Bilbao
Cartel de la Corrida Concurso de Ganaderías, con Iván Fandiño
José Ramón Márquez
La fiesta del toro. Resulta que no es necesario echarlos encima del caballo, o dejarles que ellos mismos se encuentren con el penco al relance. Resulta que si se les da distancia y se hacen las cosas medio bien, los toros acuden al caballo galopando y, sólo con eso, el absurdo trámite que a diario es el tercio de varas cobra otro interés, ¡Vaya por Dios! Ya se vio un par o tres de veces en Madrid, durante la Feria, y en Bilbao, en la Concurso, lo mismo. Se pone al toro de largo, el picador se mueve de aquí para allá, hace sus cosas, y no es ni siquiera necesario que lo haga perfecto, y el toro se arranca al caballo. Hasta el manso sobrero del Cortijillo se arrancó de lejos, que se dice pronto. Y entonces, sólo con esa actitud, el anodino y tantas veces repugnante tercio de varas, que es el primer tercio de los tres en los que se divide la lidia del toro, aunque muchos piensen que el primer tercio es el ‘tercio de capotes’, pasa de ser un mero trámite a una parte de la lidia más en la que se dan circunstancias que lo hacen interesante. Otra forma de dar espectáculo, además de las banderillas y de la tantas veces cargante ‘faena’.
He ahí uno de los ‘daños colaterales’ que vienen de la supeditación total de la lidia del toro, y de la existencia del propio animal, al lucimiento tantas veces inexistente de su matador. Cuando se parte de un planteamiento errado, que fatalmente termina en el menosprecio del toro, lo cual incluye la negación al animal de cualquier tipo de lucimiento que no venga de su entrega ciega a la faena de muleta, la Fiesta se queda cojitranca. Es lo que pasa casi a diario.
II
Ya se ha señalado en diversas ocasiones cómo la actual concepción de la corrida va en el sentido opuesto al de cualquier espectáculo. Si, como tantas veces ocurre, no hay ‘acople’, el toro ‘no sirve’ o tiene la desdicha de ser ‘a contraestilo’ de su matador, entonces ni salen los duendes negros, ni se paran los relojes, ni se escribe página de oro alguna. Es lo que suele pasar constantemente. Es por eso que para el público en general la corrida se suele hacer tan tediosa, tan aburrida y tan falta de interés. El buen aficionado siempre encuentra circunstancias en la lidia o en el toro que le hacen cavilar y con eso le va sacando a la corrida su interés, por mala que sea, pero hay mucho público a quien le gustan los toros y no tiene interés alguno en ser o en llegar a ser ‘un buen aficionado’, ese público que acude a los toros de manera ocasional a pasarlo bien, lo que recibe no se compadece la inmensa mayoría de las veces con lo que paga por la entrada. Esto se explica viendo un día cualquiera el trabajo extraordinariamente penoso de los comentaristas de la TV, que tienen que colocar su impostada ilusión y sus descacharrantes hipótesis a sus públicos para tratar de ir pasando el rato que dura la retransmisión de la corrida e ir poniendo explicación al inexistente espectáculo que les suele tocar relatar con harta frecuencia.
III
De nuevo hay que insistir, aunque sea algo obvio, en que la base de un espectáculo llamado ‘los toros’ es el toro. El sábado, en Bilbao, hubo toros y precisamente a causa de ello, tuvimos en Vista Alegre una estupenda tarde. Si además hubiese habido al menos una faena, la cosa habría sido ya de nota, pero nótese que tan sólo con la presencia del toro serio, con el trapío acorde a su estirpe, y con el mínimo espectáculo que da el lucir a los bichos con el caballo, ya está andado mucho más de la mitad del camino para que la tarde fuese entretenida.
IV
Desde que salieron los carteles ya sabíamos que fallaría el toro de Torrealta. La falta de fuerzas del animal desde que salió al ruedo fueron el preclaro anticipo del pañuelazo verde que le sacó el presidente Matías, bastante a deshora, por cierto. Pues aún con sus inexistentes fuerzas, el buenazo de Gladiador, número 1, acudió con alegría al caballo, por lo que, incluso, la ignominia del retorno al chiquero fue algo menor.
V
Este año, y estamos casi en el inicio de la temporada como quien dice, ya hemos visto a Fandiño matar trece toros, y la cosa no termina de arrancar con fuerza. Sin embargo, guardemos la censura, que estar en Bilbao con seis toros de Bilbao es un ‘sacramento que imprime carácter’.
VI
De los toros, precioso santacoloma el Lumbrero, número 72, deLa Quinta, pidiendo en la muleta una distancia que nadie le quiso dar; un espléndido ejemplar el Ciclón, número 13, de Partido de Resina, serio, grave y de ancho pecho, con mucho que torear; feo el Victorino, Minador, número 126, clarísimo en el último tercio, un regalo del paleto a Fandiño; degollado, serio, con cuajo y muy veragüeño, el Pocosueño, número 93, de Torrestrella; magnífico Núñez de armoniosa anatomía, cornidelantero y bravo en el caballo el Sultanato, número 99, de Alcurrucén.
Una gran tarde de toros. Al final el jurado le dio el premio al Torrestrella. Difícil elección, porque también había argumentos de peso a favor del primero, del segundo y del sexto.
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