Una gran faena de José Garrido envuelta en insoportables despropósitos
Valencia.12/03/2016
Plaza de la calle Xátiva. Sábado 12 de marzo de 2016. Tarde soleada, muy fresca aunque soportable y un tercio escaso de entrada muy repartida.
Seis toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados y de pobre juego en líneas generales salvo el tercero que resultó superior.
Juan José Padilla (blanco y oro): Estocada, silencio. Media estocada saliendo prendido y cogido dramáticamente aunque sin mayores consecuencias, ovación tras escasa petición de oreja.
Saúl Jiménez Fortes (caña y oro): Dos pinchazos y estocada tendida trasera, silencio. Dos pinchazos y descabello, silencio.
José Garrido (caña y oro con remates negros): Gran estocada, dos orejas. Estocada, palmas y posterior salida a hombros.
Antes de comentar lo que ocurrió en la corrida de ayer, deseo hablar de un buen amigo que acaba de morir recientemente en Valencia. Me enteré antier leyendo a Pedro Toledano en el diario Las Provincias. Se trata nada menos de Antonio Asunción, ex-presidente de la Diputación de Valencia por el PSOE, director general de Instituciones Penitenciarias en los años de Enrique Múgica en Justicia – ambos muy buenos aficionados y excelentes personas – y Ministro del Interior durante muy poco tiempo porque dimitió irrevocablemente a raíz de la huida del sinvergüenza y corrupto que entonces era Director General de la Guardia Civil. Nada menos. Asunción fue tan caballero y tan cabal, que se fue sin hacer ruido. Como el señor que fue. Posteriormente, tuvo que padecer la enemiga de sus correligionarios hasta que también dejó de pertenecer al Partido Socialista. Si viviera todavía y viera lo que están haciendo Pablo Sánchez y sus mediocres sacristanes, estaría más que avergonzado. Porque si le hubiera pasado lo mismo que a estos barandas, también habría presentado la dimisión en vez de seguir yendo por la vida política como si hubiera ganado las alecciones y la investidura. No saben los que es tener vergüenza. Extraña mucho que la muerte de Antonio Asunción no haya trascendido como merecía aunque, viendo el proceder de sus ex-compañeros de partido, no me extraña nada.
Y ahora vamos al tajo con lo en su mayor parte poco interesante ocurrió ayer en la plaza de toros. Alternaron un viejo y maltrecho torero llamado Juan José Padilla, un joven cuasi suicida que atiende por Saúl Jiménez Fortes, y casi un niño que va para portento conocido por José Garrido. Cada cual con sus circunstancias y modales. Nada que ver ninguno de los tres con sus colegas, Cartel extraño, pues, en el que lo que más atrajo en principio a los aficionados fue el ganado. Seis ejemplares de Fuente Ymbro que, a la postre, defraudaron salvo el que hizo de tercero como también la expectación que despierta José Garrido cada vez que actúa porque, no en vano, es uno de los nuevos valores llamados a ser gente importante en un inmediato futuro.
No defraudó el jovencísimo extremeño por autor de la única faena, no solo diga de ser tomada como tal, también por la redonda calidad con que la llevó a cabo. Una labor completísima, primero con el capote y, sobre todo, con la muleta que manejó como los propios ángeles. El temple y el buen gusto lograron exprimir el mejor toro de Fuente Ymbro.
Nada que ver con sus hermanos. Claro que, en el deslucimiento ganadero, colaboraron a aumentarlo Juan José Padilla y Jiménez Fortes que envolvieron con trapazos inacabables – ambos además pesadísimos en su frustrado intento de cumplir a base de vulgares destajos – en cuatro intervenciones que llegaron a hacerse insoportables y, encima, con la sensación añadida de la impotencia y del riego innecesario.
El termino de la comparación entre lo hecho por José Garrido frente al tercer toro – cortó dos merecidas orejas pedidas con ese clamor que distingue lo superior de lo vulgar – fue inevitablemente frustrante por lo que se refiere al envoltorio de destoreo que rodeó al toreo en su más pura esencia.
Garrido, con el sexto toro, no pudo estar a la altura conseguida en su anterior enemigo por culpa del tremendo castigo que recibió en varas. Llegó a la muleta agotado y gazapeando, frustrando la que podría haber sido tarde redonda del gran novel espada.
El temple como máxima virtud del toreo, esta fórmula mágica que es como el bálsamo de Fierabrás remediador, brilló ayer en las manos de Garrido mientras que ennegreció casi todos los largos, qué digo largos, inacabables intentos de Padilla y de Fortes.
El jerezano sigue jugando con fuego por su manifiesta y por otra parte lógica inferioridad de facultades que va perdiendo, año a año, inevitablemente. Su pésima y hasta horrible actuación – con las banderillas pegó un sainete – frente al mal toro que abrió la tarde fue penosa. Arregló algo el desastre frente al muy noble aunque pronto rajado cuarto hasta llegar el sustazo por la dramática cogida que sufrió al entrar a matar. Quedó inerte aunque, cuando se levantó súbito como si tal cosa no hubiera ocurrido, dio la impresión de que el desmayo había sido teatral. Y eso no está bien. La tragicomedia no es tolerable en el toreo y más en quien ha padecido tantísimas y gravísimas cogidas y cornadas.
Respecto a Jiménez Fortes, lo que parece mentira tras sufrir la cantidad de percances que lleva coleccionados cual kamikace irredento, es que continúe en este mismo y patibulario plan. Da la impresión al verle que lo que quiere es que los toros le cojan. Ayer otra vez aunque sin consecuencias por puro milagro.
El toreo, señor Fortes, es exactamente lo contrario. Es que no te cojan. La cogida solo es tolerable como accidente por un error del torero o un inesperado cambio de comportamiento del toro. De ninguna manera es de recibo que sea provocada por la absoluta falta de pericia del torero incapaz de templar y por tanto de torear como Dios manda. Y, si encima, el malagueño nunca ahorra tiempo sino que lo prolonga hasta la extenuación, la verdad es que, por mucho mérito que tenga ir a la plaza como un soldado asaltador de trincheras con la bayoneta calada, el resultado se hace absolutamente insoportable por no decir bochornoso.
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