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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 20 de agosto de 2014

Ponce pincha una faena histórica y Hermoso corta dos orejas / por J. A. del Moral


"...El acontecimiento ciertamente inusual de ver actuar, no en mano a mano formal porque la competición entre un rejoneador y un matador de toros es absolutamente imposible por la disparidad que supone hacer el toreo a caballo frente a reses con los pitones romos con el de a pie frente a toros en puntas, aconteció por el deseo que así fuera de los gestores de la plaza de Vista Alegre para conmemorar que ambos actuantes celebran juntos este año su cuarto de siglo de alternativa..."


3ª de las Corridas Generales en Bilbao 
Ponce pincha una faena histórica y Hermoso corta dos orejas


Por lo que respecta a la actuación del maestro valenciano, la suerte le volvió la espalda hasta llegar a sus manos el sobrero de Juan Pedro Domecq que reemplazó al muy cojo sexto de Alcurrucén tras su devolución. Su primer toro, también de Juan Pedro, noble pero sin fuerza, muy soso y de nula trasmisión, dio lugar a un limpio y elegante trasteo que no llegó al púbico. Muy por encima de pésimo y hasta peligroso de Victorino. Y sencillamente colosal con el sobrero mencionado del que habría cortado quien sabe si hasta el rabo de haberlo matado pronto y bien. Pablo Hermoso, con más suerte incluido el de Victorino que mató, pincho dos labores magistrales y acertó en todo con de la mítica divisa, cortando dos orejas que le permitieron salir a hombros.

Bilbao. Plaza de Vista Alegre. 
Tercera de feria. Tarde nubosa, fresca y ventosa con más de dos tres cuartos de entrada muy repartidos en las dos galerías, baja y alta.

Tres toros despuntados para rejones de Fermín Bohórquez, Carmen Lorenzo y Victorino Martín, terciados y muy feo el de Victorino. Dieron buen juego. Excelente el primero. Muy bueno el tercero. Tres en puntas de Juan Pedro Domecq, Victorino Martín y Alcurrucén, muy bien presentados en el tipo más característico de las tres ganaderías. Muy noble aunque sin fuerza y muy soso el que hizo de segundo. Pésimo y con peligro el Victorino que hizo cuarto. Muy manejable y fácil el Victorino que hizo quinto. Estupendo el sobrero de Juan Pedro Domecq que hizo sexto tras devolución del anunciado por muy cojo.

Pablo Hermoso de Mendoza (de casaquilla granate bordada en oro y sombrero calañés): Dos pinchazos hondos y rejonazo trasero de rápidos efectos, gran ovación con saludos desde el tercio. Rejonazo, dos orejas. Pinchazo, dos medios rejonazos atravesados y descabello pie a tierra, silencio.

Enrique Ponce (amapola y oro): Estocada, gran ovación con saludos desde el tercio. Dos pinchazos y estocada, silencio. Estocada corta en buen sitio y seis descabellos, aviso y gran ovación al despedirse.

El acontecimiento ciertamente inusual de ver actuar, no en mano a mano formal porque la competición entre un rejoneador y un matador de toros es absolutamente imposible por la disparidad que supone hacer el toreo a caballo frente a reses con los pitones romos con el de a pie frente a toros en puntas, aconteció por el deseo que así fuera de los gestores de la plaza de Vista Alegre para conmemorar que ambos actuantes celebran juntos este año su cuarto de siglo de alternativa. Dos carreras ciertamente impresionantes no solo por la permanencia ininterrumpida en la cumbre de Hermoso y de Ponce, sino por lo conseguido por los dos llegando a cifras inalcanzables y puede que irrepetibles de toros matados, de trofeos y de premios conseguidos y de hazañas logradas en todas las plazas del mundo.
A la idea y por imposición de Ponce para que se pudiera llevar a cabo, se añadió que uno de sus tres toros fuera de Victorino Martín. Capricho ciertamente importante aunque arriesgado hasta el punto de que para Enrique suponía el gesto de matar el número 50 de los lidiados por el valenciano de esta ganadería, en tanto que Pablo Hermoso se sumó exigiendo que uno de sus tres oponentes también fuera de esta divisa.

