierro de Prieto de la Cal
Una de Cal y otra de arena
Alabar el detalle elegante de haber elegido a tres toreros nacidos en agosto, signo zodiacal Leo, para enfrentarlos a Tauro, como si dijésemos, tratando de revalidar aquella remota corrida del último año del XIX en la que el toro colmenareño "Cara-sucia" se enfrentó a una leona y en la que los que resultaron peor parados, a causa de los disparos que realizó el domador del félido, fueron tres espectadores austriacos, empleados de Viena Capellanes, y el bisabuelo de quien firma estas líneas
José Ramón Márquez
Hoy, con el final de septiembre también se acaba el mes de los encastes minoritarios. Y para terminar a lo grande, una novillada concurso de ganaderías con ganado de Partido de Resina, Jaral de la Mira, Alonso Moreno, Cubero-Buendía, Aurelio Hernando y Coquilla de Sánchez Arjona, o lo que es lo mismo, Pablo Romero, Baltasar Ibán, Urcola, Santa Coloma,Veragua y Coquilla.
Antes, un poco de polémica por la salida del cartel del novillo de Barcial, con dimes y diretes de lo más variado. Y sirve eso, precisamente, para poner sobre el tapete el principal problema de este mes de los minoritarios, que es el hecho de que esto no estaba en la idea de nadie, que se improvisó a mediados de agosto y que se puso en marcha de forma apresurada. Por una vez que la Empresa, sea por la causa que sea, tiene una buena idea, no vamos a echarla por tierra, pero sí que deberíamos reclamar que para el año próximo se anuncie la cosa minoritaria con su tiempo y que los ganaderos puedan tener ganado apropiado para Madrid, pues en muchos casos estamos hablando de ganaderías cortas. La experiencia ha sido positiva, se ha visto más gente en el tendido que la habitual y lo único que faltaría es tomarlo con dedicación, hablar con los criadores y reseñar las corridas con tiempo suficiente.
Hoy para la concurso han pintado la cerradura en el ruedo, con la novedad de una raya de esas de defensa del picador que debe ser la aportación al asunto del caro Abella, a quien todos sus amigos llamamos Abeya. Con lo de poner la rayita, la cerradura la han dejado hecha una especia de letra A, y con el redondel de arriba, pues aquello parecía el hierro de Prieto de la Cal, hierro minoritario.
En realidad para lo que más sirvió hoy la cerradura fue para comprobar lo poco que a los picadores les gusta que los toros se les vengan de largo. Gracias a ella pudimos comprobar las diversas cucamonas que se ensayan para parecer que estás citando al toro cuando lo último que quieres es que el bicho se te arranque. Y llama la atención que unos tíos que van montados en esas chaisses longues que son los pencos, con sus faldas forradas de guata y hasta con unos pantaloncillos blancos que asoman bajo el peto, con los ABC de la última semana metidos en las orejas y con los morros tundidos a Vicks Vaporub, sean los équites tan medrosos en salir hacia el tercio a buscar al toro, a citarle dando el pecho del aleluya y a echar el palo en su momento como si en vez de todo eso, estuviesen montados tan desguarnecidos en uno de aquellos famélicos arres de la época anterior al peto. Y de la manera de montar de la mayoría de los varilargueros, ya ni hablamos, aunque haremos excepción esta tarde con Soro, que recibió sinceros aplausos de la parroquia por su labor con el Cubero-Buendía.
Para dar fin de las seis prendas de la concurso, hoy se encartelaron Miguel Hernández “Miguelín”, Raúl Rivera y Alberto Escobar, con el imponente bagaje de tres, dieciocho y dos corridas en el año precedente. A ver si un día tomándonos un vinillo con Abella, mientras él se dedica a descubrir algún alicatado o inaugurar alguna roza, tenemos ocasión de preguntarle por la manera en que se gestan estos carteles en los que se anuncian a toreros que vienen en tan franca inferioridad frente a corridas supuestamente encastadas. Por contra, no se puede menos que alabar el detalle elegante de haber elegido a tres toreros nacidos en agosto, signo zodiacal Leo, para enfrentarlos a Tauro, como si dijésemos, tratando de revalidar aquella remota corrida del último año del XIX en la que el toro colmenareño "Cara-sucia" se enfrentó a una leona y en la que los que resultaron peor parados, a causa de los disparos que realizó el domador del félido, fueron tres espectadores austriacos, empleados de Viena Capellanes, y el bisabuelo de quien firma estas líneas.
