“F A R N E S I O” – EL PICADOR EN TRÁNSITO
Por Aquilino Sánchez Nodal
Con el primer día del Año Nuevo del Siglo XX se emplea como mozo de caballos en la plaza de toros madrileña un chico de 12 años de edad llamado Antonio Marín. Era nacido en Madrid el día 22 de Febrero de 1.888. En los pastos de la Fuente del Berro juega al toro pero la mayor parte de su jornada la ocupa en montar y cuidar los percherones que saltan cada tarde de festejo al ruedo de la plaza de toros de la Carretera de Aragón. Su vida de torero es ilustración necesaria para aficionados.
“Me puse la y me calé el por primera vez en la
plaza de toros de Tetuán de las Victorias en 1.906, con 18 años, para picar una novillada de Bañuelos en la que tomaban parte “Ostioncito” y Punteret, con el remoquete “Cachiporra Chico”. Al contratista de la cuadra de Madrid no le gustaba el apodo de “Cachiporra …” y me propuso que lo cambiara por “Farnesio”, no era que hubiese servido en caballería en el tercio del mismo nombre, era simplemente cosa de superior aceptación. Desde entonces y de esto hace cuarenta años, mi mote taurino es “Farnesio” y así he formado parte de las cuadrillas de Gaona, “Joselito”, Granero, Marcial Lalanda, “Valencia II, Vicente Barrera y Nicanor Villalta. He viajado siete veces a América, dos a Lima y cinco a Méjico, una de ellas con Vicente Pastor.”
“En mí trabajo consideraba fundamental centrarme con los toros en la distancia justa, cuatro o cinco metros, meter el palo arriba y que cayera reunido. Luego llegaron los petos del General Primo de Rivera y … se acabó la suerte de varas. Los caballos comenzaron a estar demasiado toreados, no se renuevan porque ya no mueren en el ruedo y resulta difícil ir al toro. Antiguamente casi todas las tardes eran nuevos y se dominaban mejor. Hoy salen mal montados porque los de la vara saben que apenas existe riesgo y los aficionados no exigen pureza en la suerte. En contra de lo que se oye por ahí no es la falta de fuerza, peso o poca casta de los toros, lo que influye en la mala ejecución de la suerte es culpa del peto. Los toros se estrellan quebrantando su bravura. Hoy puede ser picador cualquiera que se sujete sobre un caballo”.
“Los aficionados comentan pestes sobre “la carioca” y “el tiovivo”.
¡Indocumentados! Estas formas tienen un mérito importante, gracias a su eficacia no se van sin picar muchos toros aunque reconozco que son la antítesis del bien picar. Anterior al peto los toros tomaban cinco o más puyazos en toda regla, con el artilugio, dos y van picados de sobra. Sin la coraza del caballo había piqueros que no se comían una rosca y a punto de retirarse, los subieron al acorazado y algunos han llegado a figuras de su profesión. Antes de la implantación del peto eran muy frecuentes las caídas de latiguillo, las roturas de clavícula y fémur estaban a la orden del día. Rara era la tarde en que uno o más picadores no terminábamos en la enfermería. La pronta recuperación para volver al caballo se lograba con masaje y chorros de vapor. En bastantes ocasiones nos encontrábamos en la clínica quince o veinte compañeros lastimados. La mala concentración se pagaba con el derribo del equino y el picador volteados por el toro, hoy solo son desmontados cuando marran el puyazo. También ha desaparecido por innecesaria, aunque se mantiene en el Reglamento, los mismos caballos se utilizan en muchas corridas, sabemos que todos son iguales y están demasiado toreados. Si volviera la prueba casi todos los que figuran en las cuadras de picar actuales serían rechazados”.
Los picadores modernos viste calcetín de seda y sombrero frégoli y se cambian en hotel como si fueran maestros. Los antiguos viajábamos enfundados en la calzona para poder calentar al momento de llegar al patio. La suerte de varas por defectos varios en su ejecución ha perdido vistosidad, eficacia y el aprecio de los aficionados, apenas tiene importancia hacerla bien. Antes cuando se lucia un picador era aplaudido a rabiar como me sucedió el 17 de Mayo de 1.916 en que di cuatro puyazos a un toro de Aleas en Madrid, y me hicieron dar la vuelta al ruedo”.
“También tengo recuerdos poco agradables en mis cuarenta años de profesión. La grave cornada en Madrid el 25 de Agosto de 1.907. Cogí al toro en lo alto, uno de Moreno Santamaría, me agarró en el tendido 7 y me llevó recargando hasta el 10, allí me derribó, mató al jaco y se vino a mí como un asesino, me tiró un viaje al cuello que casi me degüella. Me dieron por muerto. Fue un auténtico milagro que salvara la vida aquella tarde. Santander y Albacete fueron testigos de dos cornadas de máxima gravedad”.
“Aquella tarde del 16 de Mayo de 1.920 toree con José Gómez “Joselito”, el día de la terrible tragedia en Talavera, me acompañaba de segundo picador, “Camero”. ¡Joselito” El torero más completo, con más afición y vergüenza profesional que he conocido. Después de él, Lalanda y Domingo Ortega. Los dos varilargueros de la cuadrilla de José cobrábamos más que ningún otro ¡íbamos colocados con “Joselito”!. Ahora se cobra mil veces más y se trabaja cien veces menos. Todavía no me he retirado y llevo apuntadas todas las corridas en que he actuado, más de mil seiscientas”.
Para los toreros de caballo la implantación del humanizante peto supuso un tránsito a la cordura y su propia seguridad. Para los aficionados su aceptación todavía se cuestiona por los tintes de fraude a la pureza en la suerte de varas.
Picador / Obra de Vicente Arnás
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