El impacto de su anuncio deparó las inmediatas imitaciones por parte de otras figuras que próximamente también actuarán con el rejoneador navarro como única pareja. Pero, pase lo que pase, las imitaciones no serán posibles por celebrarse en plazas de inferior categoría y antes reses de selecta elección entre las ganaderías más cómodas y apañadas…
Por parte de Enrique Ponce, fundamentalmente, esta primera actuación en su plaza favorita fue un capítulo más de sus inigualables pasos triunfales. Los de este año, además, adobados por la absoluta perfección a la que ha llegado su toreo en inagotable progreso mientras el de otros, también en la cima, decae.

La batalla en lo más alto de la cumbre a la que estamos asistiendo esta temporada para ejemplo y guía de los toreros que tratan de llegar a ella y en la que Ponce va ganando por goleada de 6 a 2, está sucediendo por desgracia en plena crisis económica aunque parezca que ya se está viendo el principio de su final. Digo esto porque ayer todos estuvimos pendientes para empezar a la entrada que hubo en la plaza tras dos tardes ciertamente cuasi desérticas en los tendidos del no hace mucho siempre lleno o casi lleno escenario. Situación que produce un inevitable desasosiego de los más directamente implicados y de nos pocos aficionados economicistas que se fijan más en las entradas que hay en las plazas que en lo que ocurre en el ruedo. ¿Cómo es eso de que muchos de los triunfales festejos que se están celebrando este año en muchas plazas quedan “desvirtuados” por malas entradas? Ahora mismo, la razón de tan malas entradas es la crisis y nada más que la crisis. Y tenemos que aprender e vivir en ella. Si yo contara lo que tengo que dejar de hacer para poder llevar a cabo mi misión, muchos se quedarían de piedra… He visto muchísimas corridas memorables sin apenas público en las plazas durante los años de la que se dio en llamar Edad de Platino del toreo durante los años en que España todavía rozaba la miseria y hasta cuando empezaba a salir de ella. La pena es que las décadas que hemos vivido hasta que llegó la crisis que padecemos, no volverán jamás. En el llamado estado del bienestar, todos, absolutamente todos hemos dilapidado dinerales y creamos una gigantesca burbuja que necesariamente tenía que estallar.

Por lo que respecta a la presente temporada de Ponce y en relación a su deseo de enfrentarse a un toro de Victorino Martín, hay que decir a los más jóvenes aficionados que acaso ni habían nacido cuando Enrique ya estaba situado en la cumbre hace veinte años, que jamás una gran figura contemporánea salvo él había coleccionado tantos éxitos ante reses de esta divisa tenida por la más distinguida entre las llamadas toristas. Y de entre ellas, recordar sus más importantes e inolvidables triunfos con toros de Victorino aquí mismo en Bilbao el año que también los enfrentó en Sevilla y en una corrida del 2 de mayo en Madrid, en Valencia cuando se encerró con seis en solitario, en su arrasador mano a mano con Joselito en Cáceres y aquel barrabás que mató en Córdoba en una corrida homenaje a Manolete…
Que a estas alturas de su impar carrera, Ponce comparezca en Bilbao para lidiar y matar otro toro más de Victorino es para que, ocurriera lo que ocurriese, todos nos quitemos el sombrero y no nos lo pongamos hasta que termine 2014.

Y por lo que respecta al gesto de Pablo Hermoso y ya que Ponce accedió a torear con él sin otra compañía en este día tan señalado, creo que ya va siendo hora de que bautice a uno de sus caballos con el nombre de Ponce por ser la gran figura que más tardes alternó con él. Cuando Pablo cortó su primer rabo en La México alternando con Enrique en una de las corridas del aniversario de la Monumental Azteca, Ponce salió del burladero para arrojar su montera a los pies del gran jinete cuando finalizaba su vuelta al ruedo. Años más tarde y recordando ese gesto tan señorial, se lo hice ver a Hermoso la tarde en que cortó allí mismo su segundo rabo – fue la que saltó a los tendidos el toro Pajarito -. “¿Por qué no le pones el nombre de Ponce a uno de tus caballos?”, le pregunté. Y Pablo me contestó: “Tú crees que le agradaría…? “Pues claro, Pablo, claro que sí”, apostillé.