Por la parte de los toreros no merece la pena demorarse mucho. Miguelín lleva por muleta una manta, un paño de Béjar, de cuando en Béjar había fábricas, y la pone al servicio de un toreo despegado de aires camperos. Dejó clara la cortedad de su medida como torero con un toro muy, muy noble de Cubero-Buendía. Rivera pone banderillas y lleva la muleta más pequeña que el anterior. Escobar es un torerito fino, pero ni se confía ni se le ve sobrado de oficio, acaso con el Buendía que desaprovechó Miguelín hubiese dejado mejor sello. Para los tres, además, un suspenso en aceros.
La corrida concurso, lidiada por toreros de muy pocos contratos, con los picadores dando órdenes a los matadores y con el peonaje a su libre albedrío, no daba en principio mucha seguridad de éxito. El toro de Partido de Resina fue merecedor al premio porque se arrancó por tres veces a los caballos, cada vez a más distancia, fue duramente castigado por la varita mágica de Domingo García, acudió con presteza a banderillas, dando ocasión para que Rafael González colocase un perfecto par de sobaquillo en el mismo estilo de Joselito Calderón, que hoy oficiaba de asesor artístico, y se mantuvo atento y presto a los cites de su matador, sin abandonar los medios más que cuando le llevaron al tercio a tundirle a estocadas y descabellos; se murió a la manera antigua, sentado en los cuartos traseros sin abrir la boca más que al final de su particular vía crucis de aceros, verduguillos y puntilla. Si a eso añadimos una esmerada presentación, la seriedad de su presencia y los aplausos del respetable en el arrastre, hay muchos elementos de juicio como para darle triunfador de la corrida y no dejar el premio desierto. En el debe del novillo habría que poner una ligera falta de fuerzas, no desmesurada, pero que le llevó a no empujar con riñones en el penco y a perder las manos un par de veces así como el hecho de que no saltase la barrera, pues es sabido que, para los conversos de Nimes, Abella entre ellos, ése es el signo extremo de qualité en toros de indulto.
El del Jaral de la Mira derribó a Ramón Flores en el primer encuentro y luego puntuó a la baja en las otras dos entradas al caballo. Toro serio, de impecable presentación, sacó genio de su casta, y no pudo ser dominado por su matador.
El de Alonso Moreno estaba muy débil y se fue a los chiqueros con los bueyes de Florito. Era un toro negro listón, con las hechuras de Urcola en novillo que nos hizo recordar a aquellos chorreados en verdugo imponentes, de cuando Alonso Moreno solía venir a Madrid, hace veinte años. Lo sustituyeron por uno de Casasola, fuera de concurso, de procedencia juampedrera por línea de Aldeanueva.
El de Cubero-Buendía fue toro de muleta. Cantó sus bondades en el saludo de capote, pasó sin pena ni gloria por los dos primeros tercios y en el último puso de su parte lo necesario para darle el triunfo a su matador.
El de Aurelio Hernando fue un jabonero de magnífica presencia y muy bien armado que se revolvió con casta, comiendo terreno en el saludo de capote; en la primera entrada al caballo se partió una mano. Se lo llevaron los bueyes y nos quedamos disgustados porque el animal nos había dejado la miel en los labios. Lo sustituyó, fuera de concurso, otro del mismo hierro, basto y corraleado.
El de Coquilla salió fuerte, perdió fuelle tras su paso por el Doctor Castoreño donde demostró su mansedumbre y, en el último tercio, le planteó a su matador problemas de carácter prácticamente insoluble para él.
A las nueve y cinco de la noche, ateridos por el relente y la humedad, tomamos el camino de regreso al hogar con la ilusión de que el jueves volvemos.
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