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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 19 de junio de 2012

SAUDADES / Por ENRIQUE CALVO “EL CALI”



José Ortega y Gasset torea al alimón con Domingo Ortega
en su finca de Navalcaide


"...¿Que ha fallado en todo este cambio de actitud en la sociedad del siglo XXI para con la más bella de las Fiestas?..."

SAUDADES

Por ENRIQUE CALVO “EL CALI”                 
DESDE EL PALC0

Tengo que reconocer que escribo ésta nota  desde la “saudade” de torero de finales de los años 60, momento  que parecería ser la mejor época del toreo moderno. He recorrido en éste tiempo todos los países taurinos, y en cada uno de ellos  conocí personajes de todas los  “pelambres”   e ilustres aficionados a la Fiesta de los Toros. Desde  reyes, pintores,  curas, cantaores, putas,  escultores, periodistas,  locos, poetas,  políticos, notarios, maricones,  militares, comerciantes, médicos, abogados, mafiosos y hasta uno que otro “chorizo” camuflado.

Todos éstos personajes, presumo  por sus acciones,  sentían el mismo romanticismo  o pasión que  desde niño sentí por el mundo del toro. Era espléndido  y reconfortante  compartir  los mismos gustos, Era un honor estar en casa de Hernando Santos, o en casa de Fernando Botero,  departir  con Chopera o Balañá una copa de  vino  mientras cantaba y bailaba la incombustible Lola Flores,  disfrutar un tentadero en “Navalcaide” casa del maestro  Domingo Ortega con sus consejos  propios de la experiencia,  tomar asiento y tertuliar  en “La Alemana” con el pintor Pepe Puente ,  escuchar las trapisondas  de los Ochoa para importar ganado bravo,  o comer una “arepaeguevo”, un jamón y un vino,  en la casa más humilde  de cualquier pueblo o finca de cualquiera de éstos admiradores del  traje de luces y   sus hazañas.  Era un honor ser amigo del torero de moda. 

Durante toda ésta época los toreros ocupaban las primeras páginas de los diarios más importantes del mundo. La sociedad en general  les  invitaba a sus fiestas  y algunas veces éramos los “arlequines” o monigotes dignos  de mostrar en sus  eventos,  donde  la foto era imprescindible para colgarla de por vida  en lugar privilegiado mientras envejecía para terminar en el cuarto de los “chécheres”;  otros  aprovechaban dichas tertulias  “los listillos”  que nunca faltan,   para hacer  sus limpios o sucios  negocios  o bien  fortalecer  sus  alianzas políticas donde lo que menos favorecían era al pueblo que los había votado. 
Durante estos cuarenta años largos, los toreros fueron asiduos invitados de  los medios de comunicación ya fuesen  hablados o escritos, se percibía cierto respeto y admiración a la  profesión,  por lo tanto la  sociedad en buena medida  era afecta a la figura del torero. Algunos como “El Cordobés” fueron ídolo y emblema de todo un  pueblo. Visitar amigos o vestirte de torero en  hoteles de la fama del Ritz de Madrid, el Wellington,  el Victoria,  Alfonso XIII  de Sevilla,  el Colón, daban un halo de cosmopolismo, ser padrino de bautismo del niño de turno en cualquier ciudad o pueblo era lógico, también tocaba ser el   amante de alguna mujer de cualquiera de los mencionados, bien para  disfrute de ambos  o para  ponerle los cuernos al marido infiel,  tarea consustancial al momento.

Los esfuerzos de la mayor parte de los toreros  que han triunfado no están condensados en ninguna enciclopedia, mucho menos de los que se han quedado en el camino;  la profesión bien entendida conlleva verdaderas privaciones y desvelos así como la escuela de distintos valores  éticos  y morales a cambio en muchos casos de  perder  la familia desde niños pues nos metemos en nuestro mundo y nos apartamos de los juegos que todo  imberbe vive normalmente a esa  edad. Entran los toreros a ser desde temprana edad, hombres viejos, su relación diaria  pasa a ser  con personas mayores como el apoderado, el mozo de espadas o el banderillero; cualquiera de estos personajes hace las veces de padre y hasta de madre si hace falta.  Son los encargados de apartar al torerillo  del mundanal ruido hasta que no llegue  a ser figura,  comenzará  a vivir el mundo irreal de la Fiesta de los Toros. 

Digo irreal, puesto que la realidad que percibo hoy día,  a punto de llevar el pelo blanco, es que la profesión de torero ha pasado a mejor vida, los medios de comunicación solo comentan del tema para hacer ver que pasamos de un espectáculo artístico- cultural  a un acto de “barbarie” donde poco mas o menos la descomposición social actual  es culpa de la Fiesta de los Toros.  No es broma,  ya solo es portada de los diarios,  la cornada en el cuello  o  en la boca de un torero, el accidente  automovilístico o la venta de la finca por falta de pago a los impuestos de este o  aquel hombre que se esforzó por conseguir vivir una vejez tranquila y digna. El que menos con alguna cornada grave bien en el cuerpo o de las otras, las del corazón o las más duras, las del olvido. 

¿Que ha fallado en todo este cambio de actitud en la sociedad del siglo XXI para con la más bella de las Fiestas?  Los políticos, los maricas, los comerciantes,  etc.  prefieren  hoy día otros espectáculos, algunos realmente  violentos , en donde antes y después de cada encuentro resultan afectadas las vidas de seres humanos, y el mobiliario de las ciudades. 

Algo ha fallado en todo éste cambio de actitud de  la sociedad del siglo XXI  para con la Fiesta y  contra el rito mas puro y bello. Toda actividad para que perdure y se mantenga viva,  debe tener una organización, un norte y un sur, parece que la Fiesta se quedó en el sur, el norte fue buscando  la comodidad para las figuras, en el sur predominaron  las políticas para el aficionado, los precios altos ,  el toro cómodo y con  poca casta , no se midió  el gusto de los públicos, ¿quien dijo que había que  mantener por ejemplo la muerte del toro hasta que le tocaran los tres avisos al torero?, si los espectadores veían  con horror  el alargue de este acto, ha cambiar  tocaba,  ni que decir de la forma de picar. No se hizo. 

Otra de las políticas obsoletas, fue la poca inversión en mercadeo  y  marketing,  los taurinos fuimos alineados solo para sacarle los “cuartos “a la profesión no para invertir en ella. Poquísimo dinero  se  invirtió  en fiestas taurinas  y coloquios en  los colegios y universidades, para fomentar  y hacer  nuevos aficionados, dándoles  a conocer su rica historia, su  basta cultura y sus valores. 

Politiqueros  catalanes, ecuatorianos y  bogotanos, con olfato de esta falencias encontraron en esta coyuntura   un filón importante  para conseguir votos de esa población que nunca se le explicó de que trataba el rito de  la muerte del Toro en la Plaza, a los cuales  no se les dijo o se les hizo ver de  que la violencia  estaba en el sistema bancario, en las guerras por las riquezas del subsuelo, en la miseria que agobia o los inmigrantes, o si hablamos de  animales, no se les mostró la violencia en la forma de  producción masiva que ejerce el hombre hacia  las especies de animales que comemos a diario. Muy distinto a la realidad y  cría del Toro Bravo, que es tratado desde que nace, con el más profundo respeto a su especie. 

Solo queda esperar a que la Ley que debe de estar por encima de los gustos personales, a favor de las minorías y el respeto a la cultura  de ejemplo de que la Democracia  es para todos, lejos de las “alcaldadas”.  
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