Simón Casas, jefe máximo del Arte y la Cultura de Madrid, apoderado de Luque y de Duffau
Un espectador le pidió que repitiera la peineta que hizo al público de Nimes, pero no tuvo valor
( Simon Domos, imperator in principes Art et Culture in Madrid, Luque cepit et Duffau
A inspectoris eum repetere pectine fecit publico Nemausensis clarus orator, sed nulla)
Y dos japoneses que había en la Andanada del 8, que se tragaron la corrida entera además o gracias a un tetra brick de Don Simón, cuchicheaban al salir el toro: "A mí palecel más Lisaldo éste. Anteliol más acapachado, más Atanasio, ¿veldad?"
A flumen in turbata, Simon Domos lucrum*
José Ramón Márquez
“Un toro lanudo o astracanado, 520 kilos, pura armonía, seguramente más en la línea Lisardo que en la primitiva de Atanasio. Todo lo lisardo es atanasio, pero no se puede volver por pasiva la fórmula, y entre criadores y degustadores del encaste suele darse por sentado que, en calidades, el toro lisardo y de rama le saca ventaja al tronco del que sale”
Barquerito
Pues eso, que ya llegó el galimatías de los Atasardios y de los Lisarnasios, que ya no hay quien lo entienda, porque, bendita sea la rosa que al tronco sale, los atanasios son como si dijéramos los padres de los lisarnasios, o sea que céci n’est pas une pipe, digamos que no es lo mismo un atasardio, que una rosa es una rosa, que un, pongamos, lisarnasio.
La verdad es que todo este embrollo lo empezó Barquerito y ya ha conseguido hacerme un lío monumental, que si el primero de cuerna veleta, blanca y cuerpo de cabra es ‘lisar’ por lo primero y ‘pecorino’ por lo segundo, ese sería Lisardero, que es la mezcla de Lisardo con cordero, para entendernos y el último con capa de veragua y corpachón de don nadie, un Ata por lo segundo y la mosca por el rabo, por lo primero, que aquí Veragua no pinta nada. Un gran vértigo es lo que da todo este lío, y el culpable es Barquerito, que empezó con la monserga ésta hace años y ha acabado poniendo de moda el tema entre los connoisseurs, y ahora anda todo el mundo en la Plaza lo mismo que esos que son capaces de detectar el elegante cabernet sauvignon o el ásperosyrah en el vino que les ponen con el menú del día.
Y así, toda la Plaza estaba en ese ir y venir, en ese mareo que te lleva, quieras o no, de Ata a Nasio.
Moncholi le decía confianzudo a un solícito espectador que le ofrendaba una esplendida tortilla de patata con múltiples palillos pinchados en cada porción, para hacer más exquisita la degustación del manjar:
-Este, mire usted, es más bien Lisardo en rama.
Y desde su cómoda localidad de tendido bajo, comentaba a su esposa un crítico de TVE:
-Mira, cariño, éste es más bien Atanasio.
Y desde otro lugar de la Plaza una joven periodista, ávida de conocimiento taurómaco, interrogaba a su acompañante, hombre de muchas primaveras:
-¿Y éste, a usted le parece más Atanasio o más Lisardo?
Y un crítico desenfadado, mientras salía de la Plaza en el quinto meditaba para su magín:
-Yo creo que el cuarto era más Lisardo y el tercero más Atanasio.
Y en la grada, un aficionado de pocos años:
-¡Florencio! ¿Éste es más Lisardo?
Y dos japoneses que había en la Andanada del 8, que se tragaron la corrida entera además o gracias a un tetra brick de Don Simón, cuchicheaban al salir el toro:
-A mí palecel más Lisaldo éste. Anteliol más acapachado, más Atanasio, ¿veldad?