Ayer mañana, en el singular apartado sin sorteo, fueron apareciendo en el cuadrado del lugar que en Vista Alegre se utiliza ex profeso para que quienes puedan conseguir una entrada contemplen los toros que se van a lidiar por la tarde. Ceremonia a la par solemne y útil para los amantes del toro. Hubo un rumrum explicable el que surgió cuando salieron los toros para rejones por delante de los de lidia a pie. La diferencia en trapío entre ambos lotes lindó el escándalo. Pero bueno… Estaba previsto.

Veamos ahora en detalle lo que ocurrió ayer en Vista Alegre.
Antes de que diera comienzo el paseíllo vivimos un largo momento de gran emoción compartida entre los protagonistas, el Alcalde de Bilbao, Ibón Areso, el Presidente de la Junta Administrativa de la Plaza, Javier Aresti y todos los presentes. Cada movimiento final de quien bailó el auresku de honor, el .público lo subrayó con una gran ovación que se reprodujo al arrancar el paseíllo, ciertamente singular porque Ponce y Hermoso lo encabezaron uno al lado de otro seguidos de sus dos sobresalientes a pie y a caballo y de las cuadrillas. Memorable el conjunto de la estampa.
Y salió el primer toro para el gran jinete navarro. De Fermín Bohórquez. Salió algo distraído y enseguida obediente a la grupa del corcel de Hermoso quien, como siempre, lo condujo como y a donde quiso, magistralmente. Tuvo muchos pies este toro y ello aumentó el mérito del caballero. El noble animal permitió que Pablo estuviera colosal en banderillas con perfectos quiebros y al conducir al animal de costado con cambio de trayectoria sobre la marcha. A la proverbial y elegante sencillez de cuanto hizo hermoso siguieron alardes fantásticos que llegaron mucho al público. Tres pares de las cortas sobre un caballo blanco fue el brillante colofón de la faena que no termino bien con el rejón de muerte.

El primero de la lidia a pie fue un bellísimo ejemplar de Juan Pedro Domecq con gran trapío. Muy templado y a mejor las verónicas de Ponce que remató con bellísima media de la que el animal salió perdiendo las manos. Noble sin fuerza el toro. Le aliviaron mucho el castigo en varas. Esta vez Quinta no se ensañó para nada. Bastó el picotazo pero tuvo que ir de nuevo al caballo tras un excelso recorte del valenciano. Una pena la falta de fuerza. Ponce pidió el cambio de tercio y cuidó personalmente al toro hasta hacer un quite por espaciadas chicuelinas y revolera perfectas. Se cubrió desigualmente el tercio de banderillas. Y tras saludar al presidente, Ponce inició su primera faena con la derecha por alto y en redondos a media altura rematando con un cambio sensacional. Tomando distancia en el tercio, tres redondos suavísimos y el de pecho. Pausa. Molinete redondo y cambio al natural. Tuvo que dar los pases tirando del toro, templándole muy despacio y cuidando su trayectoria de abajo arriba para que no se cayera. Este toro en otras manos ya se hubiera derrumbado totalmente. Los redondos que siguieron, los dio a cámara lentísima. Y los naturales y redondos finales también, de uno en uno muy espaciados. El toro no transmitió nada. Todo lo hizo el gran torero. Elegantes adornos y a matar. De buena estocada algo trasera.

De Carmen Lorenzo, la esposa de El Niño de la Capea, fue el murubeño tercero de la tarde. Negro y con poca cara, salió con pies aunque enseguida se paró a mirar a todas partes. Pablo lo enceló enseguida con la maestría que le es propia hasta clavar el rejoncillo de castigo para luego seguir encelándolo con la banderola del palo. Y en banderillas, sencillamente extraordinario. No solo como las clavó, también como intercaló galopadas de costado y cambios de trayectorias según su costumbre dejando llegar al toro inverosimilmente cerca. Noble el animal como su anterior oponente, dejó obrar a Hermoso a su total placer. Tres de las cortas clavadas con precisión y un par a dos manos sensacional. Rejonazo trasero y las dos primeras orejas de la tarde. En mi opinión, excesiva la segunda dado el escaso trapío del animal en comparación con el del que ya había matado Ponce y los dos que faltaban, aun de mayor envergadura. Es la tremenda injusticia valorativa que suele acontecer en este tipo de festejos mixtos de a caballo y de a pie.