En realidad para toda la plaza hoy sólo había una cuestión, entre Escila y Caribdis, o Lisardo o Atanasio. Y en ésas nos debatíamos, aunque hubo un romántico que derramó una lagrimita recordando aquella corrida del Puerto de San Lorenzo del 84, antes de ser una Sociedad Limitada, cuando trajeron a Madrid seis lisarnasios inválidos como seis coches de un desguace Chumito, Farolero, Portillón, Buñamguero, Venturoso y Saltarín, promedio de peso 554 kilos, que vino a Madrid para que se estrellasen contra ella Curro Vázquez, Julio Robles y Yiyo, que sustituía a Antoñete. Claro es que entonces estaba el Lupas en el 7 y se echaban cuatro toros para atrás con la mayoría de la Plaza de acuerdo en que esos bichos inválidos no debían estar sobre la arena de Madrid.
Hoy, dominada la Plaza por el público eminentemente cultural, ensimismados muchos de los espectadores en elevados pensamientos sobre la arquitectura, la política, las bellas artes o la poesía elegíaca, no hubo tiempo para echar a la sórdida oscuridad del chiquero a recibir la merecida puntilla a esos seis lisarnasios por tontos, débiles, aburridos y colaboracionistas, menos el que no lo fue. Y ése que no lo fue, le correspondió a El Cid, acaso para romper la famosa leyenda urbana que le achaca al de Salteras que siempre le tocan los ‘mejores toros de cada corrida’, que con éste y el cuvi jabonero de El Puerto de Santa María, ya van dos que no.
En realidad los lisarnasios nos dejaron fríos, aunque hubo quien apreció tales o cuales embestidas de tal o cual toro, pero lo que de verdad traían grabado en sus cueros, de tan atasardos que eran, eran el tedio y el signo de la interrogación, como el viejo hierro deJosé Matías Bernardos, de la pregunta esencial ¿por qué razón no paran ya de venir estos toros a Madrid y a mansalva en sus diversas permutaciones y franquicias?
Frente o junto a los pupilos del esmerado ganadero señor donLorenzo Fraile se encontraron tres nuevas franquicias del repelente julysmo.
La franquicia # 134 correspondía a Thomas Duffau, diestro francés natural de Mont de Marsan que aplicó a pelo el manual de estilo que va con la franquicia, a base de pata retrasada, toreo rectilíneo, descargue generalizado, cite con el pico y pase obligado.
La # 52 correspondió a El Cid, que se franquició hace un par de años y aplica con tenacidad las cansinas normas del manual de estilo, toreo rectilíneo, descargue generalizado, cite con el pico y pase obligado, y con su segundo, del que se habló más arriba, abrevió.
Y la franquicia 89, Daniel Luque, cuyo padre me invitó a un café en cierta ocasión, que vino con un capote que parecía la carpa cultureta de Dragó y con un muletón que parecía un mantón de Manila con flecos y todo, aplicó con tenacidad y a las claras las normas del manual de estilo, toreo rectilíneo, descargue generalizado, cite con el pico y pase obligado. Ninguna novedad, pues, sobre lo que se esperaba y sobre lo que vienen siendo las ferias de San Isidro y de la Cultura, Culturilla, Cultureta.
Al bajar hacia la calle le decía uno en camiseta a otro con barbita bien recortada y aspecto de hombre experto:
-Si todos hacen lo mismo, ¿por qué razón se aplaude a unos y a otros no?
-El movimiento es la clave. Torear es conseguir que el toro no se pare y permanezca en movimiento. No veas lo difícil que es eso.
Ayer el empresario Erice sacó a hombros a su Talavante,
y hoy el empresario Casas casi saca a hombros a su Luque
( Heri adduxit employer Erice tua Talavante humeris,
et nunc domos prope accipit employer ad eius Luque humerum)
El Enemigo Público Número 1 de los Conflictos de Orden Público
No devolvió los toros y regaló una oreja a Luque
(Hostem n. I de publici conflictationes
Non tauros reversus et dedit aurem ad Luque)
A menos público, menos conflictos de orden público
(A minus publica, minus certamen publicae)
Paseíllo
(Ambulare parva)
Luque, Duffau y Cid
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