Por ejemplo, el de Victorino que salió después entre palmas del público por su mayor trapío. Salió suelto. Se quedó corto y se revolvió raudo sobre las manos en el capote de Ponce para empezar. Bien lidiado por Enrique, atendiendo siempre a que no enganchara el percal, el primer puyazo lo tomó de bravo empujando con fijeza. De la brega previa al segundo encuentro pareció mejorar el animal en su embestida. Tomó uno más contra el parecer de parte del público. Pero por algo lo ordenó el maestro. Bien el picador. Bien de la Viña en palos. Ponce empezó la faena por bajo con la derecha. Al dar el primer redondo, le buscó el toro pero Enrique siguió aplicando su temple hasta logar dos y el de pecho. Muy arisco siguió el animal. Pero Ponce le metió en cintura. Maestro de maestros. Por eso le pegaron el tercer puyazo al toro. La hazaña con la diestra no pudo tener la misma solución con la izquierda, aún peor el animal por ese pitón. Precioso y preciso macheteo por la cara mientras parte del público pedía música – ya no era el momento para ello –, pinchó Ponce en las dos primeras agresiones y enterró el acero a la tercera. Muy malo, incluso peor de lo que pareció el toro y muy por encima el torero. Pero esta vez el público no supo valorar lo hecho por el de Chiva. Solo por el gesto de haberse enfrentado a este toro de Victorino que hizo el número 50 en su carrera, mereció una ovación. Hubo silencio.

Aplausos para Hermoso cuando salió para lidiar el quinto. Otro de Victorino que salió con muchos pies y barbeó tablas. Desmochadísimo además. Feísimo su aspecto, pues. Era el primero que mataba Pablo de esta divisa. Rejoncillo en el costado. Clavó el segundo en el morrillo. Aunque los toros de este encaste no son precisamente los mejores para ser toreados a caballo, Hermoso clavó la primera farpa al quiebro y la segunda yendo de frente. En cualquier caso, este ejemplar de la mítica ganadería fue mejor con mucho que el de Ponce. Pablo invitó a su sobresaliente a parear con él. Sergio Domínguez clavó dos lucidas farpas. Y Pablo otra dos a las que siguió una pirueta que es algo así como las manoletinas del toreo a pie. Tres de las cortas y un par a dos manos. Pinchó Pablo a la primera y dejó medio rejonazo atravesado a la segunda y otro igual en la tercera, perdiendo una posible tercera oreja. El puntillero levantó al animal en su primera agresión y Pablo echó pie a tierra para descabellar lo que consiguió con acierto. Se silenció la labor.

Falta el sexto, de Alcurrucén, un entipado muy cuajado y encornado colorao de pelo que salió cojeando mucho de la mano derecha siendo muy protestado. La gente pidió su devolución. Se concedió de inmediato. En su lugar, soltaron un por todo imponente sobrero de Juan Pedro Domecq de pelo negro. Suelto del capote de Ponce en el primer lance. Y del segundo. Y del estupendo tercero. Sensacionalmente templados y elegantes los delantales que siguieron. Muy noble el animal aunque, quien sabe… si duraría o no. Bravo en el caballo, apenas le señalaron el primer puyazo. Lo mismo el segundo. Lidia ajustada y medida pues. En el quite, Ponce se lució por templadísimos lances y bello remate. Buen par de Cándido Ruiz. Bueno el segundo de Emilio Fernández. Y excelente el tercero de Ruíz. Ponce brindó al público entre ovaciones sin que faltara un par de insensatos que pitaron. Y, señores, la eclosión muletera de Ponce por fin llegó. Doblones por bajo y un cambio de seda. Redondos señoriales, pluscuamperfectos, relajadísimo y erguido el torero acompasado a las embestidas del burel. Sensacionales los que dio ligados al natural. Más redondos soberbios. El tres en uno. El banquete continuó con la izquierda citando con el cartucho de pescado enlazado el último a un molinete invertido y sin solución de continuidad al de pecho. Y las poncinas de postre embriagador. Trinchera resuelta en molinete, suaves trincherillas, más por bajo colosales, abaniqueo fascinante y todo el mundo en pie. Estocada corta arriba en buen sitio y, vaya por Dios, cuatro descabellos. Ovación del público. Quinto. Y sexto final. Tuvo por desgracia que repetir con el descabello. Dio igual que no cortara ninguna oreja. La faena, histórica, quedará en la memoria por los siglos de los siglos…

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